EL POETA DE LAS CENIZAS.
Antes de sumergirme de lleno en Pasolini y su Mamma Roma, necesitaré una no tan breve introducción.
Si dividimos el Neorrealismo italiano en dos bloques nos saldría algo así: los clásicos y los tardíos. Dentro del apartado clásico encontramos liderando el movimiento a Vittorio de Sica, Roberto Rossellini y las primeras películas de Luchino Visconti y Federico Fellini. Hay más ejemplos, obviamente, pero estos son los que llevaron el movimiento a la cima.
En el apartado tardío la lista es más tajante: Michelangelo Antonioni y el propio Pier Paolo Pasolini.
En este caso hablamos de las dos caras de la misma moneda. Antonioni nos habla de la incomunicación, el vacío existencial y el viaje a la deriva de personajes que sufren un profundo dolor y una angustiosa frustración, pero manteniendo una escrupulosa elegancia. Las formas de los personajes de Antonioni apenas nos permiten vislumbrar el fondo.
Al otro lado de la existencia, Pasolini no hace prisioneros, amigos ni adeptos entre quienes esperen algo de tregua. Su narrativa y sus personajes son salvajes a fuerza de una civilización cruel, egoísta, insensata y olvidadiza. Sencillamente, caminan hacia la desolación peleando sabiendo que perderán. Aún así, pelean.
Antes de seguir y empezar con la película debo decir que para mí, Pasolini no representa un gran cineasta más allá de sus dos primeras obras: Accatone y la película protagonista de hoy, Mamma Roma.
Admiro profundamente a Pasolini por su valor, inteligencia y determinación. Como pensador y especialmente como poeta, me resulta fascinante y tremendamente inspirador, pero creo que tras sus dos primeras películas perdió de vista el cine para centrarse exclusivamente en sus obsesiones: la libertad, la huida de los orígenes privilegiados y ante todo irritar a quienes un día nos matarán a todos, tal como hicieron con él aquel cercano noviembre de 1975.
Ahora, vamos con una de las películas por las que siento más admiración.
MAMMA ROMA. LA INDOMABLE SONRISA DE ANNA MAGNANI.
Mamma Roma abre fuego a partir de dos bases: Los olvidados y Viridiana de Luis Buñuel y Las noches de Cabiria de Fellini.
Pasolini se sirve de la sátira salvaje de Buñuel y le da la vuelta al personaje hermoso y mágico de Giulietta Masina en Cabiria. La secuencia inicial de Mamma Roma es demoledora: la mesa puesta nos trae a la cabeza a Leonardo Da Vinci y Viridiana, pero de pronto Pasolini nos lleva a las profundidades de la Italia más arraigada a la tradición y la brutalidad. A la tierra bajo un sol cruel, sucio e implacable.
En esa boda tradicional irrumpe la cara salvaje de Cabiria, irrumpe la bala definitiva de Pasolini y absolutamente todo el cine italiano: Anna Magnani. Mamma Roma es salvaje, inteligente, sensible, independiente y ante todo, una optimista incansable. Por mucha tristeza y dolor que la opriman, jamás doblegará su ingenio y su sonrisa.
Anna Magnani es Mamma Roma y Mamma Roma es Anna Magnani. Pasolini es el arma, Magnani la bala y el mundo la diana. El desarrollo de la secuencia de apertura es una cima: Magnani baila con los cerdos -animales y humanos- y esquiva todo aquello con lo que intentan golpearla.
El guión de Pasolini es muy ingenioso, pero en manos de Magnani ese duelo al sol mediterráneo a base de canciones irónicas deja al espectador literalmente seco. Y a esas alturas no hemos salido siquiera de la primera secuencia. No recuerdo una apertura tan brutal desde Bresson y su Mouchette. Todo lo que ocurre a partir de esa secuencia es irrepetible y milagroso, pero es lo único que por lógica puede ocurrir.
Mamma Roma es un continuo intento de huida hacia la redención por un crimen que los protagonistas no han cometido.
A través de un mundo en ruinas, Mamma Roma y su hijo Ettore deambulan tras los muros del progreso y la civilización. Ella camina con pasos y sonrisa firmes, él arrastra sus piernas dando unos pasos erráticos y sin coordinación, como un muñeco a punto de desarmarse en cualquier momento.
Ella sueña con un futuro que él ni siquiera puede imaginar, y hará lo que sea para conseguirlo, incluso dejar de hacer lo que sea. Esa es la clave de Mamma Roma. Pasolini pone el camino a los pies de Magnani, es un camino escarpado, casi imposible, pero ella lo recorrerá como solo sabe hacerlo, riéndose y desafiando a los peligros.
La noche en la que deja atrás su pasado, Magnani y Pasolini reinventan la Cabiria de Masina y Fellini, cambian la magia y la hermosa ingenuidad por la sonrisa y el ritmo salvaje de los pasos de Mamma Roma.
Entre los habitantes de una noche que no acaba, bajo las luces de una ciudad invisible, Magnani se despide de todos los desgraciados -sean honrados o miserables- que le salen al paso. Y mientras lo hace, Pasolini no deja con su guión absolutamente nada en su sitio, porque ese es su propósito, cambiar todo de lugar.
Así llegamos al final del recorrido, Ettore pierde el camino y cae en manos del mundo que hay tras las ruinas que Mamma Roma pretendía dejar atrás. Pero no hay victoria posible. Pasolini simboliza de nuevo con la pintura renacentista y mediante la muerte de Ettore lleva al cine el Cristo de Andrea Mantegna.
Después, tras una ventana que nunca logrará dejar atrás, Mamma Roma contempla los muros que jamás logrará cruzar. Y al fin, ese asqueroso mundo consigue quitarle la sonrisa. Pero no consigue derrotarla.
Eso fue lo que Magnani y Pasolini grabaron en las retinas de la humanidad. El valor de quien no se dará jamás por vencido. Mamma Roma es en el sentido más estricto, la poesía salvaje más bonita que he visto nunca.
La cima cinematográfica del poeta de las cenizas solo nos conduce a la rendición mediante el asombro.
https://www.filmin.es/pelicula/mamma-roma
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.