WOODY VIAJA A LA VIEJA EUROPA.
Si tuviese que escoger solo un título, un nombre único para una película —fuese o no de Woody Allen—, me quedaría con Sombras y niebla, por motivos que a estas alturas les parecerán obvios.
Lo que posiblemente no supondrían es que Sombras y niebla es —si no lo pienso demasiado, si lo hago es imposible escoger— mi película favorita de Woddy Allen.
El poeta en Nueva York tiene si no los mejores, los más sentidos versos a la dama que viste de acero, cemento y cristal, y en ese sentido poco más puedo decir.
Por otra parte, las influencias de Bergman y sus bofetadas a la impuesta, falsa y decadente superioridad intelectual de según que clases, también son evidentes y lo bastante reconocidas como para que no añada más a todo lo que ya se ha dicho.
Sabiendo esto y teniendo en cuenta que la película que hoy nos ocupa transcurre por lugares que nada tienen que ver con Nueva York, ¿por qué Sombras y niebla?, ¿por qué la escojo más allá de lo que indica su nombre?
Pues, por tres motivos, dos principales y uno definitivo.
SOMBRAS Y NIEBLA. EL MUNDO ANTIGUO POR EL POETA MODERNO.
Primero por las sombras envueltas en niebla que Allen extrae del cine inventado en el expresionismo alemán, en las que introduce con una habilidad inimitable sus neurosis frenéticas. La comedia corta con su afilado ingenio el velo con el que la niebla sugiere la oscuridad, y todo aquello que debería ser inquietante, se vuelve hilarante.
Segundo por la magia que Allen extrae de Fellini. Las criaturas circenses, extrañas, confusas y apasionadas que deambulan entre la niebla no son esta vez la sombra del silencio de dios. Allen olvida a Bergman y recurre a la magia de los desterrados, seres animados que provocan encuentros afortunados entre el espectador y las fantasías que el mundo parecía haber olvidado, y además consigue introducirnos a todos en un castillo Kafkiano.
Esos son los motivos principales, y los que nos llevan al que es —por su origen— el motivo definitivo.
Hay una secuencia en Sombras y niebla en la que Allen olvidó especialmente a Nueva York, olvidó también su influencia nórdica que trata del dios mudo que olvidó al hombre que lo creó, y tras hacer juegos de sombras y soltar a los Freaks según Fellini, llegó al placer, a su versión de la casa Tellier, a la esencia misma de Maupassant y Ophüls, a la mujer como centro de la historia y razón de ser.
En esa secuencia, Allen recurre a Kathy Bates, Jodie Foster y Lily Tomlin para llevar a su terreno la esencia de El placer.
Y aquí está la rareza, la excepción que confirma la grandeza de Allen en cuanto a personajes se refiere como una norma. Con una sutileza inimitable, Allen, Bates, Foster y Tomlin dejan sin aliento a quien decida estar atento a una de las secuencias más inteligentes que he visto jamás.
Ese es mi motivo definitivo.
Sombras y niebla es un título hermoso, un homenaje precioso y un lugar en el que desmayarse antes de entrar en un universo grandioso.
Caligari, Fellini, Kafka, Maupassant y Ophüls a la manera de un poeta urbanita y nervioso.
https://www.filmin.es/pelicula/sombras-y-niebla
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.