SHAKESPEARE AL OTRO LADO DEL MUNDO.
Veintiocho años después de su primera incursión en Shakespeare mediante su visión de Macbeth en la inigualable Trono de sangre, Akira Kurosawa sometió nuevamente a la humanidad a su belleza, épica y poesía cinematográfica con su traslación al lenguaje oriental del británico universal. Ran es posiblemente la adaptación de El rey Lear más hermosa y arriesgada que veremos jamás.

La razón principal por la que Ran destaca entre las numerosas grandezas que han llevado las letras de Shakespeare al cine, es su movilidad cultural y geográfica. Kurosawa se lo juega absolutamente todo al invertir los géneros de las descendientes de Lear y trasladar la acción al Japón feudal.

Así, Goneril, Regan y Cordelia se convierten en tres varones: Taro, Jiro y Saburo, mientras que el desterrado monarca se transforma en el anciano Hidetora.
Solo con el planteamiento inicial, el mágico samurai ya nos ha volado la cabeza, pero no se detendrá ahí. Hay otras dos razones que destacan de entre las muchas por las que Ran es una obra maestra inalcanzable: el color y Mieko Harada.
RAN. EL OCASO DEL SOL NACIENTE.
La composición, puesta en escena, vestuario, música y fotografía de Ran son un milagro. Kurosawa fue mucho más que un director de cine, fue un profundo conocedor del ser humano y un narrador dotado con la máxima sensibilidad y belleza estética, tanto en el fondo como en la forma.

Todo -absolutamente todo en sus películas en general y Ran en concreto- lo que vemos y oímos es profundamente hermoso y narrativo.
La luz, álgida y brillante que satura los colores durante el asedio que Hidetora sufre por parte de sus hijos, el sonido del viento y las cigarras que acompañan la furia y la melancolía del antiguo monarca y los tonos mortecinos del sol poniente, ocultándose lentamente conforme los hombros del desterrado anciano cargan con su propia culpa y el odio y la venganza ajenos.

Todos esos elementos hacen de Ran una especie de síndrome de Sthendal filmado, un hipnótico espectáculo para los sentidos. Pero Kurosawa guarda todavía un último movimiento, una última variación del Shakespeare nativo.

Mieko Harada supone en Ran -además de una presencia e interpretación pasmosas- la incursión sutil de un Shakespeare dentro de otro. Supone la presencia de Lady Macbeth dentro de Ran, y supone también una de las secuencias donde la maestría puramente cinematográfica y la identidad propia de Kurosawa quedan definitivamente fuera de toda duda.

En la secuencia donde Mieko Harada culmina su venganza, los movimientos de cámara van a la inversa, es decir, el jefazo de oriente mueve la cámara, claro, pero la cima cinematográfica la alcanza con el baile al que somete a sus personajes, (aunque es cierto que en esta película son más sutiles que nunca.)
Pero el tablero está ahí, y las piezas se mueven con una precisión que quita el aire, no distraen la atención del espectador del tema central, y al mismo tiempo recorren la estancia siguiendo una coreografía matemática y llamando la atención de cualquier buen observador.

En cuanto al centro de atención, el coma tras el desmayo es irreversible: Kurosawa le regala a la humanidad el rostro de la venganza: un ángel pálido impasible listo para afrontar las consecuencias de su victoria, o dicho de otro modo, su muerte.
Shakespeare dejó por escrito como funciona el mundo, Kurosawa lo filmó al dictado y Mieko Harada le siguió el juego a los dos para interpretar con su personaje la esencia vital justo antes de morir. El dolor, la espera, la resignación, la venganza y la tranquilidad de quien ya ha cumplido y sólo tiene pendiente irse al carajo.

En resumen, prácticamente todo lo que describe a la raza que se exterminará a sí misma y el lugar en el que habita. Todo retratado con los colores más hipnóticos que podemos imaginar antes de desmayarnos.
Ran es -posiblemente- la última película de una forma de hacer, sentir y entender el cine que no volverá jamás. El último grito de rabia del magnífico samurai.
https://www.filmin.es/pelicula/ran
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.