EL HOMBRE DEL TRAJE BLANCO. (ALEXANDER MACKENDRICK, 1951.)

ALEXANDER MACKENDRICK.

CINE TEJIDO CON CINE.

Como todo traje que se precie, la película de Alexander Macknedrick, El hombre del traje blanco, está tejida con los mejores materiales.

Desarrollemos esta afirmación, pero dado que la película de Mackendrick es breve, esta reseña también lo será.

Alec Guinness. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)
Alec Guinness. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)

Si durante los años cincuenta del pasado siglo, los americanos elevaron a la cima el cine negro con mayor o menor contenido social, el cine de ciencia ficción post-atómico y las sátiras que serían la herencia de sus propias screwball comedys, no había ningún motivo para que la patria de Shakespeare dejase de hacer lo propio, y en su competitiva línea, superarlo.

Al fin y al cabo, la revolución industrial, Chaplin, Hitchcock, la Hammer, Shakespeare, Dickens y el idioma que hablan los americanos son hijos de la reina virgen.

El hombre del traje blanco. (Ealing Studios. 1951.)
El hombre del traje blanco. (Ealing Studios. 1951.)

Alexander Mackendrick era americano de nacimiento, pero británico de origen y maneras cinematográficas, los estudios Ealing más británicos que Sherlock Holmes y El hombre del traje blanco un producto nacional que pondría verde de envidia a la industria yankee.

Alec Guinness, Michael Gough y Howard Marion-Crawford. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)
Alec Guinness, Michael Gough y Howard Marion-Crawford. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)

Mackendrick era un tipo con un talento discreto y certero, manejaba los grupos de actores y la puesta en escena -lo que los anglosajones llaman blocking– con tan buen gusto y coordinación narrativa y visual como Leo McCarey, Berlanga o Wilder, es decir, le facilitaba al espectador situaciones tremendamente complejas en cuanto a ejecución se refiere.

Sus aparentes caos estaban medidos a la perfección.

EL HOMBRE DEL TRAJE BLANCO.

LA CÓMICA CIENCIA-FICCIÓN.

En el hombre del traje blanco, la premisa es tan sencilla como rompedora: Sydney Stratton – interpretado por Alec Guinness– es un joven investigador que logra inventar un tejido innovador: no se puede romper ni manchar.

Sin embargo, las fuerzas que mueven el mundo no tardan en oponerse a las que deberían impulsarlo.

Alec Guinness. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)
Alec Guinness. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)

La ambición hace frente a la ciencia, y tanto los empresarios como los trabajadores de la industria textil llegan a un acuerdo para impedir la fabricación y difusión del nuevo tejido. Unos temen la ruina de sus empresas. Otros, la pérdida de sus puestos de trabajo.

A partir de esa premisa, Mackendrick golpea con fuerza en el corazón del orgullo yankee, llevando a su terreno prácticamente todos los elementos que elevaron la industria al otro lado del mundo:

Un laboratorio digno del mejor mad doctor como el que tuvo James Whale en su Frankenstein, una crítica social contra la producción y ambición desmedida como las producciones estadounidenses de Chaplin o Elia Kazan en La ley del silencio, un reparto impecablemente británico, ácido e inteligente liderado por el impagable Alec Guinness, y un guión con una premisa original y un desarrollo por parte de Mackendrick dinámico y preciso como el de un gran cineasta.

Alec Guinness y Joan Greenwood. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)
Alec Guinness y Joan Greenwood. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)
Alec Guinness y Joan Greenwood. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)
Alec Guinness y Joan Greenwood. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)

Mediante ese guión -que aunque original, bien podría encontrarse entre las líneas de H.G. Wells– y con la impagable ayuda de un elenco de secundarios liderados por Joan Greenwood aportando una sólida elegancia a la interpretación, la reina madre se lleva de calle a la tierra prometida, y los modestos estudios Ealing le sacan los colores a los enormes magnates yankees.

Pero eso no es todo.

Mackendrick cuenta su historia con la inalcanzable fotografía de Douglas Slocombe. Mediante luces y sombras expresionistas proyectadas en los callejones ingleses, los británicos lucen el mejor noir norteamericano sobre el que destaca en todo momento el verdadero protagonista: el traje blanco huyendo a través de la oscuridad.

Eso también es maravilloso, pero no es todo, no es la cima, a la cima nos lleva una secuencia en concreto, (aquí dejo el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=fMwFxUQx1PI )

El hombre del traje blanco. (Ealing Studios. 1951.)
El hombre del traje blanco. (Ealing Studios. 1951.)

En esta secuencia, la originalidad de la propuesta de Mackendrick llega a su punto álgido. Tal y como haría Bresson en su Un condenado muerte se ha escapado, o Leone en su intro de Once upon a time in the west, Mackendrick juega su as en la manga: el sonido.

En esta secuencia, el sonido aporta la originalidad a la que ninguna producción yankee llegó jamás.

Joan Greenwood. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)
Joan Greenwood. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)

El invento de Alec Guinness se hace oír antes de mostrarse, Mackendrick le dice al compositor Benjamin Frankel que convierta los sonidos del laboratorio en música, y el milagro sonoro llega a oídos del espectador, quien sólo puede asistir seducido por ese extraño ritmo al desarrollo de la secuencia que lo conducirá al desmayo previo al coma.

Alec Guinness. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)
Alec Guinness. (El hombre del traje blanco. Ealing Studios. 1951.)

Todo esto ocurre de la única forma posible:

Con la sutileza y elegancia de la mejor ficción británica, impecable como el traje blanco que Mackendrick le regaló a la humanidad.

Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES

https://ok.ru/video/2746952780434

David Salgado.
©24 sombras por segundo. Septiembre 2021.

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