NUEVOS MUNDOS. VIEJAS COSTUMBRES. EL DORADO INTERESTELAR.
Prospect es -además del cortometraje homónimo llevado a cabo en 2014 por Christopher Caldwell y Zeek Earl, y ampliado a largo cuatro años después- una de esas películas elegantes, discretas, y -por eficaces y bonitas- sorprendentes.
Es cierto que a estas alturas de la película, ningún género -y menos aún la ciencia-ficción– tiene fácil sorprender y captar un prolongado interés. Especialmente si se aleja a partes iguales de la profundidad filosófica propia de Andrei Tarkovsky, Jindrich Polák o Stanley Kubrick -en Solaris, Ikarie XB1 o 2001: una odisea del espacio respectivamente- de las cimas del terror en el espacio propio de Alien o La cosa, del distópico existencialismo de Brazil y Blade Runner, o de los productos de consumo rápido y taquilla fácil que caen uno tras otro en el olvido de un universo cada vez más interesado en la ley del mínimo esfuerzo.
Esa es el arma más poderosa de Prospect, la equidistancia entre todos los puntos clave de la ciencia-ficción para construir, a partir de todo aquello que ya existe, su propio universo. Algo para lo que recurre a un género y una condición estrictamente terrenales: el western y la fiebre del oro.
PROSPECT. DUELO MÁS ALLÁ DEL SOL.
Sobre el papel, Prospect no cuenta nada nuevo. Al contrario, supone la enésima incursión en los destructivos y ambiciosos planes colonizadores del ser humano más allá de sus fronteras naturales.
Lo que sí cambia en su propuesta es la introducción de un factor propio de otro género y -ante todo- del pasado. La búsqueda del dorado.
El afán por la riqueza que caracteriza la sociedad desde los barrios más pobres de la revolución industrial hasta los edificios más altos de Wall Street, sirve como una de las premisas sobre las que se sostiene la película.
Sus protagonistas, Jay Duplass y los excepcionales y sorprendentes Sophie Thatcher y Pedro Pascal, se ven inmersos en una especie de survival laboral -ninguno de ellos es especialmente ambicioso, solo pretenden ganarse la vida- en el que los clásicos patrones humanos se extienden más allá de la tierra.
Una luna situada en algún punto del espacio sin concretar ha sido explotada hasta los últimos recursos por parte de una serie de corporaciones humanas que envían grupos de excavadores para extraer un material extremadamente valioso. Debido a las continuas excavaciones, el ecosistema muta, desarrollando una especie de partículas que flotan en el ambiente, algo que vuelve el aire irrespirable para los humanos.
Una de las últimas expediciones encuentra un nuevo filón que resulta ser el más rico de todos. Con la intención de explotar sus recursos por última vez, Damon y su hija Cee, (Jay Duplass y Sophie Thatcher), llegan para extraer el material y volver con los últimos miembros de la expedición.
Pero algo se tuerce y lo que en principio parece una historia centrada en la conflictiva -y deslocalizada en el espacio- relación entre un padre y su hija adolescente, da paso mediante la aparición de Ezra, (Pedro Pascal) y su misterioso y mudo compañero a la verdadera naturaleza de la película.
Ellos dan pie a una serie de situaciones y personajes que llevan la película a su particular terreno, donde se desarrolla a partir de ese momento el verdadero interés de la película. Un western galáctico a modo de survival donde lo único que importa es ese nuevo objeto del deseo, esa fiebre sideral del nuevo oro que llevará a los protagonistas a jugarse la vida en busca -una vez más- del dorado.
Sentadas estas bases, la película inicia el ascenso hacia su punto álgido. Una carrera contra el tiempo y el espacio donde las Crónicas marcianas de Ray Bradbury, El tesoro de Sierra Madre de John Huston y las magníficas interpretaciones de Thatcher y Pascal nos guían a través de un ritmo pausado y tenso por un nuevo mundo inquietante y ante todo visualmente precioso.
Esa es la clave definitiva de la película, la misma que hace olvidar sus defectos: su estética retro-futurista y su ambientación densa y onírica que muestra la bonita fotografía de Zeek Earl.
Una ambientación que recuerda tanto a clásicos como la adaptación de la novela de H.G. Wells, The time machine, (George Pal, 1960), o First man in the moon, (Nathan Juran, 1964), y en su aspecto estético al imaginario de Julio Verne y el universo de Mad Max, como a referencias más actuales como la estética espacial soviética que podemos ver en la serie de televisión Tales from the loop o -ciñéndonos al paisaje- la película de Denis Villeneuve, La llegada.
Es cierto que la película cae en varias ocasiones en un argumento que -una vez expuesto- se hace repetitivo, (no olvidemos que se trata de la extensión de un cortometraje), también es verdad que el final resulta demasiado recurrente, blando y excesivamente acomodado y apto para “todos los públicos.”
Pero también es cierto que su maravilloso diseño de vestuario y atrezzo, la ambientación, la fotografía densa, extraña y mimetizada con un entorno tan atractivo como inquietante y hostil, y la utilización de un ritmo ralentizado siempre a favor de las interpretaciones, sumergen completamente al espectador en el universo de este pequeño y discreto milagro en forma de survival y duelo cósmico.
Todo aquello que compone Prospect es antiguo como el mundo del que sus protagonistas proceden para seguir la viejas normas que acabarán de nuevo con todo, incluidos ellos mismos. No hay nada nuevo bajo este duelo más allá del sol, y sin embargo genera una sonrisa cómplice y una sensación tan agradable que, por olvidada en la ciencia-ficción actual, parece nueva.
Prospect no es una cima de la ciencia-ficción, obviamente. Tampoco es una obra maestra, pero es una bonita e inesperada sorpresa.
Algo así es muy de agradecer. Creo que esta película jamás merecerá el olvido.
https://www.filmin.es/pelicula/prospect
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES.
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Mayo 2021.