WILLIAM WYLER. EL LOBO DISCRETO.
La película de William Wyler, The children’s hour – más conocida por aquí por su lavado y relativamente acertado título, La calumnia– servirá como una entrega especial por el feliz cumpleaños de la fascinación hecha cine: Shirley MacLaine.
Sin embargo, aprovecharé las últimas líneas de esta ocasión especial para reinvidicar algo en lo que creo profundamente.
Vamos al lío.
Por diferentes motivos, algunos más o menos cuestionables y otros directamente repulsivos, hay directores a los que se les ha negado el lugar que deberían ocupar. Uno de ellos es sin duda William Wyler -víctima en cierto sentido irónico de una especie de calumnia- pues si bien es cierto que era un director adaptable a los estudios, se acercaba mucho más al mordiente de King Vidor que a la falta de carácter de Victor Fleming.
Esto es así, y aunque Orson Welles lo apodase irónicamente como un “brillante productor” y los gabachos a la cabeza de Cahiers du Cinéma lo dejasen de lado, (excepto su fundador André Bazin, quien siempre lo defendió), lo cierto es que Wyler era un tipo muy hábil, con talento, sensibilidad para la narrativa y el trabajo con los actores, y una gran capacidad para mimetizarse con la censura, el código Hays y todas las estupideces de la farsa social y cinematográfica yankee.
Wyler era, ante todo, un tipo con el valor y carácter necesarios para volar el templo desde el interior. Dicho de otro modo, un tipo que empieza una película, (La carta, concretamente), con Bette Davis despejando dudas a base de escopeta, no ha venido aquí para hacer amigos, pero desde luego debemos contar con él.
THE CHILDREN’S HOUR.
MACLAINE & WYLER. LA ELEGANCIA SALVAJE.
Y así fue, con The children’s hour, Wyler desmintió una vez más las falacias acerca de su suavidad narrativa.
En una época y un país muy lejanos a la recepción de los asuntos que aborda la película, Wyler se camufló como un lobo listo y hambriento, mostró el cebo al sistema sirviéndose de Audrey Hepburn.
Ridiculizó la estupidez encorsetada, el rechazo hacia la libertad sexual, la maldad inherente a los seres humanos que la utilizan desde la infancia y la cobardía cómplice y culpable de los miserables que, sencillamente, se detienen a observar como algunas personas se van al carajo a manos de los verdaderos monstruos.
Todo esto mediante la solidez interpretativa de Fay Bainter, Karen Balkin, Miriam Hopkins y James Garner.
Pero eso no es todo.
Wyler subió a una de las cimas del desencanto imperante en el cine de los años sesenta, y en una época en la que ya era un lobo viejo y solitario, sacó el colmillo a gotear y mordió con toda la fuerza de quienes todavía eran jóvenes y años después volarían Hollywood por los aires.
Ese colmillo se llamaba Shirley MacLaine, y mediante la rebelde sutileza de Wylder, mordió en carne.
En The children’s hour se respetan las formas pero se grita en el fondo. Todo parece contenido y amoldado a las normas, pero la película avanza inexorablemente hacia el golpe final. Wyler y MacLaine no dan tregua y la película no perdona a una sociedad basada en la maldad, el miedo, la ignorancia y la destrucción.
La película nos habla del mal en su estado más primitivo y visceral, revienta todas las ataduras morales, libera el amor entre las personas y la independencia laboral, económica, social y sexual entre las mujeres y -ante todo- dispara la bala definitiva: el mal se presenta ante el espectador en forma de un aparente juego de niños.
The children’s hour nos grita desde el título mismo que una sociedad decadente, cruel y repulsiva, utilizará como arma arrojadiza a una niña lo bastante hija de puta y manipuladora como para destruir a cualquiera. El melodrama de Wyler alcanza cotas del cine de terror.
Todas las fotografías que incluyo en esta reseña nos muestran el golpe letal de Wylder contra la intolerancia, la ignorancia y la crueldad. Un camino fuera de las normas trazado con firme mano izquierda que guía al espectador al final de la película.

Un final sutil, hermoso, trágico y firme. Tras la despedida de MacLaine gritando en silencio -dejo el enlace a la maravillosa secuencia a pie de texto- Hepburn pasea en solitario con la mirada al frente por un camino despejado, mientras los cobardes, los culpables, son situados por Wyler fuera del camino, cabizbajos y asquedados de sí mismos por el crimen que han cometido.

Ellos hicieron correr la soga que ahorcó a MacLaine. Ellos, esos hijos de perra, adultos y niños, son los asesinos. Eso es cosa de los grandes, de los directores valientes que hay que situar en primera línea. Eso es dar leña. Es saber distribuir las piezas en el tablero. Wyler es uno de los grandes.


Y ahora, para finalizar, mi reinvidicación a modo de sentido y agradecido regalo de cumpleaños.
Shirley MacLaine es la elegancia y la fuerza, el ruido y la furia, como lo son Bette Davis, Merle Oberon, Katharine Hepburn, Claudia Cardinale, Charo López, Anna Magnani, Romy Schneider, Gloria Grahame, Joan Fontaine, Simone Signoret y un largo etcétera.
Wyler lo sabía, también sabía que Audrey Hepburn pertenece a la escuela de Grace Kelly. En el cartel y las fotos de la película quedan bien, pero son de mentira.
Wyler jugaba con la verdad. Por eso la película es de esa mirada trazada con líneas tristes, propia de quienes cargan con la realidad, esa mirada viva con un bonito brillo salvaje que hoy está de cumpleaños.
Felicidades Shirley MacLaine, gracias por todo.
Enlace a la secuencia: https://www.youtube.com/watch?v=K5T-iTeTNG4
Película disponible: https://www.filmin.es/pelicula/la-calumnia
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Abril 2021.