ASCENSOR PARA EL CADALSO. (LOUIS MALLE, 1958.)

LA ELEGANTE FATALIDAD DE LOUIS MALLE.

Antes de entrar en el maravilloso Ascensor para el cadalso construido por Louis Malle, imaginemos por un momento que el movimiento cinematográfico por excelencia que tuvo lugar durante la década de los 60 del siglo pasado es una línea recta.

Así, con la Nouvelle vague como sendero, los puntos que unen la línea se suceden. Desde el inicio con André Bazin, Agnès Varda y Jean Pierre Melville como precursores hasta Truffaut y Godard como el punto álgido de un movimiento absolutamente deudor de varios conceptos: Hitchcock, Robert Bresson, Orson Welles y la desolación existencial imperante en la posguerra.

La Nouvelle vague no sólo se basa en estos pilares, pero para recorrer la línea imaginaria que planteo, nos basta.

Volviendo a esa línea, una vez trazada imaginemos ahora la sombra que arroja, un sendero paralelo que parte del mismo lugar y se basa en los mismos principios, pero cuyo trazado se dibuja sólo para dos nombres, dos excepciones dentro del movimiento que pretendió confirmar las nuevas reglas: Louis Malle y su transporte a la cima: Ascensor para el cadalso.

Louis Malle es un referente indiscutible de la Nouvelle vague, pero tanto él como su cima cinematográfica transcurren por esa línea paralela. Recorren el mismo trayecto pero no llegan a tocarse jamás.

ASCENSOR PARA EL CADALSO.

JEANNE MOREAU BAJO LA LLUVIA Y EL TRÁGICO SONIDO DE MILES DAVIS.

La Nouvelle vague y la película de Malle parten del mismo lugar y se basan en los mismo principios. Desde el inicio, Malle impone al espectador la narrativa cinematográfica de Hitchcock, (las manos del asesino, la pistola y la cuerda en el cajón), el montaje de Orson Welles, (la conversación telefónica inicial) y a Robert Bresson mediante el aislamiento del protagonista, quien solo puede comunicarse con el mundo exterior a través del sonido, (las secuencias en el interior del ascensor.)

Si observamos con detenimiento la película, veremos con claridad estas fuentes, pero hay un elemento más que sitúa a Malle y su película en esa exclusiva línea paralela: Tennessee Williams y la serena desesperación con la que dotó a todos sus personajes.

Ascensor para el cadalso tiende una trampa al espectador, juega con el azar como excusa, pero fiel a Hitchcock, Malle utiliza la fortuna como un Macguffin con el que despistar y engañar al público.

Si observamos con detenimiento el juego de Malle, veremos que el gato negro en la ventana, la cuerda olvidada en el balcón y el ascensor detenido no son más que recursos con los que se divierte recreándose en su maravillosa habilidad narrativa, algo que por sí sólo ya situaría ese ascensor en la cima, pero esa no es la cuestión. Aquí el azar no determina nada, lo que nos deja sin respiración es como el nuevo autor europeo recurre al dramaturgo americano.

Malle dota a Jeanne Moreau, Maurice Ronet, Georges Poujouly y Yori Vertin con la clave de la película: la serena desesperación que rige la mayoría de las vidas, la aceptación que caracteriza a quienes deambulan por su propia vida sabiendo que nunca lograrán ganar. Sombras errantes con el peso de la resignación y la derrota en sus miradas.

Ascensor para la cadalso es una especie de huida hacia delante, el último trayecto de unos personajes trágicos, derrotados y cansados que hacen lo único que pueden hacer, seguir su naturaleza y aceptar el fracaso sin dejarse engañar por la esperanza ni culpar al azar de su destino.

La secuencia de la que hoy dejo un enlace a pie de texto, sirva tal vez para que coincidan conmigo. En mi opinión nos encontramos aquí ante uno de los momentos más bonitos que nos ha regalado el cine.

Malle abre fuego, y como haría Robert Bresson, convierte el sonido en un personaje más. El trueno suena a lo lejos y empuja a Jeanne Moreau hacia su recorrido por la desolación. Miles Davis irrumpe en escena con su música trágica, poética y extremadamente dolorosa, y de una forma similar a las Noches blancas de Visconti, la serena desesperación inicia su camino sin retorno.

Malle le dice a Moreau que busque lo único que puede encontrar, lo único que desea: aquello que da sentido y a la vez destruirá su vida. El amor que siente por alguien tan derrotado y desesperado como ella, mientras tanto, Malle traza una línea argumental paralela, y conduce a Poujouly y Vertin al mismo destino.

Bajo esa lluvia hermosa, serena y desesperada que cae al ritmo de Miles Davis, las líneas paralelas de Malle se desvían de su trayecto, se cruzan y todo se va al carajo. Pero de una forma tan contenida y bonita como las vidas de los fantasmas sureños de Tennessee Williams.

Ese es el destino del ascensor en el que Malle obliga a viajar al espectador: el camino propio, no el azar. Y allí, en el cadalso, en la cima misma, el espectador cae desmayado por el hueco del ascensor.

Cae despacio, envuelto en la lluvia, en la mirada desesperada de Jeanne Moreau retenida en el tiempo por la sutil y hermosa fotografía de Henri Decaë y el sonido desgarrador de la calma con la que Miles Davis nos introduce en la tormenta.

Jeanne Moreau. (Ascensor para el cadalso. Nouvelles Éditions de Films. 1958.)
Jeanne Moreau. (Ascensor para el cadalso. Nouvelles Éditions de Films. 1958.)

Después, sencillamente, entra tranquilamente en coma.

Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES

Enlace a la secuencia: https://www.youtube.com/watch?v=icJw9HXXoXA

Película disponible: https://www.filmin.es/pelicula/ascensor-para-el-cadalso

David Salgado.

©24 sombras por segundo. Julio 2021.

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