EL DECADENTE RESURGIR DEL CINE NEGRO.
Antes de Ridley Scott y el equipo que realmente hizo posible Blade Runner, ocurrieron muchas cosas que hicieron posible algo así.
A lo largo de la década de los setenta, un grupo salvaje de directores pusieron del revés el cine norteamericano – y por extensión el mundial- tanto fue así, que aquellos tipos suicidas destruyeron su propia creación, cerrando la puerta al camino que habían trazado, sin embargo un talento tan brutal dejaría necesariamente una rendija por la que el aire fresco continuaría entrando.
Ridley Scott fue uno de aquellos tipos, y una vez muertos los setenta llevó a cabo una especie de resurrección del género al que posiblemente más le deba el cine de los últimos ochenta años: el cine negro.
En 1979, Scott y especialmente Dan O’Bannon le volaron la cabeza a la ciencia ficción metiendo en la Nostromo un Alien, un gato, un robot que no sabía asesinar y ante todo, una tripulación formada por obreros. Currantes americanos de esos que vivían en el Bronx de Scorsese.
No eran militares con galones, ni élites aristocráticas, eran tipos del barrio. Pero en 1982, Scott quiso ir más allá, en 1982 nadie estaba pensando en el cine negro, en mujeres que mandan, tipos atormentados sin intención de vivir un día más, ni en ninguna de las criaturas que se mueven en las sombras del noir. Y si alguien pensaba en aquello, ni en mil años se le habría ocurrido mezclar la pasada jungla de asfalto con la futura jungla de cristal.
A nadie se le habría pasado por la cabeza decirle a Harrison Ford y a Sean Young que llevasen a Humprey Bogart y Lauren Bacall a las alcantarillas de una ciudad sometida a los dictados de los nuevos gángsters: los grandes ejecutivos.
A nadie se le habría ocurrido volarle la cabeza a la humanidad a ritmo de Vangelis, a nadie excepto a Ridley Scott.
BLADE RUNNER. NOIR, COLOR Y LÁGRIMAS EN LA LLUVIA.
Blade Runner es, además de la reinvención colorista y sintetizada del cine negro, un analgésico maravilloso.
Las luces de la ciudad, sus neones y pantallas, la contaminación que tiñe ligeramente un cielo gris del que no deja de caer la lluvia que lo envuelve todo, mecen ligeramente al espectador en la calma con la que afrontar la tormenta en la que tendrá lugar la rebelión de las máquinas.
El suicidio colectivo en el que la humanidad se ha metido ha llegado a su punto álgido, y esto debe contarse de la forma más hermosa posible. La niebla existencialista que envuelve a los replicantes y los Blade Runners, le quita el aire al espectador, adormeciéndolo para que pueda disfrutar del apocalipsis.
Así transcurre todo en la cima de la segunda era del cine negro, lentamente, tras la que posiblemente sea la lluvia más bonita jamás filmada.
La película nos nuestra, a través un maravilloso guión e interpretaciones, la resignación y ausencia de esperanza de los protagonistas, la maldad innata que a pesar de todo convive con una bondad que hasta las máquinas se esfuerzan en anteponer a su naturaleza.
El cinismo nihilista del Blade Runner, el perdón y la libertad concedidos por el agente Gaff, la esperanza y el amor de Rachael, la inocencia de J.F. Sebastian, el odio de Pris y Zhora y la violenta sabiduría de Batty flotan como lágrimas en la lluvia.
Cuando esa lluvia provoca el desmayo previo al coma en el espectador, cuando el cine negro conoce a la ciencia ficción y alcanzan juntos la cima, en ese momento, es hora de morir.
https://rakuten.tv/es/movies/blade-runner
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES.
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.