EL GÉLIDO DÍA DESPUÉS.
Undergods hace honor a su extraña y heterogénea naturaleza desde sus cimientos.
De producción británica, estonia, serbia y sueca, y dirigida por el español Chino Moya en lo que supone su debut cinematográfico, la película mezcla la ciencia-ficción distópica con sutiles dosis de humor negro, un trasfondo social oscuro y dramático que incluye profundas disfunciones familiares, y cierto acercamiento a la «Home Invasion», aunque en este aspecto Moya rehuye los cánones del cine norteamericano.
Undergods se nutre de la distopía con la que la ficción -tanto la literaria como la cinematográfica- viene profetizando el fin que alcanzaremos por nuestros injustificables medios. Se alimenta del fin, sí, pero su fondo difiere de las formas habituales en que el apocalipsis social suele ser retratado.
Aquí no hay desiertos que sepultan bajo el sol y la ausencia de agua a sus habitantes como en el universo de George Miller y su saga Mad Max. Tampoco hay tribus urbanas salvajes viviendo en ghettos jerarquizados donde sus habitantes se matan entre sí e intentan derrocar gobiernos, como en la visión de Nueva York de John Carpenter. No hay invasiones alienígenas, nuevas tiranías como en 1984, no hay amenazas y prisiones tecnológicas, plagas de muertos vivientes, ni laberintos burocráticos, oníricos y delirantes como los trazados por Terry Gilliam en Brazil.
Undergods no recurre a los elementos tradicionales del fin del mundo, pero al mismo tiempo deja que la huella de su influencia marque el camino que conduce hacia la pausada e inquietante profundidad de la desesperación.
UNDERGODS.
PERDIDOS EN LA NIEBLA.
«Todo esto. Todo será engullido por un enorme agujero, y luego… todo será niebla».
Estas son las palabras que una voz invisible pronuncia en la apertura de Undergods. La película abre su inquietante e inusual visión del fin de la humanidad con el sonido del viento, un viento lejano y frío que alberga el eco de truenos sin luz y los pasos de una silueta que parece caminar a la deriva, envuelta en una densa niebla teñida de azul. El azul frío y desesperanzado que tiñe la película, jugando un papel primordial en su desarrollo, lenguaje y significado.
Y es que si bien es cierto que la película de Moya rehuye las pasiones y comportamientos vehementes que caracterizan el cine distópico, también lo es que hay reminiscencias visuales en el uso de la arquitectura -y el frío como elemento desolador-, que unen su película con sensaciones que podemos experimentar en Brazil, La naranja mecánica o incluso -aunque en menor medida- en el ritmo de algunas películas de David Cronenberg.
Undergods plantea su visión del mundo fiel al caos, pues por un lado huye de las influencias habituales, pero por otro más íntimo e inusual, las aprovecha al máximo, estableciendo una continua contradicción que se hace patente desde ese inicio envuelto en la niebla de la que surgen dos de los múltiples y extraños personajes que habitan este particular universo.
El entorno exterior que muestra la película, y en el que se desarrolla la mayor parte de sus entrelazadas historias, consiste en una ciudad en ruinas envuelta en un perpetuo aliento azul, un lugar que parece haber perdido su pasado, su nombre y cualquier atisbo de humanidad, algo que evidencian esos dos primeros personajes que deambulan en un desvencijado camión (que no por casualidad comparte su aspecto siniestro y deteriorado con los ocupantes), en busca de cadáveres -o cuerpos vivos susceptibles de serlo- que poder vender en el mercado de ese nuevo mundo.
Esta es la carta de presentación de Undergods, potenciada hasta el infinito por la magnífica y narrativa música sintetizada de Wojciech Golczewski, que junto a un marcado aspecto arquitectónico propio de las ciudades de la era comunista en el este de Europa, reforzado por la excelente, fría y mortecina fotografía de David Raedeker, nos traslada de lleno a la década de los ochenta del pasado siglo.
En apenas cinco minutos de metraje, Moya muestra sus cartas mediante una secuencia de introducción visual y narrativamente ejemplar, que llega a su fin mediante una conversación entre los dos pasajeros vivos del camión, una conversación que supone un alarde interpretativo en base a un guion que anticipa -mediante una simple descripción de los sueños recurrentes de ambos pasajeros- la muerte física, emocional, social y familiar de los fantasmas que pueblan el laberinto de historias que Undergods nos invita a recorrer, un laberinto plagado de actores en estado de gracia y totalmente entregados a la causa de la película.
Moya parte de la ciencia-ficción, planteándo la película de una forma relativamente cercana a un film de terror dividido en episodios conectados con un solo propósito: hablarnos, desde el principio de la película, del fin. Sencillamente, del complejo, inquietante y sereno fin de la humanidad sumida en sus principios: la incomunicación, la ambición y la destrucción en base a una soledad y silencio compartidos.
Undergods supone un destructivo alivio a estas alturas del cine como medio de expresión.
https://www.filmin.es/pelicula/undergods
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Julio de 2022.