EL JINETE SIN CABEZA EN LA MENTE DE TIM BURTON.
Tim Burton llegó al crepúsculo del siglo XX con su visión de la decimonónica Sleepy Hollow, sin embargo no solo él reclamó este gran referente de la literatura universal.

Hagamos, si les parece, un poco de historia.
Tres adaptaciones ha rendido el cine a la maravillosa historia de Washington Irving, La leyenda de Sleepy Hollow. En 1922, inmersa en la niebla de la era expresionista -aunque en rigor no pertenezca al movimiento- la primera adaptación del cuento corto de Irving se prolongaba hasta completar un metraje de 68 minutos bajo el título The headless horseman. Aquí dejo un enlace para quien tenga curiosidad, aunque advierto que el estado de conservación es lamentable: https://www.youtube.com/watch?v=ldiv3AemVX0
Edward D. Venturini fue el visionario -y olvidado- director que supo sumar sin restar para convertir el cuento en cine. Esta fue, además, la primera película que se conserva filmada en película pancromática, paliando considerablemente las limitaciones que padecían las ya entonces primitivas -aunque mucho más baratas hasta la equiparación de precios en 1926- emulsiones ortocromáticas.
Mucho tiempo después, tras las dos primeras grandes eras del cine de terror y a las puertas de su resurgimiento por parte de la Hammer y compañía, la animación rompió una lanza en favor del texto original de Irving. Así, la todopoderosa nave de Walt Disney se alió con la reina de la serie B en aquellos días, la RKO, la cual distribuiría la película.
En 1949 la factoría Disney aunó el cuento de Irving con una adaptación de la novela de Kenneth Grahame, El viento en los sauces, logrando así -además de la versión más fiel al texto de Irving- un largometraje, (que curiosamente tendría de nuevo 68 minutos de duración), titulado The adventures of Ichabod and Mr. Toad.
Tan extraña como, digamos, lamentable fue la caída en la oscuridad del relato de Irving durante el tercer reinado del cine de terror. A lo largo de la era en que la Hammer, Amicus, Roger Corman y demás, tiñeron el miedo de color, el icónico jinete sin cabeza permaneció enterrado en su tumba, un lugar del que parecía imposible regresar con la cabeza alta.
Pero no fue así.
Como si de un mágico y hechizado ciclo se tratase, el cine resucitaría en los últimos días del siglo XX las letras que Irving escribió en el XIX acerca de la agonía del XVIII. Fue así como tras el fiasco económico de la -en mi opinión- magnífica y acertada Mars Attacks, el espíritu romántico y novelesco de Tim Burton tenía su cabeza puesta en el cadalso de la industria. Sin embargo, frente a los personajes pérfidos y desalmados de la literatura universal -y más concretamente decimonónica- siempre habrá valerosos y románticos insensatos dispuestos a defender las causas más bonitas e imposibles.
En aquellos días y fieles a semejante espíritu, las mentes del técnico en maquillaje y efectos especiales Kevin Yagher y el por entonces reciente guionista de la exitosa Seven, Andrew Kevin Walker, encabezaron la resurrección del jinete sin cabeza. Un renacer adaptado a los tiempos modernos, donde la historia se viese reforzada con el ritmo propio del cine de aventuras. Un cuento clásico de terror cabalgando a una velocidad frenética. ¿Quién podría detener al jinete?
Fiel a su idea y a sí mismo, Yagher estaba dispuesto a dirigir la película, pero el productor de la Paramount, Scott Rudin, había pensado desde el inicio en Tim Burton, quien tras su fiasco económico con los marcianos y el forzoso abandono de dos proyectos -el remake del clásico El hombre con rayos X en los ojos y su versión de Superman– necesitaba la resurrección casi tanto como el jinete.
A esta oscura y novelesca ecuación se sumaron varios elementos. Uno de los mejores directores de fotografía de los últimos veinte años, Emmanuel Lubezki, la genial y ya marca de la casa Burton aportación musical de Danny Elfman, el impresionante diseño de producción de Rick Heinrichs -responsable en gran medida de lo que la óptica de Lubezki nos muestra- el magnífico vestuario de Colleen Atwood y una parte muy considerable de la financiación por parte de la compañía del mismísimo Coppola, American Zoetrope.
Con todo a favor, ¿quién podría detener al jinete?
SLEEPY HOLLOW. UN HERMOSO, VALIENTE Y OSCURO INTENTO.
Todo estaba en marcha, la película contaba con equipo magnífico y la premisa haría suspirar a cualquier amante de la literatura y el cine, especialmente a los adeptos al terror clásico y las formas burtonianas. El reparto -salvo algun nombre olvidable con una presencia más bien menor- era estupendo y muy adecuado para la ocasión.
Desde la magnífica introducción con Christopher Lee reclamando a la Hammer, un perfectamente perfilado a la moda del héroe romántico Johnny Depp, un sólido plantel de secundarios liderados por el siempre eficaz Jeffrey Jones, hasta el impresionante por rotundo y sorprendente Christopher Walken en el papel del renacido jinete, y su elegante y eficaz contrapunto interpretado por la maravillosa Miranda Richardson, todo parecía guiar la película hacia una indiscutible cima. Si a esto le sumamos la presencia de la gran Christina Ricci, podríamos asegurar la explosión de nuestras cabezas.


Pero… los pasos del jinete resultaron no ser tan firmes como cabría esperar.
No suelo hablar de los defectos que encuentro en una película -prefiero invertir mi tiempo y energía en las cosas que me aporta- y menos todavía hablar mal de una obra, sencillamente, si no me interesa, no le dedico tiempo. Sin embargo, esta película merece toda mi estimación por su voluntad y grandes intenciones, por un -digamos- ochenta por ciento de su metraje, que va desde lo impresionante a lo perfectamente correcto y por todas las cosas que he venido citando que me proporcionaron en su momento un maravilloso placer basado en la anticipación.

Por otra parte, la estimación, por alta que sea, no debe implicar ceguera ni falta de objetividad. Veo en Sleepy Hollow toda la ilusión que yo mismo habría volcado y que, de hecho, vuelco como espectador.
Pero también veo el suelo sobre el que el jinete resbala. El casting es en su mayor parte excepcional, sí, pero los personajes no lo son tanto. El papel de Christina Ricci debería contribuir y ensalzar la solidez de la película, en cambio se queda en la superficie. Casi como un relleno insustancial para lograr inflar el metraje, y aunque en algunos momentos sí está donde debería, es casi todo el tiempo un elemento de relleno, algo totalmente injusto tanto para su valía como para la de una película que no puede permitirse -ninguna puede hacerlo- desperdiciar el talento de una actriz semejante.


La película patina precisamente sobre quien debería ser uno de sus pilares. Por desgracia, prácticamente todas las secuencias que cuentan con la presencia de Ricci suponen el principal escollo en el camino de regreso del jinete.
Aun con ese gran peso en contra que mutila sensiblemente la película, la atmósfera literaria propia de las épocas que reclama, permiten olvidar con relativa facilidad sus pasos en falso.

Burton trae a Sleepy Hollow magníficas reminiscencias de los orígenes; desde el paseo de Ichabod Crane por el bosque que lo conduce a la oscuridad -un paseo que reclama a gritos el camino recorrido por Harker en el interior del carruaje que lo conduce al castillo de Drácula– hasta las cicatrices en las manos de Crane, extraídas directamente de la -esta sí- incontestable obra de Mario Bava, La máscara del demonio. Todo lo que reclama Burton bajo la impagable óptica de Lubezki, responde a las formas de aquel mago oscuro y magnífico que por desgracia, aquí ya empezaba a desvanecerse para no regresar jamás.
Pero esa es otra historia.
La que transcurre en las profundidades de la América creada por la vieja Europa, supone el valor de una película y sus responsables por resucitar una breve y maravillosa novela, protagonizada por un personaje fascinante que debería ser un icono universal.


Con todos sus defectos en contra, Sleepy Hollow tiene tétrica atmósfera y la valerosa iniciativa de sus creadores a favor. Así, el espectador -como uno más de los personajes que pueblan el novelesco y afectado mundo del romanticismo- se desmaya ante tanta belleza justo antes de entrar en coma.
Al fin y al cabo, ¿quién puede detener al jinete?

Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
https://www.netflix.com/es-en/title/60000207
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Agosto 2021.