EL ORDENADO CAOS DE ZULAWSKI.
En 1981, el controvertido director Andrzej Zulawski llevó a cabo una película extraña, desagradable, salvaje, incoherente por momentos y de una afectación casi operística. Posesión es una grandeza tan concreta como confusa.
Ante algo así, es necesario empezar con una breve introducción.
Si el cine fuese un objeto compuesto por muchas piezas, por pequeñas partes que forman un todo, habría llegado un momento en el que el conjunto se habría completado y los caminos por los que guiar al espectador se habrían trazado con el fin de establecer una ruta segura.
Una forma sencilla de salir del laberinto con la sensación de haber entendido todo aquello que hemos visto.
Lo mismo podría decirse de nuestras vidas, de nuestras experiencias vitales. La unidad, la solidez del objeto formado por todas sus piezas perfectamente encajadas guía nuestros pasos, independientemente de cómo y en qué orden coloquemos esas piezas, todos nos aferramos en algún momento a esa unidad y todos nos enfrentamos al menos una vez a la ruptura del objeto, al estallido de la unidad en pedazos.
El cine también.
A principios de la década de los ochenta, el cine ya estaba construido, reinventado y envejecido, pero Andrzej Zulawski cogió el objeto en sus manos y lo arrojó al suelo para romperlo en pedazos, para deshacer el laberinto y liberar las partes de la unidad, para perder al espectador en el caos, el miedo, el desasosiego y la confusión en la que nos vemos sumidos cuando de pronto el camino desaparece ante nuestros pies, cuando debemos reconstruirnos y no sabemos cómo continuar ni hacia dónde dirigirnos.
POSESIÓN.
EL TURBIO DUELO AL SOL DE ISABELLE ADJANI.
Posesión es una película clara y concisa en el fondo, pero caótica y confusa en la forma, una película terrorífica que nada tiene que ver con el terror, es una película profundamente dramática que evita los cánones de la tragedia.
Tras romper el objeto, Zulawski desafía al espectador a recoger los pedazos e intentar recomponer la unidad, y al mismo tiempo traza un camino de salida en cada pedazo. Como en un espejo roto, todas las imágenes, todas las opciones que vemos son reales y válidas, pero sólo hay una realidad.
En un Berlín vacío, sucio y deprimido, dividido por un muro hostil que imposibilita la comunicación y amenazado por la destrucción de la guerra, Zulawski arroja los pedazos en los que el espectador se verá obligado a enfrentarse al paroxismo de Isabelle Adjani, la depresión de Sam Neill y la degeneración aristocrática del viejo Berlín representada por Heinz Bennent.
Zulawski nos sitúa frente a la incomunicación y la incapacidad para relacionarse, ante el sufrimiento, las dudas sin resolver y el miedo a verse atrapado por una existencia indeseada, pero reinventando todo lo que se había hecho hasta ese momento: Tarkovski, Bergman, Dreyer, Kazan, Antonioni… plantearon estas cuestiones al espectador manteniendo la unidad, el todo.
Ni siquiera Polanski o Lynch —a pesar de situar al espectador en una posición desagradable en Repulsión y Eraserhead respectivamente— lograron alcanzar el grado de repulsa y desasosiego al que Zulawski somete al público.
Posesión se rompe en pedazos y es imposible reconstruirla de una forma coherente. Como las vidas de sus protagonistas, el caos es el único camino, eso provoca que en una sola película haya momentos casi ridículos y momentos inalcanzables.
Sin embargo, no todo es confusión y caos, hay cosas en Posesión que no dejan duda. El ocaso de la película hereda todo lo que en su momento le contó King Vidor a la humanidad en su Duelo al sol.
Desde la cima de la pasión, Jennifer Jones y Gregory Peck se suicidaban arrojándose el uno al otro, algo que Zulawski rescata añadiendo a la discordia como tercer elemento: Kafka irrumpe en escena y la metamorfosis se hace patente. Isabelle Adjani, Sam Neill y la criatura ocupando su lugar y dándole la forma definitiva a la unidad ya reconstruida.
El caos se ordena, el laberinto muestra su salida y el espectador ve por fin el camino hacia lo que en ningún momento significa una garantía, una meta o un refugio seguro.
Una vez establecida esa línea salvaje, la película —lejos de abandonarla— alcanza el paroxismo y nos vuela la cabeza con un arma: la incontenible y agotadora interpretación de Isabelle Adjani.
La secuencia del parto es física y emocionalmente destructiva, lleva a todo aquel que se enfrenta a ella al límite de su resistencia.
Zulawski y Adjani muestran aquí una habilidad para el engaño inimitable, cuando el espectador cree que la interpretación ha caído en el exceso y entrado en la parodia, Adjani se desvía de la ruta y lo contiene absolutamente todo durante el tiempo suficiente para dejar que el espectador se quede sin aire.
Después, cuando alcanza la cima de este delirio, simplemente nos destruye. Posesión es un todo descompuesto en piezas completamente entregado a la irrepetible interpretación de Isabelle Adjani.
El caos, poderoso e invencible. Sin más, ni menos.
https://www.filmin.es/pelicula/la-posesion
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Abril 2021.