SIDNEY LUMET. MENOS ES MÁS. VOL.II.
Lo que Sidney Lumet nos muestra en Network es tan sencillo como siniestramente complejo.

Nos muestra al profeta en manos del mismo dios con el que pretende acabar. Howard Beale, ese producto fabricado por la misma televisión que le obliga a renegar de su creador y al mismo tiempo le concede la oportunidad de atacarle, se muestra ante el público como un profeta maldito, como un predicador enloquecido que grita la verdad, que condena y advierte sobre las terribles consecuencias de la jaula en la que todo el mundo se encierra.

Dios da libertad al predicador para rebelarse y revelar la verdad, para difundir la palabra al mundo. Y el mundo se postra ante él.
Un mundo tan asqueado y agotado por la corrupción, las crisis económicas, el desempleo, la precariedad, la delincuencia, la contaminación y el suicidio colectivo en el que estamos metidos, como el propio Beale. Y tan equivocado como él a la hora de apuntar a su enemigo. Esa es la verdadera clave de la película: quién es y dónde se oculta el enemigo.

NETWORK. LA VOZ DE SU AMO.
La mejor defensa para la televisión es permitir un buen ataque, y no hay mejor ataque que aquel que proviene de lo que se tiene bajo control. El público y el profeta están a su servicio sin saberlo. La revolución ha muerto antes de nacer y sólo el objetivo de esa revolución se ha enterado.


Lumet nos pone de frente ante la evidencia, su grandeza y el fracaso de una batalla perdida para siempre.
Todo esto ocurre a lo largo de la película, pero en mi opinión hay una secuencia en Network -dejo el enlace a pie de texto- que nos muestra una lección doble, una lección acerca de la dirección e interpretación, y otra acerca de como funciona realmente el mundo:


Lumet nos enseña como lo hacen los mejores y dios abre las puertas del templo y le habla al profeta.
Jensen le pone las cosas claras a Beale. No hay naciones, no hay democracia, no hay revolución, no hay elección. Gilipolleces para ingenuos. La política ha muerto. Hay negocios, y todo aquello que no sea un negocio, no sirve de nada.


Si el público se sienta a ver y oír a dios a través de su predicador, aunque se haya vuelto loco y lo ataque, dios gana pasta, y mientras dios gane pasta todo va bien. No importa que el profeta enloquezca, no importa que el público lo ame, lo odie, tema sus palabras o se ría de él, importa que enciendan el televisor.

Importa que maldigan a dios entrando en su templo y pagando la entrada. La revolución financia el trono del tirano. Es el negocio perfecto. Es lo que Jensen quiere y lo que Beale le da. Dios ilumina a su profeta, y no permitirá que nadie toque a ese puto demente a su servicio.
Un día el público se cansará del profeta, necesitará sedar su juicio con otra cosa y pedirá su cabeza, entonces dios complacerá al público ejecutándolo en directo para que el negocio continúe.

Pero hasta entonces ese es su chico de oro, su príncipe de la ciudad. La audiencia le espera y la máquina está lista para ganar pasta.
Lumet enciende la tele y el espectador, tras ver como funciona el mundo, se desmaya antes de entrar en coma.
Enlace a la secuencia: https://www.youtube.com/watch?v=8jIw22XXSso
Película disponible: https://www.filmin.es/pelicula/network-un-mundo-implacable
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.