IREZUMI (YASUZÔ MASUMURA, 1966).

AYAKO WAKAO.

LA OSCURA FLOR DE CEREZO.

Irezumi no es solo una más de las películas en las que Yasuzô Masumura y Ayako Wakao (dos de las fuerzas más poderosas del cine japonés en general y la Nūberu Bagū en concreto) unieron sus habilidades para dejar exhausto al espectador.

Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).

Es cierto que Irezumi no puede competir —nada puede hacerlo— con Akai tenshi, la obra maestra que el binomio nipón rodó el mismo año de 1966. También es un hecho que no cuenta con la fama de otra de sus colaboraciones más celebradas, Seisaku no tsuma (La esposa de Seisaku, 1965).

Pero Irezumi tiene sus propios recursos para recorrer la senda de los gigantes del cine japonés sin bajar la mirada.

Si Masumura es uno de los paradigmas del cine fronterizo entre el universo clásico y las formas de la nueva ola, Ayako Wakao es el rostro pálido que asume con decreciente discreción el papel de la mujer en el nuevo cine nipón (en menos de una década pasó de ser una especie de «novia de Japón» a convertirse en una intérprete con la misma solidez y recursos que los nombres sagrados, lo cual la convirtió en una «Femme fatale» al servicio de las demandas del público de la nueva década).

Así, en base a la visión como elemento dominante —tanto emocional como físicamente— que Masumura tenía de la mujer en las relaciones, la alianza entre el director y la actriz/musa creció hasta desbordarse en obras maestras y en películas como Irezumi, que con su particular modo narrativo logra mantener la vista fija en las obras mayores de este poderoso dúo.

Y es que aquí, en este derroche de poder femenino y visual, Masumura muestra directamente el poder de Ayako Wakao como una oscura flor de cerezo, y sugiere la presencia de poderosas fuerzas espectrales determinando el destino de los humanos.

IREZUMI.

LA MALDICIÓN DE LA MUJER ARAÑA.

Nada de lo que podemos ver en Irezumi pertenece a mundo de los espectros, de hecho la premisa se ciñe completamente a los cánones del melodrama (un género en que Masumura podía desafiar sin complejos al mismísimo Douglas Sirk), pero Irezumi es ante todo una transformación en todos los sentidos.

Sus personajes cambian forzosamente de roles y el argumento de la historia nos conduce desde el melodrama inicial a reconocibles sendas del cine negro, ambas envueltas en el halo del reino de los espectros, cuya presencia es una paradoja, pues no hay en toda la película ni un solo ente sobrenatural visible, y sin embargo la película carga en todo momento con el pesado aliento de los fantasmas que habitan en el imaginario japonés.

Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).

Este giro hacia la presencia sugerida de lo sobrenatural se debe especialmente (además de la siempre certera dirección de Masumura) al guion que parte de la novela de Jun’ichirô Tanizaki para ser adaptado a manos de Kaneto Shindô, responsable de dos de los títulos más grandes del terror en el nuevo cine japonés, Onibaba y Kuroneko.

A la narrativa del guion hay que añadir el factor decisivo en la expresividad de la película: la fotografía de Kazuo Miyagawa —el tipo que posiblemente más obras maestras niponas haya hecho posibles con la cámara—, con la que la Masumura logra un aspecto tenebrista y pictórico que aporta una expresividad en los colores de una belleza fascinante, abrumadora y espectral.

La fuerza narrativa de los colores en Irezumi es perfectamente equiparable a la de Lady Snowblood y —sin complejos de ningún tipo— obras de mucho mayor calado y envergadura como Ran, o Jigokumon (La puerta del infierno, Teinosuke Kinugasa, 1953). Es esta fuerza visual la que (sumada al guion y la literalmente excepcional interpretación de Ayako Wakao) desvía el rumbo de la película al reino de lo sobrenatural.

Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).

Como decía antes, la película inicia su andadura en base a un argumento melodramático y clásico en el que dos personajes, Otsuya (Ayako Wakao) y Shinsuke (Akio Hasegawa), huyen de la autoridad familiar (y social) hasta que su matrimonio sea aceptado por sus respectivos padres.

Como en toda tragedia, hay al menos un factor discordante, un personaje traidor que inicia la cadena de infortunios que ha de perjudicar a todos los implicados. Así, traicionados por un amigo, los dos amantes se separan; Otsuya es vendida para ejercer como Geisha, mientras que Shinsuke se verá envuelto en una oleada de crímenes instigados por el traidor (mantengo este personaje en un intencionado anonimato).

Con estos mimbres melodramáticos y trágicos propios de uno de los clásicos de Shakespeare, Masumura teje la red en la que las propias obras del gigante de las letras y las tramas obliga a caer a sus personajes, y la película vira primero hacia el cine negro, y después hacia la venganza espectral.

Siempre secundado por la impresionante e inteligente interpretación de Ayako Wakao, Masumura sincroniza la metamorfosis de la película con la de Otsuya, quien topa en su camino a la perdición con el maestro Seikichi (Gaku Yamamoto), marcando a la futura Geisha con un enorme tatuaje en la espalda en forma de araña, mediante el que primero adopta las costumbres propias de una Femme fatale del cine negro en un ambiente en que Masumura convierte en elementos crecientes la sordidez y el erotismo, para después dejar atrás todos los géneros y entregarse completamente al universo sobrenatural.

Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).

Esa araña tatuada por el maestro Seikichi cambia su rol de simple dibujo por el de Jorōguno, un tipo de Yōkai con la capacidad de transformase en una «esposa enredadora» o «araña prostituta», lo que convierte a Otsuya en una especie de devoradora de hombres, en una figura vengadora poseída a través de un tatuaje por un ente del imaginario espectral japonés.

Melodrama, cine negro, terror… Irezumi se revela en su constante metamorfosis como una discreta obra maestra…

Con todas las cartas al descubierto y los elementos de la literatura de Shakespeare, el cine negro y el reino sobrenatural a pleno rendimiento, Masumura deja este portento narrativo y estético en manos de su musa. Ayako Wakao asume el reto, deja atrás la relativa contención con la que había abordado sus anteriores personajes y camina firme e implacable hacia la venganza de todos los hombres con los que se cruce, sean culpables de algo o no.

Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).

Masumura combina a la perfección todos los aspectos narrativos de la película. Mientras en los interiores las sombras que lo envuelven todo resaltan los colores hasta el punto de convertirlos en un personaje más, en el exterior los hombres caminan atrapados en la noche y un paisaje gélido, como si el filo implacable del invierno y sus tonos fríos se aliasen con la maldición de Otsuya, haciendo que su condición simultánea de víctima y ejecutora logre alcanzar el feudo masculino, consumido por la violencia, la traición, la mentira y la pasión que degenera en la tortura y la muerte.

Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).

En ese sentido, el binomio Masumura/Shindô es firme y elocuente. Tanto el guion como la dirección de la película señalan a esta especie de maldición de la mujer araña como una consecuencia, como una carga adicional que un personaje inocente ha de llevar, olvidando su humanidad y alzándose como una fuerza poderosa que será lo último que permanezca en pie mientras el mundo se desmorona.

Es decir, el mismo esquema que vertebra el cine de Masumura en general, pero con un añadido de irreverencia en su personaje principal.

Así, los senderos son recorridos por seres humanos crueles, torpes y desesperados, obligados por los insondables designios del destino a cargar con una serie de comportamientos y decisiones que no responden necesariamente a su naturaleza.

Shinsuke no es el sanguinario y enloquecido asesino en que termina convirtiéndose, condenado al eterno amparo de la noche —la secuencia en la que habla sin secretos con su madre es antológica—, el maestro Seikichi no es la sombra errante que se desvanece paulatinamente tras los pasos de su obra, ahora en la espalda maldita de Otsuya, y ella no tendría que ser esa criatura hostil que en su afán desmedido de venganza, se destruye a sí misma mientras mata todo lo que atrapa en su red.

Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).
Irezumi (Daiei Eiga, 1966).

Ningún personaje de Irezumi tendría que haber sido lo que es, pero en esa implacable metamorfosis radica la maestría de esta tragedia fronteriza entre la pérfida realidad que todo puede modelarlo a su voluntad, y la fascinante presencia sugerida de un mundo habitado por espectros invisibles.

Todo es posible bajo el influjo de la maldición de la mujer araña…

https://ok.ru/video/3843342535381

Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES

David Salgado.

©24 sombras por segundo. Agosto 2023.

 

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