EL «CINE-PUNK»,
POR ÁLEX DE LA IGLESIA.
El día de la bestia es una de las películas que mejor definen la famosa frase, «declaración de intenciones», y teniendo en cuenta que las intenciones de Álex de la Iglesia siempre vuelan los moldes por los aires, el cine español sintió como esta película desenfrenada y salvaje sacudió sus cimientos.
Transgresores a lo largo de la historia del cine español ha habido muchos, algunos magistrales y otros con más intención que dominio de su oficio, pero de una u otra forma, todos han contribuido a la existencia de una filmografía que sigue luchando contra el prejuicio, la estupidez y el olvido.
Sin embargo, hay entre todos los grandes nombres del cine español, uno que responde en solitario y por derecho propio a la palabra salvaje. Álex de la Iglesia fue, durante los días de la bestia, el punto de inflexión cinematográfico hacia unas formas totalmente inexploradas en esta tierra.
EL DÍA DE LA BESTIA.
DANZAD, DANZAD, MALDITOS.
No hay, a priori, ninguna conexión aparente entre El día de la bestia y el título en español de la magistral obra de Sidney Pollack, Danzad, danzad, malditos (They Shoot Horses, Don´t They), pero vistas desde una perspectiva más reflexiva, el denigrante espectáculo a la que la sociedad se entrega en masa, acerca el mensaje de ambas películas, algo que me permite utilizar el título de una para abordar el fondo de la otra.
De la Iglesia se centra con El día de la bestia en la irreverente y alocada sinopsis, obviamente, pero de la misma forma que Pollack basó su obra maestra en la pérfida necesidad que el humano tiene de contemplar como algunos ejemplares de su especie se someten a las oscuras y sucias luces del espectáculo, de la Iglesia arremete en su película contra las luces de neón que encubren la danza macabra a la que se someten en masa los miembros de una sociedad maldita.
Madrid despliega su ejército social, y la masa recorre sus calles sucias y oscuras, sometidas a la autodestrucción, mientras las luces de la Navidad, entendida y puesta en escena como espectáculo y entretenimiento masivo, iluminan mortecinamente el camino hacia el fin del mundo que tres desgraciados, tres locos malditos, recorrerán en Nochebuena para intentar salvar el mundo.
El día de la bestia es una película clave que llegó en un momento fundamental; lo es por muchos motivos.
En el meridiano de los años 90, una década para el cine de terror español que parecía haber enterrado los postulados del «Exploitation» propio del Fantaterror, la desvergüenza cargada de talento de la Serie B, y el afilado colmillo de la sátira «Berlanguiana» y toda su generación, el espíritu irreverente de Jess Franco, Amando de Ossorio, José Ramón Larraz, Eloy de la Iglesia, Piquer Simón, Paul Naschy, y el maestro de ceremonias, Chicho Ibáñez Serrador, languidecía ante las nuevas —a la par que cercanas a los clásicos cánones de Hollywood— propuestas de Balagueró (y su futura alianza con Paco Plaza), Amenábar y compañía, que habrían de proporcionar al género una nueva identidad y renovada energía mediante títulos que a lo largo de los siguientes veinticinco años resultarían de diversa consideración.
Pero, inmerso y a la vez al margen de todo aquello, de la Iglesia halló el medio para llegar al extremo.
El día de la bestia es la historia de un fin del mundo delirante narrado a través de la reinvención de varios géneros. Acción vertiginosa y violenta sin concesiones de ningún tipo, comedia bajo los dictados del humor más negro y castizo, y terror «cañí» fantástico en base a una misión suicida emprendida por tres dementes que danzan alrededor de una serie de personajes secundarios liderados por dos interpretaciones que pasaron inmediatamente a los anales de la filmografía española: Rosario (Terele Pávez) y Mina (Nathalie Seseña).
Por las calles de un Madrid de aspecto apocalíptico —que bien podría considerarse la visión Punk y heredada del sainete tenebroso en que lo enmarcó Edgar Neville en La torre de los siete jorobados—, un sacerdote obsesionado con la llegada del Anticristo (Álex Angulo), deambula por la cuidad mientras intenta forzar un encuentro con el diablo para conocer el lugar del nacimiento de su hijo.
En su extravagante trayecto —durante el que se dedica a delinquir de diversas formas para forzar el encuentro—, topa fortuitamente con José María (Santiago Segura), dependiente de una tienda de discos en un barrio de la ciudad, un personaje de aspecto sucio y descuidado, aficionado a la música satánica y los programas esotéricos baratos emitidos por la televisión estatal para entretenimiento del público masivo.
Es en uno de esos programas donde descubren la figura del Profesor Cavan (Armando de Razza).
Tras su breve encuentro, el sacerdote y José María emprenden una marcha vertiginosa en la que habrán de enfrentarse a Rosario (madre de José María y dueña de un hostal de mala muerte), y utilizar a Mina para invocar al diablo, a petición de Cavan, secuestrado en su casa y torturado por el dúo satánico, que, conforme al delirante avance de la película, terminará más convencido incluso que sus raptores del nacimiento del Anticristo en Nochebuena.
El fuego que de la Iglesia abrió con esta película, no se detiene en ningún momento. No hay absolutamente nada que sea respetado aquí: la carrera contra la cordura y el tiempo que el trío protagonista emprende para salvar al mundo en Nochebuena, transcurre con todas las críticas sociales imaginables como trasfondo.
La Navidad y su inherente masa social moviéndose entre luces de neón y villancicos, una banda organizada que apalea y asesina a cualquier indigente que se cruce en su camino, un presentador superficial y arrogante que considera a la audiencia de su programa lo que es en realidad: una masa dispuesta a contentarse con un programa superficial y casposo… de la Iglesia no hace ni amigos, ni concesiones, ni prisioneros.
La Navidad en El día de la bestia tiene lugar en un Madrid mucho más parecido al Nueva York de Taxi Driver que a una gran ciudad durante las fiestas navideñas, un Madrid en el que la noche alberga asesinatos, secuestros, robos, consumo de drogas, y delirios psicotrópicos durante una carrera contra absolutamente todo aquello que está establecido para salvar al mundo de sí mismo.
Los miembros de la trinidad invertida por de la Iglesia danzan como seres malditos, satánicos y de Carabanchel, salvan al mundo en Nochebuena, y al día siguiente, engrosan las filas del ejército de las tinieblas, formado por desgraciados y locos, por héroes invisibles a los ojos de ese mundo que sigue bajo el dictado del ángel caído con el la película finaliza, mientras —como el cierre de Plácido— la esperanza se pierde en la distancia.
El día de la bestia es un grito de furia magistral. Un ejemplar único de «Cine-Punk» en Navidad.
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Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Enero 2023.