IL DEMONIO. EL TERROR NEORREALISTA.
Il demonio, acto irreverente y película maldita donde las haya, fue un desafío y un grito de furia por parte de Brunello Rondi. Un insólito ejemplo que mezcla el cine de terror con el Neorrealismo.
La obra cumbre de Rondi —forjado como guionista con algunos de los máximos exponentes del cine italiano— surge como resultado de una especie de alquimia que mezcla las mejores materias primas. Il demonio se alza como una aleación poderosa entre el legado de Madre Juana de los Ángeles, ciertos aspectos de Narciso Negro, y el cine italiano en concreto y mediterráneo en general, tanto del contemporáneo a la película como el de las dos décadas anteriores.
La fuerza telúrica y visceral de Visconti en La Terra Trema, la prosa poética árida, filosófica e irreverente de Pasolini, el poder incontenible de la locura y la pasión que sobrepasa al individuo para abordar un contexto familiar expuesto en las magníficas y también malditas Los abismos y O fovos, —e incluso en la Ámerica, Ámerica de Elia Kazan—, el halo fantástico que parece condenar a los seres mágicos y marginales que pueblan el imaginario de Fellini y el Buñuel mejicano, y el duelo en la cumbre entre el paroxismo y la frustración que tiene lugar en Stromboli.
Todo este cine actúa como una serie de fuerzas elementales que invocan al demonio de Rondi.
DEMONIO DE TIERRA, CARNE Y FUEGO.
En Stromboli, la arrolladora película de Roberto Rossellini, Ingrid Bergman ascendió a la cumbre del cine, de la tierra, el fuego, la furia y el temor. En Il Demonio, Brunello Rondi invierte los términos, la protagonista no mantiene su lucha con los supuestos poderes del dios cristiano bajo el paso de la bóveda celeste que oprime a Bergman sobre la tierra del volcán.
Aquí, en Il demonio, el diablo camina sobre la cumbre y observa la tierra condenada a la superstición que le brinda la victoria sobre los protagonistas de una historia tan antigua como el suelo abrasado por el sol. Como en Madre Juana de los Ángeles, el mal brota de la tierra quemada y los restos de humanidad que los dogmas dejan a su paso.
Il Demonio es una película de terror italiana rodada en los años sesenta, pero no tiene absolutamente nada que ver con los preceptos del gótico que reinaba tanto en su país de origen como en tierras anglosajonas. Mario Bava, Riccardo Freda, Antonio Margueriti, Terence Fisher o Roger Corman caminan por una dimensión diametralmente opuesta a la que ocupa la crónica de Rondi, que también aborda el mundo del Folk-Horror desde una óptica inusual.
Su «Strega» recorre otro tipo de sendas tortuosas.
Este es un demonio de tierra y fuego que utiliza el cuerpo y la mente de una bruja que no busca el poder y la venganza, solo pretende liberarse de la opresión de la tierra desnuda habitada por figuras sombrías y miserables que ansían aplacar el fuego del demonio con las llamas de la hoguera que consuma a la bruja y sus aberrantes deseos.
Esta contraposición de la naturaleza humana atrofiada por el dogma en la tierra baldía acerca el terror al calor asfixiante que oprime a los personajes de los dramas mediterráneos, pero también recurre a la irreverencia salvaje que Buñuel mostró en Simón del desierto, y por otra parte parece invocar a las figuras hieráticas del cine nórdico, que entabla una lucha continua entre las pulsiones de la carne y el castigo impuesto por los dictados sociales y religiosos.
Es decir, el fuego que abrasa la tierra de este extraño terror neorrealista contra el frío de las sombras pálidas que habitan el cine de Dreyer y Bergman. Ambas fuerzas luchan sin piedad en el cuerpo y la mente de la protagonista.
Esta serie de premisas sociales y telúricas resultan lógicas teniendo en cuenta que la película de Brondi parte de las investigaciones etnológicas y etnográficas que el antropólogo Ernesto de Martino realizó en sus estudio de los ritos arraigados en las zonas rurales del sur de Italia.
La alianza entre la superstición y la pasión por el castigo cae sobre Purificazione (Daliah Lavi), quien carga con los tormentos de la carne —como las monjas de Madre Juana de los Ángeles— y aviva el fuego interno surgido de la contención, engendrada a su vez por la ausencia de información y libertad con respecto a ciertas necesidades básicas del cuerpo de la protagonista, que sometido al espíritu de la frustración, se rebela adoptando actitudes y formas grotescas.
En este sentido (tanto textual como visualmente) Il demonio es el nexo entre el pasado retratado por Jerzy Kawalerowicz en Madre Juana de los Ángeles y las nuevas formas con las que en el futuro William Friedkin cambiará la forma del diablo para siempre en El exorcista, una película que debe parte de su iconografía a esta olvidada y magnífica visión de Brunello Rondi.
Bajo el sol inclemente y sobre la tierra y las piedras quemadas, los rostros, cuerpos y emociones de los protagonistas parecen momificarse, la piel y la esperanza se cuartean como un pergamino, y el polvo de los futuros cadáveres se adueña del presente. Rondi se sirve de las texturas y los elementos para hacer de su película algo tangible, un medio para que el espectador pueda sentir esas sensaciones extremas.
La película juega con la vida y sus pulsiones como si de un fluido se tratase; la sangre y la juventud de Purificazione se alimentan mutuamente sobre la tierra y la hierba seca, y el agua sirve como punto de encuentro entre los fantasmas y el demonio que otorga a Purificazione el don de ver y hablar con los muertos. En Il demonio la sangre y el agua corren por una tierra de la que solo brota el castigo.
Así, la virtud que concede el diablo invocado por la mente alterada por la contención y la superstición, se convierte en pecado. La pasión incomprendida e incontenible se manifiesta como el crimen en el propio cuerpo de Purificazione, exhibido primero como una tentación, y después como una mueca grotesca y terrible ante los ojos de un lugar habitado por los malditos y los condenados.
Además de su recurso visual más poderoso y su mejor baza, la interpretación de Dariah Levi es el paroxismo en sí mismo; la elocuencia de sus palabras al inicio, cuando la sangre alimenta los deseos y sugiere un breve juego vampírico, y la maravillosa conversación acerca de la soledad, la frustración y la desesperación que mantiene en el agua con un fantasma, alimentan el texto que, irónicamente, cederá su fuerza al éxtasis físico y moral de la protagonista, condenada y maldita por el demonio, pero humana como la carne que sobre la tierra se quema bajo el sol.
Il demonio es una película maldita, enigmática y arrolladora sobre el significado del ser humano porque, como su protagonista, no puede ser otra cosa que la naturaleza misma del castigo de un crimen que no existe, pero demanda la sangre de los inocentes.
Inocentes, como esos fantasmas dibujados en el aire y el agua por el demonio de tierra, carne y fuego.
https://www.youtube.com/watch?v=IzXHDvzPn0I&t=750s
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Noviembre 2024.