JOKER: FOLIE Á DEUX. BRILLAR EN LA OSCURIDAD.
He tardado en acudir a la cita con Joker: Folie à Deux porque su antecesora, Joker, solo me convenció totalmente en el tramo final. Aunque no me ganó solamente por la especie de recreación de aquel maravilloso El rey de la comedia de Scorsese, sino por la manera de tirar todo por la borda en lo que respecta a las expectativas que la película hubiese podido despertar.
La ausencia de cualquier posible victoria por parte del personaje que la película va introduciendo con pinceladas de Taxi Driver y otros dilemas socio-políticos, llega a su cenit cuando la historia se lo juega absolutamente todo a la carta que los adeptos al villano menos esperan.
Aunque hay trazos de Batman y los predecesores de su excéntrico rival, Joker renuncia a los cánones y se suicida arrojándose al vacío, a la nada, a la antítesis del clímax en un epílogo que hace del villano un personaje ridículo, casi una caricatura patética totalmente carente de carisma y que apenas logra ocultar la pérdida de absolutamente todo, a muy duras penas camuflada tras los colores del maquillaje, vestuario y movimientos del histrión que Joaquin Phoenix tan bien lleva a su terreno.
Joker no me entusiasmó, pero su apuesta a la nada en su tramo final sí me parece bastante para verla como una buena película que eclosiona en su magnífica y polémica continuación que desafía todos los cánones y expectativas.
Joker: Folie à Deux es un extraordinario musical en el que la felicidad brilla por su ausencia en la oscuridad, y en el que ni una sola de las esperanzas depositadas en la lucha entre héroes y villanos se verá cumplida. La naturaleza suicida de la película niega absolutamente todo en su camino a la excelencia, niega incluso los preceptos del género musical.
LARGA VIDA AL REY MUERTO. LARGA VIDA A ESTE JOKER.
También llegué tarde a la cita por el rechazo general que ha experimentado esta continuación de la historia. Pero no porque pensase unirme a ese rechazo, todo lo contrario, porque quería ver con tranquilidad qué había hecho Phillips esta vez para poner en su contra a la comunidad adepta a los Blockbusters «superheróicos» y —lo que en este caso es aun más suicida— a los adeptos al musical. Eso fue lo que hizo que decidiese esperar para acudir a una cita que de ningún modo pensaba eludir.
Teniendo en cuenta que Bob Fosse (un gigante con el que la película entronca desde el primer minuto mediante detalles más o menos sutiles) es uno de mis cineastas imprescindibles, y que sus musicales —que van totalmente en contra de los cánones— forman parte de mi altar cinematográfico, es decir, que mis musicales favoritos quebrantan completamente el género, este Joker: Folie à Deux, que recoge el testigo del último tramo del Joker expuesto como un desgraciado totalmente incapaz de lograr sus objetivos al mismo tiempo que tiene en su mano liderar a las masas, y se anuncia como un musical iconoclasta y suicida, despertó en mí un interés tan vivo como contradictorio.
Tenía tantas ganas de ver la película como de esperar a verla aislado de las reacciones en su contra.
La espera mereció la pena, tanto que la película no solo me parece infinitamente superior a la primera parte, sino que la tengo entre lo mejor que he visto durante el año 2024, y no solo porque Phillips haya decidido ir en contra de absolutamente todos los cánones y expectativas, sino porque este delirante polvo de estrellas reduce la naturaleza del musical y el súper villano a la nada de la que surgirá el caos infinito que su creador no logrará ver.
Así —con Fosse presente en la secuencia animada— Phillips divide la historia en dos desde el inicio. Mediante las infinitas posibilidades que la animación puede ofrecer, el Joker se presenta al público como el protagonista de un Cartoon clásico; así, la caricatura de todo aquello que Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) ansía como ser humano le es arrebatado por su sombra, un ente independiente del cuerpo que la proyecta que ha logrado hacerse con la identidad del Joker y la atención del público. El hombre tiene un destino, el mito otro que va mucho más allá de su alcance y la nefasta suerte que le espera.
De esta forma Phillips separa la realidad de Fleck de la fantasía del Joker, un mito que comenzó a gestarse en la primera parte y que en esta continuación se expandirá por la ciudad de forma totalmente independiente al ser humano del que proviene. Esa es la clave de esta película, escindir la meta del origen y los géneros (musical, Thriller y acción) de sus fundamentos.
Tras la profética presentación, Arthur Fleck, la sombría y lánguida (pero en ningún caso inocente) sombra del Joker, avanza con resignada lentitud por su milla verde particular, recorriendo los pasillos de un penal que recuerda muy significativamente a los manicomios que Miloš Forman y William Friedkin utilizaron como recurso narrativo en Alguien voló sobre el nido del cuco y El exorcista. Allí topa con Lee Quinzel (Lady Gaga), un primer esbozo de lo que será Harley Quinn cuando ambos personajes cedan sus identidades a los mitos.
Este encuentro que a simple vista no va más allá de un recurso para aderezar la trama en el interior de la prisión, sirve a Phillips para trazar las dos líneas paralelas por las que transcurre una película que se alimenta de la fantasía y al mismo tiempo renuncia a toda esperanza mientras reduce poco a poco a sus personajes reales a la nada. Todo atisbo de verdad en Joker es horrible y desesperado, y todos los sueños musicales y los Alter Ego que los protagonizan son enigmáticos, extraños y con un inevitable componente trágico.
Así, este Joker y su aliada en la proyección de fantasías que pervierten el musical con seres decadentes que cantan mal (él siempre, ella ocasionalmente) y acaban aun peor es un suicidio cinematográfico sensacional, tanto que hasta la interpretación de Lady Gaga me resulta estupenda, un punto en el que también discrepo con la mayor parte de los escasos adeptos a la película, que han visto en su interpretación el punto más débil.
Obviamente no está a la altura de Phoenix, pero su aportación a la falta total de esperanza y la necesidad de mundos construidos a medida me ha parecido perfecta. Todo está mal hecho en este polvo de estrellas maldito porque nada puede estar bien. Todo se corrompe y todo se vacía poco a poco hasta que la película llega al centro de su verdadera naturaleza: la nada.
Conforme el proceso judicial avanza y la fama del mito crece en las calles alimentándose sin que éste lo sepa de la existencia de Fleck, las fantasías musicales dejan sutilmente atrás los números y escenarios idílicos para descubrir pequeñas fisuras en la oscuridad del escenario por las que la luz de la realidad comienza a separar a los mitos de la pareja matriz, hasta que el musical termina y todo aquello que Arthur Fleck y Lee Quinzel fueron bajo las luces del musical se desvanece bajo la lluvia, la suciedad y la mortecina luz gris del día.
Cuando los muros del juicio final caen y los condenados pagan por sus sueños enrarecidos, el musical muere en favor del Thriller, pero allí tampoco hay nada.
Eso es lo que más fascinante me ha resultado de este Joker: Folie à Deux, que no hay nada. No hay Joker, no hay héroes contra los que este villano pueda combatir. Los trazos de la máscara se borran, los colores palidecen, las luces del espectáculo se apagan, el amor se diluye como un mal sueño y Arthur Fleck se queda solo ante la broma definitiva del Joker, un incipiente mito en manos de una multitud que se aleja del alcance de los dos personajes para los que la realidad no tiene nada que ofrecer.
Todo está en las fantasías enloquecidas, todo está en la música y las canciones que niegan cualquier posibilidad. Todo se reduce a la nada. Por eso, y porque lo desafía absolutamente todo, esta película me parece inmensa.
La suerte que corra con respecto al público no me importa. Lo importante es que estas películas existan, aunque estén condenadas a brillar en la oscuridad.
Película disponible en MAX: https://www.max.com/es/es/movies/joker-folie-a-deux/1d69f205-398a-40b9-8162-586dc80ce2a5?utm_source=universal_search
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Enero 2025.