EL ELEGANTE CINE DE EXPLOTACIÓN.
Lady Snowblood —Shurayukihime en la lengua del sol naciente— está mucho más cerca del cine oriental poético, precioso y elegante, que de los delirios gratuitos (aunque casi siempre perfectamente válidos) del cine de explotación en cualquiera de sus vertientes.
Partiendo de la base del manga homónimo de Kazuo Koike (autor también de la maravillosa serie de mangas y películas Lone Wolf and Cub), Fujita tuvo en Lady Snowblood (y en menor medida en su segunda parte rodada un año después) la feliz idea de alejarse de su terreno habitual para relatar una historia que habla de la humana necesidad de venganza, pero narrada como un cuento espectral.
Así, Fujita se alió con la irrepetible presencia de Meiko Kaji para brindarle a la humanidad una de las venganzas cinematográficas más bonitas que existen.
LADY SNOWBLOOD. MEIKO KAJI, EL ROSTRO PÁLIDO DE LA VENGANZA.
—«¿Quién eres?»
—«Venganza».
—«¿Quién te envía?»
—«La gente indefensa que ha sufrido por tu culpa».
—«Mujer… ¿Quién demonios eres?»
—«Lady Snowblood».
Este pequeño extracto del guion de la película resume a la perfección la esencia de Lady Snowblood, es decir, una mezcla perfecta entre el espectáculo del Exploitation que tiñe la historia de la sangre que brota de los excesos orientales de la Serie B, y la poesía trágica y arrebatadora que desprende la hermosa narrativa literal, interpretativa y fotográfica de esta película maravillosa a la que Tarantino y su demencial Kill Bill se lo deben absolutamente todo.
Son cuatro los puntos que golpean en el corazón del espectador dejándolo indefenso ante semejante nivel de fascinación:
Punto uno. El guion de Kazuo Koike nacido del manga ilustrado por Kazuo Kamimura y adaptado por Norio Osada, un guion que aporta la medida justa de frases sentencia propias de héroes decadentes mezcladas con la tragedia y la desesperación que hacen de esta una obra legendaria.
Punto dos. La fotografía de Masaki Tamura divide el aspecto de la película en dos, y al dividir nos vence a todos.
Este bonito cuento sobre un invierno eterno que camina sobre la tierra como un espectro pálido bajo su «espada-paraguas», no habla sobre la venganza, habla de la venganza misma, habla sobre una sombra maldita que vaga por el mundo de los vivos para traer la muerte. Yuki Kashima/Shurayukihime/Lady Snowblood (Meiko Kaji), nace tras la muerte de su padre y la violación de su madre, quien en una prisión expuesta al invierno traza el destino de su hija justo antes de nacer.
Yuki no buscará la venganza al crecer y enterarse del triste destino de sus padres. Por la acción de una fuerza desconocida, nace como la venganza misma, como la voluntad que abandona a su madre y se transmite como una maldición a su hija, nacida bajo el poder del invierno como un espectro que no puede escoger su camino, solo caminar como un fantasma en busca de la muerte de sus enemigos. Lady Snowblood es una película desarrollada en el mundo real bajo las normas de lo sobrenatural, un cuento invernal sobre un fantasma condenado a recorrer el mundo de los vivos.
En ese aspecto, la narrativa de la fotografía es grandiosa —en contraste con las secuencias en exteriores a la luz del día, donde resulta mucho más convencional—, en los interiores y los exteriores nocturnos el invierno y su azulado aliento mortecino lo envuelve todo, desde los pasos sobre la nieve del espectro de la venganza, hasta la secuencia de su nacimiento, en la que la oscuridad resalta los colores hasta la máxima cota narrativa, haciendo que la película parezca un cuadro tenebrista. En ese sentido, las sensaciones que genera la película pueden mirar sin complejos a los todopoderosos ojos de Ran (Akira Kurosawa, 1985) y Jigokumon (La puerta del infierno, Teinosuke Kinugasa, 1953).
Punto tres. Meiko Kaji es la reina indiscutible del Underground japonés —igual que Machiko Kyô, Mieko Harada o Kinuyo Tanaka lo son de los templos sagrados—, un reinado que lo somete todo a la interpretación hierática y furiosa que eleva Lady Snowblood a la cima.
Es habitual —salvo muy contadas excepciones— que los personajes que cargan con la venganza se muestren vehementes a lo largo de su atormentado camino, pero como decía antes, Lady Snowblood no va en busca de venganza, es la venganza misma. Así, como el filo del invierno bajo el que nació, Yuki descarga la furia de su madre y la maldición que las condena sin el menor rastro de piedad y emociones por su pasado.
Tras conocer los secretos de las artes marciales ocultas en lo más remoto del sol naciente (aquí Kill Bill vuelve a beber de la fuente), el rostro pálido de la venganza tiñe la nieve con la sangre de los malvados en su imparable avance hacia la muerte. La interpretación de Meiko Kaji es sencillamente aplastante y sus enemigos caen bajo los excesos maravillosos del Exploitation.
Punto cuatro. Lady Snowblood termina en el mismo lugar donde comienza, bajo el invierno, envuelta en el aliento de la muerte y sobre la nieve. Y lo hace al ritmo de la voz triste y preciosa de —una vez más— Meiko Kaji.
Nacida con un solo propósito, Yuki inicia y concluye su tránsito vital con Shura No Hana, una elocuente y hermosa canción, que como la balada crepuscular de un Western, sonará de nuevo cuando el último sol naciente ilumine suavemente el rostro pálido de la venganza forjado por el invierno, la furia y la tristeza.
Cuando Lady Snowblood haya cumplido su destino, cuando haya paralizado nuestro corazón con sus cuatro puntos, cuando el espectro deje de servir a la muerte, tal vez regrese a su hogar…
Tal vez, pero esa fue otra historia..
La historia de Lady Snowblood es una de las películas imperfectas más fascinantes que he visto en mi vida.
https://archive.org/details/LadySnowblood1
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Junio 2023.