PAUL VERHOEVEN.
LA REALIDAD COMO ESPECTÁCULO.
En 1987, Paul Verhoeven llegó a los Estados Unidos con su creación, Robocop, para cuestionarlo absolutamente todo y responder a una pregunta.

¿Cómo sería una versión de lo que Sidney Lumet le contó a la humanidad sobre sí misma y su funcionamiento en Network, con altas dosis de violencia y formas cinematográficas ochenteras?
Pues sólo como Paul Verhoeven pudo hacerlo, pues prácticamente sólo a él le importa un carajo la farsa social yankee, y por extensión, la neoliberal.

Sin embargo, es justo decir que no solo él se afanó en sacar a la luz las miserias americanas. Hubo otros dos lados en este triangulo europeo que durante los años ochenta oscureció las luces de neón con su irreverente y sincera visión: Win Wenders con su Paris, Texas y Uli Edel con Última salida, Brooklyn.
Pero volvamos con el iconoclasta flamenco y su -digamos- especialidad.
ROBOCOP VS MURPHY. DUELO EN DELTA CITY.
Al margen de los odios y pasiones que despierte, Verhoeven es un tipo muy listo, Robocop ofrecía a la taquilla de los años ochenta lo que quería, un Terminator legal, un policía diseñado por humanos para servir y proteger a los humanos, un robot policía que reparte leña con más chulería que todos los pistoleros de los westerns juntos.


Un tipo duro, metálico y además, de los buenos. Un americano. Al publico se le caerían las manos de tanto aplaudir.
Pero Verhoeven es listo, no yankee, ni complaciente, ni políticamente correcto, ni manejable, ni nada que se le parezca, Verhoeven reparte hostias allá donde filma.

Sobre el papel, Robocop es una de chicos buenos, pero Verhoeven utiliza la ciencia ficción para hablarnos de la realidad, y en el mundo real los chicos son malos, la política una profesión inútil para la sociedad en manos de las grandes corporaciones, (Network, Sidney Lumet…), la televisión y la publicidad herramientas dogmáticas, la delincuencia una forma de vida, las ciudades basureros sociales en los que ocultar las verdaderas intenciones de esas grandes corporaciones que controlan a una sociedad que ha perdido el rumbo, la empatía y cualquier atisbo de esperanza y civilización.

Robocop es la herramienta definitiva para que los dioses controlen a sus propias creaciones, para mantener el orden en el caos que los hace millonarios. Verhoeven no es un buen chico, Robocop no es un héroe y el mundo, en general, apesta. Aunque por fortuna, siempre hay alguien con valor y talento para contar la verdad.

Eso nos cuenta Robocop, el sheriff de este western urbano se planta frente a los habitantes de las sombras que dibuja el esplendor de Cuidad Delta. No es un buen tipo, ni un héroe, ni un justiciero.
Es un producto creado con un objetivo, un robot policía en el que teóricamente ya no queda nada de Murphy, y el producto cumple con su función, limpiar la mierda de la calle, sin más, sin implicaciones morales ni compasión por las víctimas, sin buen rollo ni censuras para todos los públicos.

Verhoeven no hace prisioneros, Robocop dispara y vuela todo por los aires, pero eso no es todo. La máquina diseñada por los hombres guarda el último aliento del antiguo humano que todavía mueve al robot.
Esos recuerdos, esa sombra del pasado que se rebelará contra los dioses creadores, conduce los pasos de los protagonistas y la máquina humana hacia el último duelo al sol.


Hay en ese camino una secuencia en la que Verhoeven no juega con ganadores, (aquí dejo el enlace:https://www.youtube.com/watch?v=UY89o4QFvQM )
Robocop ha dejado que Murphy recupere su sitio y le ha cedido el control. Allí, sobre las ruinas de una Ciudad Delta todavía por construir, Verhoeven se centra en el maravilloso casting y la película se apoya completamente en los actores, quienes llevan al punto álgido el planteamiento y significado real de esta cima de la ciencia ficción: la realidad.


Dos productos creados por el mismo dios matándose entre ellos después de servir al mismo propósito: el poder empresarial, la ley y el orden destruyéndose mutuamente con una violencia eficaz para el funcionamiento de la película, una violencia certera y específica.

Una violencia real, tan intolerable para la farsa social como ver su verdadero reflejo ante el espejo. En este crepuscular tramo final, el reparto se reduce a la mínima expresión y alcanza la máxima eficacia: Clarence -un impagable Kurtwood Smith– mata a Robocop, Murphy -ambos en las excelentes manos de Peter Weller- mata a Clarence y le explica a Lewis -una inteligente Nancy Allen– como va el juego:


“Te recompondrán, ellos lo arreglan todo.”
Verhoeven pone al espectador del revés, le vuela la cabeza, lo lleva a la cima, y con la vehemencia y la mala hostia que lo caracterizan, lo conduce al desmayo previo al coma.
Todo esto al ritmo de la maravillosa música de Basil Poledouris, por si lo que vemos fuese poco.

Incluso después de muerto, Murphy es un buen chico. Aunque no haya esperanza ni victoria posible, lo es.
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
https://www.filmin.es/pelicula/robocop
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Septiembre 2021.