EL FRÍO INVIERNO DEL DESCONTENTO. LOS RETAZOS DE UNA PELÍCULA ÚNICA.
Existen dos cosas acerca de la película de Luigi Bazzoni, La mujer del lago, que se dan por ciertas. Sin embargo, en mi opinión ambas son falsas o como mucho meras concesiones clasificatorias.
La primera hace referencia a su género. La segunda a su autor.
La mujer del lago se ha visto enmarcada por una parte considerable del público y crítica dentro del Giallo, mientras que su dirección se atribuye a Bazzoni y Franco Rossellini. En cuanto al género, no puedo estar más en desacuerdo; con respecto a los padres de la criatura, no me cabe ninguna duda: Bazzoni es el autor y Franco —el sobrino del inmenso Roberto Rossellini— el productor.
De hecho, esa es la función que desempeñaría a lo largo de su carrera, trabajando con (entre otros) gigantes como Pasolini. Pero esa es otra historia.
Volvamos a la que es la verdadera y ecléctica naturaleza de esta magnífica película.
La mujer del lago es una miscelánea que tan bien bebe de sus fuentes como construye su propia identidad; tanto que es una película prácticamente única. Si nos ceñimos a su argumento —aunque es cierto que el Giallo mezcla el terror con el policíaco— vemos que la película se acerca mucho más al Noir americano que al reino de Dario Argento.
Sobre la superficie, una película cuyo protagonista regresa en busca de una mujer y termina por llevar a cabo la investigación acerca de su misteriosa muerte, nos conduce irremediablemente al cine negro. Pero Bazonni no se quedó en la superficie.
Su mujer del lago se adentra en las profundidades y llega —mediante una serie de géneros e influencias— a los límites de la realidad.
Así, partiendo de la fría y aristocrática incomunicación que Antonioni nos mostró en La aventura, La noche y El eclipse, Bazzoni nos sitúa ante un frío y fantasmal cuento de invierno.
Un relato inquietante acerca de unos seres aferrados a la serena desesperación que impregnó el descontento del cine durante los años sesenta, un cuento donde el misterio a resolver se sirve tan clara como estupendamente de Hitchcock y Alain Resnais para traer a escena otro de los géneros a los que verdaderamente pertenece la película, el neorrealismo tardío.
El invierno que no cesa e inquieta al espectador, envuelve con su fatídico aliento el ocaso del pueblo donde se desarrolla la película. Bazzoni nos muestra la misma depresión vital, social y económica que caracteriza a las películas más representativas del neorrealismo. La mujer del lago surge de un montón de fuentes y nos introduce de lleno en el invierno que traerá de nuevo el descontento. Sin embargo, hay más piezas que forman este enigmático puzzle.
Veamos cuáles son.
LA MUJER DEL LAGO. LA PERSISTENCIA DEL PASADO.
Hay algo en la película de Bazzoni determinante. El presente es una especie de sueño difuso, un lugar en el espacio y el tiempo que no llega por un motivo. La persistencia del pasado.
Bernard —el escritor interpretado por Peter Baldwin—, regresa a ese pueblo fantasmal y deprimido por una mujer, Tilde —interpretada por Virna Lisi— de la que se enamoró en el pasado. Pero el presente niega a los protagonistas de esta historia cualquier posibilidad de futuro.
Todo se desmorona alrededor de los personajes. Los propietarios del hotel se muestran entre ellos, ante el espectador y el propio Bernard como seres nostálgicos de un pasado en el que el turismo invadía el pueblo, el clima era cálido y acogedor, el hotel un negocio próspero y su familia una estructura sólida, en la que la única grieta en forma de sus propias debilidades y bajezas permanecía oculta tras el silencio de Tilde.
Sin embargo, en este presente que no es más que una triste ilusión todo camina hacia el final. Como un espectro que al fin encontrase el lugar dónde liberarse de sus cadenas, aunque eso suponga el adiós definitivo a todo aquello que una vez le dio vida.
Ese pasado nostálgico sume al pueblo en un invierno cruel, frío y perpetuo. Como si de personajes literarios y atormentados propios de alguna de sus novelas se tratase, los distintos habitantes mantienen conversaciones poéticas y filosóficas con el escritor, aumentando en el espectador la sensación de encontrarse ante algo inevitablemente decadente y melancólico.
Así, vemos una continua regresión al pasado por parte de Bernard —quien va en busca continua de su amor por el fantasma de Tilde— de Enrico (el dueño del hotel que se lamenta por el inexorable progreso y sus imposiciones mientras se aferra a sus pasados días de gloria), de Irma —una excepcional Valentina Cortese—, la hija soltera condenada a vivir la muerte de su entorno, algo que la transforma en un fantasma, en una sombra trágica y atormentada que deambula por las ruinas del pasado.
Vemos también como Mario —el hijo de Enrico— regresa al pueblo tras su luna de miel con su nueva, rica y elegante esposa Adriana para sumir su matrimonio en ese pasado eterno que arrastra en su ocaso al presente hacia la muerte. No solo la muerte por aparente suicidio de Tilde traza el camino de los protagonistas, la persistencia del pasado los condena a todos a la pérdida del futuro.
Todos aquellos que viven atrapados en ese invierno que no cesa están condenados, pero no todos tienen la misma naturaleza. Frente a la misteriosa melancolía encerrada en silencio de Enrico y su familia, Bernard encuentra un elocuente apoyo para su particular investigación en un novelesco personaje. Francesco, el fotógrafo del pueblo brinda a Bernard y el espectador otra de las claves de la película: la fotografía.
Bazzoni tenía —además de la cinematográfica— formación arquitectónica, algo que utilizó a favor de la película para darle un aspecto único.
En ninguna de las estancias que podemos ver a lo largo de la película hay un encuadre que descuide el secreto. Es decir, nunca vemos la estancia completa y nunca vemos de dónde vienen los protagonistas cuando entran en la estancia, ni dónde van cuando la abandonan. El uso narrativo del espacio que Bazzoni muestra aquí es maravilloso, y —volviendo al aspecto fotográfico— se apoya en la elocuente dirección de fotografía de Leonida Barboni.
A lo largo de la película, Bernard muestra el presente mezclado con sus recuerdos (reales o soñados) del pasado. Bazzoni y Barboni nos muestran la realidad presente con una fotografía técnicamente impecable, pero cuando recurren al pasado recordado y/o soñado por Bernard rompen el molde. Lo que vemos en esas secuencias sobreexpone la luz, quemando las partes blancas y ocultando la información que revelaría la luz del día, o en este caso el metafórico camino hacia la verdad.
Además de ser una apuesta arriesgada, narrativamente elocuente y visualmente confusa, Bazzoni y Barboni nos trasladan a las formas independientes de John Cassavetes en Faces, además de sumirnos en un sueño que reclama las oníricas maneras de Ingmar Bergman.
Así, a través de la fotografía, Bazzoni hace del espectador lo que quiere, y a través del fotógrafo del pueblo, Bernard verá el camino que lo conducirá a la verdad. No en vano, en uno de sus encuentros, el fotógrafo revela al escritor el camino, y Bazzoni nos lo muestra en un alarde narrativo maravilloso.
En la fotografía que dejo a pie de este párrafo, Francesco y Bernard charlan acerca de lo ocurrido. Ellos ocupan la parte oscura del plano, son las sombras que no encuentran el camino. Mientras hablan, el negativo invertido que proyecta su imagen muestra la luz de los fantasmas que persiguen los protagonistas. Así, en una secuencia aparentemente vacía, Bazzoni hace convivir el presente con el pasado, la luz con las sombras, los vivos con los muertos y el enigma con las respuestas.
La sutil y hermosa grandeza narrativa de Bazzoni se extiende a lo largo de toda la película, pero aquí se dispara y eleva la película a cotas reservadas para títulos y autores mucho más celebrados.
Después, la trama continua, el Noir vuelve a dominar la película y el escritor revestido de investigador privado continua con sus asuntos propios. La mujer del lago revelará la verdad, pero eso no importa. El cuento de invierno y sus fantasmas del pasado son los verdaderos protagonistas de una película con un montón de orígenes y un solo destino.
El pasado eterno que —a través de la lluvia, el viento y el lago que sumen la película en un invierno que no cesa— nos guían por una de esas hermosas películas que han de luchar contra el olvido.
https://www.filmin.es/pelicula/la-mujer-del-lago
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Mayo 2021.