EL CINE, POR PETER BOGDANOVICH.
La última película fue la primera obra maestra de Peter Bogdanovich como director, la primera, y posiblemente -fiel a su bonito título- la última.
Es cierto que sus dos siguientes obras tras la cámara –What’s up, Doc? y especialmente Luna de papel– son estupendas, pero el más erudito de todos los alumnos de la generación salvaje de Hollywood, jamás repitió un acierto tan pleno como el de su última película. Sencillamente, aquí el teórico estudioso del cine por excelencia, elevó la práctica a la cima.
Esa práctica fue precisamente la que otorgó gran parte de la fuerza que Bogdanovich descarga en la película, y es que sus composiciones, la hermosa y elocuente narrativa de sus planos, nos introduce de cabeza en algunos de los gigantes de aquel Hollywood que precisamente Bogdanovich y sus compañeros salvajes pretendían dejar atrás.
Además de las menciones directas que vemos en el viejo y agonizante cine, (Winchester 73, El padre de la novia, Arenas sangrientas o la proyección de Río rojo antes del cierre definitivo del cine), Bogdanovich recurre a sus conocimientos sobre cine clásico para actuar en su película como alumno y maestro al mismo tiempo.
Más allá del metacine, Bogdanovich proyecta la sombra de los astros clásicos sobre su propia película, desde los generales exteriores que evocan las grandes llanuras, hasta la composición y situación en plano de los personajes, y -ya de forma más sutil- algunos movimientos de cámara, La última película reclama y rinde un hermoso tributo visual al cine de John Ford, Howard Hawks, Orson Welles y Alfred Hitchcock.
Esto, en el apartado visual. Pero hay en su narrativa ceñida al guión otra referencia clave.
El ambiente dramático y nostálgico que impregna la película de Bogdanovich, recoge el testigo que dejó en ese sentido la también pieza maestra de John Huston, The misfits.
Los personajes de ambas películas se aferran a un pasado que no es más que un fantasma y enfrentan un futuro que ha muerto antes de llegar. Los dos relatan su tragedia crepuscular de forma poética, Huston compone versos suicidas, mientras que Bogdanovich se centra en la búsqueda de nuevos horizontes, en aquello que muere mientras observa con nostalgia el despertar de un posible nuevo mundo que jamás llegará.
Todo esto hace de La última película una muestra más acerca del profundo amor y conocimiento que Bogdanovich tiene sobre el cine, una especie de tratado y homenaje, pero no la convierte en una obra impersonal, al contrario, hay aquí una marcada identidad propia.
LA ÚLTIMA PELÍCULA.
EL VIENTO QUE NO CESA.
Comienza La última película con un extraño viento, sin aparente origen ni destino, más allá de las calles desiertas y polvorientas que rodean el viejo y romántico cine de Anarene, el pueblo en el que las vidas de sus habitantes transcurren sometidas al contradictorio paso del tiempo.
Es contradictorio ese avance inexorable del tiempo, pues por un lado, la nostalgia de sus viejos habitantes que reclama los días de gloria de la América del western, la de las grandes praderas y anchos ríos que refrescaban las cálidas y largas tardes de verano, contempla impotente como el tiempo se escapa de sus manos demasiado deprisa hacia un futuro en el que sus vidas ya no tienen lugar.
Por otro lado, ese tiempo se detiene, mezclado con el aire denso y plomizo que parece retener a los habitantes más jóvenes del pueblo, anclando el despertar sexual y los sueños de libertad que los impulsan a correr más allá de las fronteras, más allá de la tierra árida y seca mecida por ese viento que no cesa, pero que al mismo tiempo no logra mover nada de su lugar.
Sencillamente, el tiempo muestra dos caras, jugando cruelmente con todos los protagonistas, sombras perfiladas bajo el sol del desierto, siluetas que quisieran pertenecer a un mundo que en ningún caso existe: el antiguo no volverá. El nuevo es mentira, no existe la tierra prometida más allá del horizonte.
Esta melancólica y dramática realidad carga la atmósfera de la película; como espectadores podemos ver y palpar ese aire plomizo y casi irrespirable que somete a los protagonistas, podemos sentir el agobio y frustración juvenil de quienes solo desean huir, y al mismo tiempo podemos sentir las lágrimas que descienden por los rostros de aquellos que solo quieren regresar.
La última película es un estado fronterizo emocional y generacional implacable, cruel y mentiroso.
Bogdanovich, desde su homenaje al cine y una postura relativamente más académica e intelectual que la de sus compañeros de generación salvaje, también entra al juego y descubre la realidad.
El pasado idílico que los viejos pretenden retener entre sus manos, es mentira. El futuro de libertad y progreso que hay más allá de la frontera, la gloria que aportarán la universidad, el ejército y la gran cuidad, también es una ilusión.
El viento que sopla sobre la última película no cambiará nada de sitio.
Esta radiografía cruel, sincera y poética de América basa su hermosa eficacia en tres pilares: el oficio y sensibilidad de Bogdanovich, un reparto descomunal y una maravillosa fuente literaria dividida en dos partes: la magnífica novela original de Larry McMurtry y el universo que impregna esa última película: la sombra de Carson McCullers.
La dirección por parte de Peter Bogdanovich es impresionante en cuanto a sensibilidad y perfección narrativa, todo es hermoso y trágico, todo se mueve bajo una técnica precisa y medida al milímetro.
Su trabajo con los actores es de escuela directa, la creación de los personajes y sus motivaciones reflejadas en uno de los repartos que deberían reinventar el concepto del casting, es una cima en sí misma.
Aquí, en este punto, la magnitud de la película se dispara: Timothy Bottoms, Jeff Bridges, Cybill Shepherd, Ben Johnson, Cloris Leachman y Ellen Burstyn aportan un solidez y dramatismo a sus respectivos personajes que rompe todos los moldes imaginables. La comunicación entre le director y el reparto fluye de tal manera que la fuerza de la película es incontenible.
En cuanto al tercer palo que sustenta la película, la novela de McMurtry es maravillosa, tanto como el guión escrito a dúo con Bogdanovich. Ambas cosas -novela y guión- son magníficas por sí mismas, pero en el traslado del papel al cine, Bogdanovich tuvo el grandioso acierto de introducir el universo de la impagable Carson McCullers.
El mítico dramatismo sureño de una de las autoras estadounidenses por excelencia, impregna la película y supone una ayuda imprescindible para dotar el ambiente con esa tristeza densa, cálida y poética, que, -aunque ya tenía de origen- conduce el resultado final a una cima indiscutible.
Sobre estos tres factores construye La última película su grandeza, pero hay algo más por parte de Bogdanovich que marca de nuevo la diferencia. La distribución de los personajes en tres bloques, en una especie de tres caminos por los que seguir.
En un extremo de la historia, Sam el león, (Ben Johnson), Ruth Popper, (Cloris Leachman), Miss Mosey, (Jessie Lee Fulton), Lois Farrow, (Ellen Burstyn) y la melancólica camarera Genevieve, (Eileen Brennan), representan la nostalgia, la triste resignación ante ese pasado muerto hace tiempo enterrado en un presente que no avanza hacia ningún lugar.
Las miradas y rostros de todos esos personajes cargan con un dolor irreparable, dejando que sus últimos días floten a la deriva mecidos por ese viento que atraviesa la película. Las maravillosas interpretaciones plasman a la perfección el sereno dolor que Bogdanovich pretende trasmitir con su película.
Al otro lado de la historia, dispuestos a hacer frente a ese viento trágico, se encuentra la juventud, representada principalmente por Duane Jackson, (Jeff Brigdes) y Jacy Farrow, (Cybill Shepherd).
La nueva generación del pueblo, despierta ante sus propios instintos, inconsciente y desafiante, ávida de cruzar la línea de esta película de emociones fronterizas, víctima ilusa de una tierra prometida más allá del viento, del viejo cine, de los rostros y miradas cansadas que un día, cuando descubran que todo era mentira, ellos también verán reflejadas en el espejo.
Y en medio de ambos extremos, equilibrando la balanza entre las visiones distorsionadas del pasado y el futuro por la nostalgia y los sueños de ambas generaciones, se encuentran los personajes más trágicos de la película: Sonny Crawford, (Timothy Bottoms) y Billy, (Sam Bottoms).
Los habitantes más jóvenes de esta historia, suponen el dramático centro de la balanza, pues carecen de la ambición de una juventud que todavía no ha despertado completamente -aunque asoma ya en algunos aspectos- y de la nostalgia por un mundo que no han llegado a tiempo de conocer.
Atrapados en una especie de limbo eterno, Sonny y Billy son los condenados a la eternidad de un lugar donde el tiempo es una ilusión. No pueden regresar al paraíso inventado por la nostalgia de sus padres, ni pueden huir hacia el futuro imposible soñado por sus amigos, por aquellos a quienes admiran y morirán más allá de la frontera.
Solo pueden ver como todo desaparece, el viejo cine proyecta la última película, Duane Jackson se marcha a una guerra absurda, mentirosa y lejana, Jacy Farrow y las chicas del pueblo se irán algún día tras el falso sueño americano.
Y ellos, Sonny y Billy, jamás abandonarán esa tierra seca, cálida y cruel. Billy morirá allí, víctima de ese progreso que, aun sin llegar, pasa su factura. Y Sonny, derrotado antes de poder pelear, llora la muerte de su amigo inocente.
Contempla el cadáver de Billy y llora también su propio destino, maldice a todos aquellos que compartirán su suerte, empujado por el viento que se levanta de nuevo y barre el interior de los billares del viejo Sam el león.
Durante un instante sostenido con maestría en el tiempo por Bogdanovich, el viento parece lograr barrer la tristeza y el dolor, la impotencia y la incapacidad para cambiar el destino, pero no es más que una efímera ilusión.
El viento sopla, dejando todo en su lugar.
El viejo cine ha proyectado la última película, ya no hay ningún cartel. La televisión y el progreso que los chicos han ido a buscar más allá de la frontera lo han matado.
Sam, el viejo león ha muerto. Billy ha muerto. Sonny llora, comprende y asume su destino y la última película termina como empezó.
Con la voz triste del viento que no cesa.
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
https://www.filmin.es/pelicula/la-ultima-pelicula
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Diciembre 2021.