POROROCA. (CONSTANTIN POPESCU, 2017.)

LA DESOLACIÓN SUTIL. 

En el fondo, la película de Constantin Popescu, Pororoca, está emparentada con títulos imprescindibles como El rapto de Bunny Lake, Desaparecido o El infierno del odio. En el fondo, las películas de Otto Preminger, Costa-Gravas y Akira Kurosawa respectivamente, forman familia con la firmada por Popescu.

En el fondo, sí. En la forma, no.

Adela Marghidan, Stefan Raus y Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Adela Marghidan, Stefan Raus y Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)

Eso es lo que deja sola la película del rumano en el universo de las desapariciones. Obviamente, toda película que se adentre en el profundo dolor y desesperación que suponen el secuestro de un ser querido, transcurrirá por los caminos del drama, pero eso no significa que todas las películas permanezcan dentro de los límites del género, y mucho menos que no reinventen sus normas con arriesgadas propuestas.

Preminger lleva el trágico suceso al mundo del suspense -dándole incluso ciertos tintes de terror– Costa-Gravas conduce el drama al contexto social y político, mientras que Kurosawa lleva la película a su particular y poético mundo de las tribulaciones y el honor samurai.

Las tres películas cruzan las fronteras del drama, creciendo en base a otros géneros y circunstancias ajenas al secuestro en sí mismo. Ahí está la distancia que marca Pororoca, no se aleja en cuanto a calidad, no tiene un fondo distinto, pero sí una forma única de meterse en un jardín de esta envergadura.

La película de Popescu plantea todo de una forma extraña. Sobre el papel, dos horas y media de metraje consistentes casi exclusivamente en secuencias muy largas y estáticas, sin una fotografía especialmente bonita o narrativa y con una ausencia total de música que enfatice las emociones, son bastantes motivos para bajarse del tren casi al inicio.

Pero es precisamente ese inicio dotado de un extraño, inquietante y enigmático poder, el que nos atrapa, el que -fiel a la naturaleza de la película- secuestra nuestros sentidos hasta el final de ese camino trazado con tan extrañas formas.

Pororoca. (Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Pororoca. (Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)

Pororoca tiene un aspecto costumbrista y documental desarrollado en un época y en torno a unos personajes totalmente carentes de interés. No cuenta con la poesía del realismo mágico, ni tiene a su favor el nervio o el calado de un documental que se desarrolle en zonas conflictivas. Pero todo forma parte de la trampa que Popescu tiende al espectador.

Una familia de cuatro miembros formada por un matrimonio y sus dos hijos pequeños nos muestra su vida cotidiana, una vida en la que sí apreciamos cierta frialdad sometida a la rutina, además de indicios relativamente evidentes de incomunicación entre la pareja.

Iulia Lumânare, Stefan Raus y Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Iulia Lumânare, Stefan Raus y Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)

Por otra parte, hay claras muestras de un comportamiento machista, celoso y controlador por parte del hombre, nada que el concepto de familia tradicional sometida a las normas de una sociedad programada para cumplir con su diseñada infelicidad, no asuma con naturalidad.

El guión, las interpretaciones y la dirección nos muestran todo esto en los primeros compases de la película con eficacia, pero sin suscitar entusiasmo. Lo que vemos durante los ocho primeros minutos nos presenta con claridad a los personajes y sus circunstancias, pero no parece ir más allá. Seguimos cayendo en la trampa.

A continuación, Popescu nos introduce en una secuencia de la que no saldremos hasta el final de una película que muy difícilmente podremos abandonar. Lo que ocurre en la secuencia del parque -es ahí donde empieza la verdadera película- tiene una cantidad de información y detalles abrumadora.

La trampa desata su eficacia y la película nos invade con su extraño halo. Esa secuencia tiene una duración aparentemente injustificable, pero la ilusión en la que nos adormece agudiza al mismo tiempo todos nuestros sentidos. Es aquí donde Popescu comienza a desvelar su genio, su forma maestra de atraparnos en el fondo de una intrascendencia completamente falsa.

La naturaleza de Pororoca se basa en la contradicción de la forma. Aquello que no debería llamar nuestra atención, lanza de pronto un hechizo que nos hará suyos para siempre. Un padre jugando con sus hijos en el parque, observándolos al mismo tiempo que se distrae en conversaciones telefónicas y personales con otras personas del parque sobre temas totalmente superfluos.

El sol brilla con intensidad y el espacio es abierto, no hay peligro, no hay zonas ni personajes siniestros. No hay música que nos ponga en guardia. Pero hay algo extraño presente en todo momento. Mediante planos abiertos en los que podemos verlo todo, Popescu juega su carta maestra: las conversaciones. No solo oímos la conversación principal que el padre mantiene por teléfono o con otras personas.

Al mismo tiempo y perfectamente separadas de la principal, Popescu introduce en nuestros sentidos el resto de las conversaciones que mantienen todos aquellos que vemos en plano.

Esas conversaciones también son intrascendentes -un tipo paseando a un perro que discute con dos señoras sentadas en un banco, madres y padres hablando entre ellos y con sus hijos- nada relevante, nada que llame nuestra atención.

Nada. Y sin embargo nos atrapa. Mientras todo esto ocurre, algo nos inquieta, nos mantiene atentos a todo lo que se dice, a cualquier movimiento de los personajes que pueblan ese -ahora sí- enigmático espacio.

A plena luz del día, en un parque con un aspecto más parecido al de un spot televisivo o un telefilm barato que al de una película, algo terrible nos acecha, algo terrible ocurrirá de un momento a otro. No hay ningún motivo para pensar en algo así. No sabemos qué es, dónde está ni por qué aparecerá. Pero algo nos retiene, algo que desatará la desolación de una forma sutil.

La trampa en la que Popescu nos ha encerrado no ha hecho más que comenzar. La hija de ese anodino padre desparece de forma invisible ante nuestros ojos. Entre toda esa gente, nadie ha visto nada,  entre todas esas conversaciones, nadie ha oído nada. A partir de aquí, totalmente a merced de la película, asistiremos a su arma más poderosa: la transformación.

POROROCA. LA METAMORFOSIS SEGÚN CONSTANTIN POPESCU. 

Esa es la otra clave fundamental que hace de esta película -además de una maravilla- algo prácticamente único en su especie. El secuestro es un  punto de inflexión que desata todo tipo de consecuencias.

Las previsibles por el perfil de los personajes: un cisma -en la ya herida de muerte por la rutina- relación de pareja, el profundo sufrimiento y la rabia que se apropia de viejos dolores y frustraciones que desembocan en culpas que vuelan en direcciones posiblemente incorrectas, el nulo avance en las investigaciones y la inevitable separación.

Iulia Lumânare y Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Iulia Lumânare y Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)

Las imprevisibles en base a la trama y los personajes: las derivadas de la metamorfosis que sufre Tudor -el personaje interpretado por Bogdan Dumitrache, sobre el que recaerá desde ese momento todo el peso de la película- metamorfosis propiciada por la separación y reacción del resto de su familia -unos magníficos Iulia Lumânare y Stefan Raus en los papeles de su mujer e hijo respectivamente- y especialmente por su relación con el agente al cargo de la investigación del caso, un notable Constantin Dogioiu.

Esta paulatina y contenida metamorfosis de Tudor es el pilar sobre el que la película alcanza la cima.

Si bien su enigmático comienzo nos atrapa, la irrupción en la película del elemento kafkiano que convierte sutil y lentamente a un padre anodido y corriente en el culpable ante su familia de la pérdida de su hija Maria -interpretada por Adela Marghidan– nos lleva directamente a un descenso que contemplamos ensimismados, pero que casi no podemos creer.

Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)

La escalera por que Tudor desciende a todo aquello que jamás creyó poder ser, sigue un orden medido a la perfección. Kafka y Popescu nos conducen por esta terrible senda: de padre, a culpable, de culpable a obsesivo detective en el caso de su hija, de obsesivo detective a presunto delincuente, de presunto delincuente al hundimiento en el abismo más profundo que nos conduce al punto que Popescu planeó para todos nosotros desde un principio que en realidad nunca existió.

Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Iulia Lumânare y Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Iulia Lumânare y Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)

Todo esto mientras asistimos a otro de los milagros obrados por la película: la transformación física de Tudor y el creciente rechazo social que sufre mientras se produce. Cuanto más se hunde en sus propias sombras, más delata la luz su deterioro.

Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)

El desgaste de su ropa va de la mano con una maravillosa y elocuente pérdida de brillo en su mirada. Todos sus tonos se apagan al mismo tiempo que su vida se extingue para convertirse en un monstruo. Su ropa y su mirada se oscurecen mientras su antiguo yo se desvanece en el dolor. El guión de esta película es un milagro.

Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)
Bogdan Dumitrache. (Pororoca. Scharf Advertising, Irreverence Films. 2017.)

Así, llegamos al final de esa escalera hacia el infierno en la que la metamorfosis de Tudor nos sitúa. Un final que no desvelaré, pero en el que esa sutil desolación nos volará la cabeza.

Sin compasión ni remisión. El monstruo que emerge de esta película no hará prisioneros.

Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES

https://www.filmin.es/pelicula/pororoca

David Salgado.
©24 sombras por segundo. Septiembre 2021.

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