EL PODER CATÓDICO DE LA SERIE B.
Hoy, mediante la magnífica película de Dan Curtis, The Night Strangler, nos centraremos en uno de los rincones más injustamente olvidados de la Serie B: las producciones rodadas y emitidas en la televisión Yankee —con permiso de las excelentes y todopoderosas producciones de la BBC, en las que nos adentraremos más adelante— durante la década de los setenta.
Esto requiere una no tan breve introducción, por eso lanzo a modo de «Spoiler» una recomendación: pónganse cómodos o bájense aquí.
En cualquier caso, vamos al lío.
La Serie B siempre se ha visto sometida a un estúpido e injustificable menosprecio, algo especialmente absurdo si tenemos en cuenta que —además de la inmensa cantidad de títulos que aporta— cuenta con la capacidad de hacer más con menos como una de sus principales virtudes, lo cual aumenta considerablemente su mérito frente a las producciones respaldadas por grandes inversiones.
Sin embargo, hay un escalón más en el camino descendente que a la fuerza recorre el reconocimiento de la Serie B. En ese escalón nos encontramos las producciones televisivas que nada tienen que ver con la «telebasura», las telenovelas de factura y consumo rápido ni los telefilms que aportan como mucho vergüenza ajena.
Yo me refiero a la excelencia catódica alcanzada durante varias décadas y en varios países —incluido el nuestro, de la mano de Chicho Ibáñez Serrador y sus maravillosas Historias para no dormir, o las no tan reconocidas Cuentos y leyendas, Crónicas fantásticas, Palabras cruzadas y El quinto jinete—, una excelencia catódica diversificada, sí, pero cuya cima encontramos en las televisiones británica y norteamericana.
Esto —a grandes rasgos y ciñéndonos al género fantástico, no debemos olvidar que prácticamente toda la ficción televisiva estadounidense era excelente en aquellos días—, se demuestra en tres grandes etapas. La primera mediante The Twilight Zone, la última mediante Expediente-X, y la etapa intermedia y que hoy nos ocupa, es, pese a ser la más olvidada, el magnífico puente entre las dos: The Kolchak Tapes.
Veamos de qué hablo.
Carl Kolchak nació bajo la pluma del escritor norteamericano Jeff Rice. Kolchak es —o podría describirse— como una especie de Colombo buscavidas, un híbrido entre los periodistas sin escrúpulos que Howard Hawks nos describió en His Girl Friday o Billy Wilder en su remake de la misma, The Front Page, y el perfil del detective desaliñado, bebedor, cínico, inteligente y con el sentido del humor y encanto justos para salir airoso de las situaciones en las que se ve involucrado.
Con ese perfil humano, el profundo conocimiento que Rice tenía de las zonas oscuras de la ciudad, y las circunstancias sobrenaturales que escogió como hilo conductor para su novela The Kolchak Tapes, no es de extrañar lo que no tardó en ocurrir. La cadena norteamericana ABC se hizo con los derechos de la novela (las formas utilizadas fueron las habituales, pero esa es otra historia…) El caso es que de esa jugada surgirían dos telefilms y una serie de televisión.
Centrémonos en las películas.
Una vez con la novela en sus manos, la ABC recurrió al magnífico novelista (amén de guionista de varios episodios de The Twilight Zone y algunos largometrajes míticos), Richard Matheson, quién aprovechó al máximo la estupenda premisa de la novela de Rice. Sin embargo, el proyecto sufrió un parón hasta que irrumpió en escena el nombre que ha elevado el telefilm a la narrativa cinematográfica por excelencia: Dan Curtis, un productor y director curtido en la televisión que venía de cosechar un gran éxito con su por aquel entonces reciente Dark Shadows (más conocida por el remake que hizo Tim Burton). Pero antes de seguir con el papel de Curtis en esta historia, abordemos un último capítulo.
The Kolchak tapes divide sus adaptaciones cinematográficas en dos partes, ambas contaron con la producción de Curtis, pero en la primera ocasión la dirección fue cosa de John Llewellyn Moxey, un tipo bastante estrafalario, aficionado al ocultismo, con una amplia experiencia televisiva y muy buena mano para la Serie B que demostró en su magnífica y olvidada película de 1960, City of the Dead, más conocida por Horror Hotel.
El caso es que Moxey abordó con éxito a Rice, rodando en 1972 The Night Stalker, un telefilm que pese al talento que lo rodeó resultó ser demasiado rudimentario. En cualquier caso, el meter en la piel de Kolchak al eficaz y mimetizado con el personaje Darren McGavin, fue un acierto pleno que Dan Curtis aprovecharía al máximo en la siguiente ocasión. En 1973, Curtis afianzó su alianza con Matheson y McGavin, llevando a cabo mi creación favorita de la saga. La película que hoy ocupa su lugar: The Night Strangler.
Ahora, al fin, vamos con la película.
THE NIGHT STRANGLER. LA EXCELENCIA NARRATIVA DE DAN CURTIS.
Decía antes que Dan Curtis elevó el telefilm a la narrativa cinematográfica. No era un realizador de televisión, era un gran director jugando siempre a la contra.
Si tuviese que decidir en cuál de sus producciones esto quedó más patente, diría que fue en la precursora de El resplandor (tanto de la novela como, por lógica, de la todopoderosa obra de Kubrick). Hablo de Burnt Offerings (aquí titulada Pesadilla diabólica), un telefilm elevado al cine por el talento narrativo y estético de Curtis, y las interpretaciones de un casting ejemplar. Todo esto jugó, tres años de su existencia, a favor de las andanzas cinematográficas de Kolchak .
The Night Strangler empieza dejando las intenciones y las fuentes meridianamente claras.
El aspecto documental de su primera secuencia nos lleva directamente al inicio de la película de Jules Dassin, The Naked City. Curtis se alimenta de la intención de Dassin y muestra —apoyado por una documentalista Voz en Off— la suciedad de una ciudad sin piedad, oscura a pesar de las luces de neón, enfermiza y peligrosa.
Dassin se sirvió en su día del Noir y sus contrastadas sombras, Curtis mezcla a Dassin con los pálidos y deprimidos colores propios del cine americano de los setenta, y nos sirve como entrante un excelente retrato del lado turbio de la ciudad.
A partir de ese momento, Curtis se aparta completamente de Dassin, y nos invita a recorrer un camino que bebe de fuentes totalmente distintas. Una vez que la narración nos ha metido en la ciudad, Curtis mezcla el tono documental con el cinismo casi nihilista de Kolchak y los oscuros, húmedos y silenciosos callejones más propios de Londres y las películas de la Hammer que del sucio bullicio de la decadencia urbana setentera.
Es ahí, en la mezcla de influencia con talento propio, donde reside la clave de Curtis. Es por esa sensibilidad y enorme buen gusto narrativo y estético por el que, en sus manos, la modesta producción sube a la cima cinematográfica.
Curtis hace avanzar la película manteniendo la balanza en un continuo equilibrio. El asesino y sus recursos son absolutamente literarios y «hammerianos». Sus víctimas son una mezcla perfecta de «Hammer Girls» y personajes femeninos de cualquier producción costumbrista rodada en los setenta. Todo a ritmo de Jazz y Funky.
Las letras terroríficas y criminales del siglo XIX contra la decadencia y el ritmo salvaje del ocaso del siglo XX. Lo que Curtis y Matheson plantean aquí no es un telefilm barato, es cine en sí mismo.
Así avanza The Night Strangler: de un lado, a través de la irritante y atractiva a partes iguales personalidad de Kolchak, deambulando por las sombras de la cuidad, cuestionando la autoridad y poniendo en evidencia la manipulación y corrupción del sistema. Del otro lado, a través de las sombras literarias y las formas del cine de terror elegante y grandioso, dando forma al clásico personaje atormentado, una criatura compuesta por retazos de Jekyll y Hyde, la figura del Mad doctor, Dorian Gray, etc…
El periodista cínico, golfo, valiente y sin escrúpulos, el héroe sucio y desaliñado que pone en ridículo a la autoridad oficial, contra el dolor, la tristeza, la venganza y la tortura emocional del monstruo literario.
Curtis nos muestra todo esto con una paleta de colores que mezcla a la perfección el aspecto pálido y sucio de los setenta con la bruma y húmeda desesperación de la literatura «Hammeriana». Nos lo muestra con un montaje dinámico y un detalle en cuanto a descripción de los personajes impecable. Nos lo muestra con una puesta en escena metódica y estética que raya en la perfección, las secuencias de la ciudad subterránea son de una belleza arrebatadora…
Dan Curtis nos muestra que, con el talento y las influencias adecuadas, con un equipo y un reparto medido a la perfección, partiendo de la televisión, y aun con toda la falta de medios en contra, se puede llegar a la cima cinematográfica. El resto, el reconocimiento y demás, es otra historia. La de hoy nos demuestra que Dan Curtis sabía contar historias.
Eso es lo único que importa.
https://www.filmin.es/pelicula/el-estrangulador-de-la-noche
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Mayo 2021.