LA RESIDENCIA. (CHICHO IBÁÑEZ SERRADOR, 1969.)

CHICHO IBÁÑEZ SERRADOR. EL GRAN COMUNICADOR.

Hay algo importante que decir de Narciso Ibáñez Serrador y sus dos maravillosas películas: La residencia y ¿Quién puede matar un niño?

Lili Palmer, Cristina Galbó y Tomás Blanco. (La residencia. Anabel Films. 1969.)
Lili Palmer, Cristina Galbó y Tomás Blanco. (La residencia. Anabel Films. 1969.)

Los nombres que han llevado a la cima al cine español comparten muchas características: talento, sensibilidad, inteligencia, valor… todas sus películas han generado en nosotros una deuda impagable, pero siempre dentro de los límites de la propia película. Es decir, la película nace y vive para siempre en la memoria del espectador, ocupa su lugar y cumple su función sin ir más allá. Sin embargo hay una característica reservada exclusivamente a Ibáñez Serrador: el servicio al espectador.

Todos los directores ponen sus películas a disposición del público, pero solo Ibáñez Serrador utilizó sus dos únicas películas, la serie Historias para no dormir y algunos de sus programas de televisión para poner al alcance del espectador las fuentes de las que él y Narciso Ibáñez Menta, (su padre a la par que mejor colaborador), bebieron.

Dicho de otro modo, Serrador es el cántaro, pero no va a la fuente, lleva la fuente al público y por el camino llena el cántaro con su propia agua. Cuando llega a nosotros, nos ofrece su agua, nos explica dónde ha ido a buscarla y nos lleva al manantial.

Chicho fue el comunicador por excelencia del cine español de terror. Como hombre de negocios hizo suya la industria de la televisión, como cineasta dirigió las que posiblemente sean las dos cimas más altas del terror patrio, como realizador televisivo llevó a cabo la que sin duda es la cima de las series de televisión españolas.

Pero lo más grande y significativo de su trabajo es lo que nos enseñó, lo que hizo por nosotros a través de sus obras. En el negocio de la televisión, nos entretuvo como nadie con Un, dos tres. En la televisión como elemento creativo y formativo, puso a nuestro alcance la literatura de Poe y decimonónica en general, el espíritu del teatro, las películas de la Hammer, la Universal, Roger Corman y la serie de televisión The twilight zone a través de su irrepetible Historias para no dormir.

Y ante todo, en el cine mezcló a Hitchcock, el western de Leone, el terror de la Hammer y Corman, la literatura de terror y la clase y elegancia del teatro con su propia y maravillosa sensibilidad y buen gusto narrativo, con su valor y visión vanguardista de las herramientas clásicas.

Lo mezcló para regalarnos a todos la fuente y el río, el origen y su destino.

En sus dos películas, La residencia y ¿Quién puede matar a un niño?, Chicho se mostró como lo que era. Un alumno que nos enseña quiénes son sus maestros. Un narrador generoso a nuestro servicio. Jamás podremos pagar nuestra deuda, pero siempre podremos utilizar lo que nos enseñó el alumno que se convirtió en nuestro maestro.

Siempre podremos ver sus dos películas. Y eso haremos.

LA RESIDENCIA. TERROR CLÁSICO BAJO NUEVAS FORMAS.

Cuando vemos La residencia, vemos la elegancia teatral y decimonónica de Ibáñez Serrador, vemos las fuentes literarias de las que bebe. La tortura emocional de los personajes agónicos de Poe y la ambigüedad opresiva de Henry James impregnan la película.

Cándida Losada. (La residencia. Anabel Films. 1969.)
Cándida Losada. (La residencia. Anabel Films. 1969.)

Pero Chicho nos muestra mucho más en lo que a estilo propio se refiere, una vez que nos ha llevado a la fuente, deja correr su propio río.

La película se desarrolla mediante varias claves cinematográficas que debemos exclusivamente a Serrador y aliados:

El montaje mediante la utilización de la elipsis -la secuencia en la que la recién llegada pasa de la merienda a la cena es antológica-, la ambientación basada en un excelente trabajo de atrezzo y vestuario y la maravillosa, “hammeriana” y tenebrista fotografía de Manuel Berenguer y un desacreditado pero enorme Godofredo Pacheco -la narrativa que hay en los travellings de esta película daría para toda una escuela de cine-, la dirección e interpretaciones por parte de Serrador, Lili Palmer, Cristina Galbó, Mary Maude, Cándida Losada, Pauline Challoner y John Moulder Brown, (aunque este último se debe más al guión que a su interpretación), la narrativa por inclusiva e inmersiva música de Waldo de los Ríos y el maravilloso guión de Serrador a partir de la historia de Juan Tebar, un guión que a la manera de Berlanga, derrota a la censura en sus narices mediante elegancia, sutileza y valor.

Cristina Galbó. (La residencia. Anabel Films. 1969.)
Cristina Galbó. (La residencia. Anabel Films. 1969.)
Lili Palmer. (La residencia. Anabel Films. 1969.)
Lili Palmer. (La residencia. Anabel Films. 1969.)

Ese guión, unido a todo lo anterior conduce al espectador hábil y confunde a la censura estúpida. En la residencia todo ocurre, absolutamente todo. Todo sale a la luz y todo permanece envuelto en las sombras.

La represión hacia las habitantes de la residencia no es más que los fantasmas que persiguen y atormentan al personaje de Lili Palmer y su hijo, con una interpretación por parte de Palmer que vuela por los aires la definición de la palabra contención. El deseo y la atracción entre las habitantes de la residencia inunda nuestros sentidos mediante la elegancia narrativa de Serrador. La secuencia de la ducha como bofetada lésbica y preámbulo sexual, y el orgasmo colectivo que experimentan todas a través de la visita del leñador son una de las cumbres universales de la narrativa cinematográfica.

Lili Palmer y John Moulder-Brown. (La residencia. Anabel Films. 1969.)
Lili Palmer y John Moulder-Brown. (La residencia. Anabel Films. 1969.)

Así, apoyada en todo esto se desarrolla la película, con Chicho mostrando al público su talento y sus fuentes. Pero Serrador guarda para el final la cima de su razón de ser.

Una vez que la película se ha desarrollado, Chicho revela las dos fuentes definitivas de la película al mismo tiempo que pone de manifiesto sus mejores maneras.

Hitchcock y Poe reaparecen en escena y vuelan todo por los aires.

La residencia. (Anabel Films. 1969.)
La residencia. (Anabel Films. 1969.)
Lili Palmer. (La residencia. Anabel Films. 1969.)
Lili Palmer. (La residencia. Anabel Films. 1969.)

Serrador le dice a Lili Palmer que vuelva a reinventar la contención, la música de Waldo de los Ríos se convierte en un personaje más, y mientras las sombras fabricadas por Berenguer y Pacheco envuelven a Palmer en su ascenso al infierno, Serrador, la psicosis de Hitchcock y el entierro prematuro de Poe irrumpen en la película, ofrecen al público la fuente de todas las cosas y después, sencillamente, al espectador le explota la cabeza y se desmaya justo antes de entrar en coma.

Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES

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David Salgado.

©24 sombras por segundo. Marzo 2021.

 

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