ÁLEX DE LA IGLESIA.
CINE DE ALLÍ, CINE DE AQUÍ.
La comunidad supuso el punto en el que todos los elementos característicos de Álex de la Iglesia alcanzaron el máximo grado de compenetración.
Aquí, mediante la unión, la fuerza de su cine irreverente, del «Cine-punk-anglo-cañí» que podría acuñar como término propio con todo el derecho, la fuerza se desbordó para, irónicamente, encauzar la película hacia el equilibrio perfecto.
Es cierto que El día de la bestia supuso un punto de inflexión en la mezcla entre el «cine-espectáculo» anglosajón y la irreverencia española de barrio bajo, despierto, salvaje y con un punto castizo entre todo el costumbrismo punk imaginable.
Es decir, recuperando en cierto sentido el espíritu de los días del Fantaterror y su mezcla de lo hispano y lo británico-yankee, y las enseñanzas del siempre presente en el cine de De la Iglesia, Chicho Ibáñez Serrador, el diablo corrió libre por las navidades más bien negras del Madrid de un nuevo fin de siglo.
Tras el éxito arrollador de diablo envuelto en la que fue una de las mejores crónicas sociales cinematográficas que España veía sobre sí misma desde los días de Fernán Gómez, Berlanga, Buñuel, Erice, Mur Oti, Saura y una larga compañía, y con su Muertos de risa de por medio, Álex de la Iglesia radiografió de nuevo ese Madrid del cambio de siglo, con todos los elementos clásicos al servicio de una vanguardia irrepetible. Después de soltar a Mad Max por el renovado Madrid, La comunidad retrató el encierro de una serie de personajes maravillosos en un laberinto digno del cine de Edgar Neville.
LA COMUNIDAD.
HISTORIA DE UNA OSCURA ESCALERA.
Nada podría servir mejor a mis propósitos hacia esta comunidad que el título de la preciosa y veraz radiografía que Buero Vallejo hizo de la esencia misma de la España social con su obra Historia de una escalera. Las entrañas del edificio que albergó en su interior la escalera sucia y desesperada de la que los habitantes no podían huir, sirvió casi medio siglo después al cineasta para convertir aquel edificio y su maldita escalera hecha de tristeza y frustración en una trampa salvaje, delirante y violenta.
El interior de la bestia anclada en el viejo Madrid no es, según la visión de De la Iglesia, el monstruo. Los monstruos son los que viven en su interior, acechando y aguardando su oportunidad. Si los habitantes de las escalera de Buero Vallejo sufrían por no poder salir, los monstruos de La comunidad lo destruirán todo con tal de que lo que hay en el interior no salga.
«El infierno está vacío, todos los demonios están aquí». Por si su obra no fuese bastante, William Shakespeare redujo a esta frase la esencia del ser humano, y como él, De la Iglesia mezcló el humor más ácido y retorcido con el terror que puede llegar a desatar nuestra especie y todo aquello en que podría convertirse.
España es un escenario grotesco, cultural y socialmente maldito, un lugar donde priman la bajeza, la envidia, el odio y la mala sangre, un corral de comedias en el que la mediocridad moral exige a sus maravillosas excepciones un talento especialmente extraordinario.
Sin embargo, ese talento existe y resiste. Del campo yermo brotan flores salvajes de esperanza, pese a todo.
Goya grabó en lienzos y memorias la oscuridad de una tierra en la que el sol ni se pone, ni ilumina el camino, Bardem disfrazó la miseria de neorrealismo corriendo Calle mayor abajo, Erice enfrió la sangre derramada en los campos de Castilla con hielo ruso en El espíritu de la colmena, Fernán Gómez situó al espectador ante un espejo que mostraba como El mundo sigue anclado en la miseria eterna, Buñuel dejó claro que el encanto de la burguesía es discreto, Saura mostró los dientes de la bestia devorando a su presa en Ana y los lobos, Berlanga y Azcona se burlaron de la censura que pretendía negar la realidad para que el público siguiese tan Plácido ante El verdugo…
Álex de la Iglesia metió en su cerebro a Buero Vallejo, Valle-Inclán, Galdós, Ibáñez, Goya, el cine español, Vallecas, Puertohurraco y todo el punk del universo para agitar la mezcla y reventar todo lo que conocemos. Pero además, en La Comunidad añadió a Hitchcock, a Polanski y su tétrica trilogía del apartamento, y lo que Caravaggio habría hecho con 13 Rue del Percebe, sumir su humor ácido e incisivo en las sombras.
Reinventó el casting y unió la fuerza de un reparto tan teatral y coral como irrepetible para volar por los aires el edificio, Madrid, y la cabeza de un espectador al que obliga a reconocer la esencia de la maldita tierra que pisa.
Unió a la bestia de Terele Pávez con Curro Jiménez y los hizo bailar en la oscuridad entre una pléyade de personajes medidos y precisos hasta la perfección. Tanto desde el punto de vista de dirección como de interpretación, el magnífico guion de Jorge Guerricaechevarría y el propio de la Iglesia, se expande como el universo.
Se expande, además, con un sentido del humor salvaje y sin miedo a nada. En el laberinto delirante de pasiones insanas, bajezas y ambición letal, De la Iglesia obliga al espectador a subir todas las escaleras de esta comunidad de miserables y alcanzar una de las cimas del cine español.
Sobre el papel, La comunidad es algo sencillo. Julia (Carmen Maura), es una agente inmobiliaria que arrastra con toda la resignación y optimismo que puede su vida y su relación con Ricardo (Jesús Bonilla) —un personaje que De la Iglesia utiliza a modo de MacGuffin de forma magistral—, hasta que, por azar, encuentra en el edificio que alberga uno de los pisos que intenta vender una fortuna resguardada por el cadáver de su propietario.
Tras el descubrimiento, la película muestra sus cartas y su verdadero poder se desata como el día de furia vecinal sobre la que se sostiene. Aprovechando la oportunidad, Julia se hace con el dinero del difunto, y los acontecimientos emprenden una marcha imparable.
Ricardo desaparece como el pasado que Julia parece estar a punto de lograr dejar atrás, y el presente actúa como el único valor seguro que tendremos jamás, mostrando a Julia el espejismo de la fortuna, y negándoselo mientras De la Iglesia desarrolla la tragedia que siempre camina al lado de la comedia, una comedia más costumbrista, terrorífica y violenta que nunca.
La película muestra un hecho, una causa y dos bandos.
El dinero encontrado por Julia es el resultado de una quiniela acertada por el vecino difunto, premio que causa la división de una comunidad de vecinos que —en base a un argumento delirante— se cree con derecho a reclamar su parte del tesoro, cercando al vecino hasta matarlo de encierro, miedo y soledad, y eliminando a cualquiera que se niegue a participar en sus siniestros planes, como «el ingeniero», maravilloso personaje invisible que cristaliza en su relevo visible, Julia.
Así, con el dinero en manos de su especie de relevo, el desgraciado ganador del premio logra una nueva oportunidad para huir, pero la comunidad está férreamente unida para lograr el objetivo que lleva persiguiendo desde hace años. Sencillamente, el bando comunal no puede dejar caer los crímenes que ha cometido en saco roto.
De un lado, Julia y el difunto forman un bando liderado por la que muy posiblemente sea la mejor interpretación de Carmen Maura (quien se muestra absolutamente descomunal y entregada a su personaje). Del otro lado, una miscelánea perversa liderada por Emilio (Emilio Gutiérrez Caba), secundado por quienes llevaron a la cumbre sus personajes.
María Asquerino, Marta Fernández Muro, Paca Gabaldón, Kiti Mánver, Sancho Gracia, Terele Pávez, Eduardo Antuña, Manuel Tejada, Enrique Villén… el universo oscuro de La comunidad deslumbra como el mejor de los carteles de los días de gloria de aquel cine de allí, pero hecho aquí.
Los bandos se enfrentan y De la Iglesia mezcla su autoría propia con una serie de maravillosas referencias, además de las ya mencionadas fuentes por parte de Hitchcock y Polanski, La jauría humana de Arthur Penn ataca con la violencia del Grupo salvaje de Peckinpah, y como en uno de los episodios de The Twilight Zone, o una de las Historias para no dormir de Chicho, los vecinos atacan a Carmen Maura con la furia enloquecida y desesperada de un ejército de Zombies propio del universo creado por George A. Romero en La noche de los muertos vivientes.
La historia transcurre con la fuerza habitual de su autor, pero más contenida y equilibrada que nunca. Así, Maura huye (ya transformada en un monstruo más) de las criaturas imposibles, extrañas y fanáticas que se retuercen entre las sombras de esa oscura escalera y su eterna historia, condenados a su propia naturaleza que evita salir de las entrañas del monstruo.
Eludiendo una luz que muestra el Madrid del nuevo cambio de siglo y las viejas y sucias costumbres. Lejos, muy lejos de la luz.
https://ver.flixole.com/watch/258a9273-d98b-41c2-89f3-39d54605c127
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Octubre 2022.