ROBERT WISE & MICHAEL CRICHTON.
LA CIENCIA FICCIONADA.
The Andromeda strain -aquí conocida por La amenaza de Andrómeda- no fue la primera incursión en la ciencia-ficción del siempre magnífico y eficaz Robert Wise.
Veinte años antes, en 1951, Wise se ganó un sitio en el templo del género con la mítica The day the earth stood still, una película que pasaría a la historia por su discurso e inclinación pacifista en una época en la que Estados Unidos utilizaba cualquier medio de expresión a su alcance para alertar al mundo de la «amenaza roja».
Además de su irreverente tono antibelicista, la película es un referente gracias al mítico duo protagonista, el alienígena Klaatu y el robot Gort.
En su primera salida al espacio, Wise se mantuvo dentro del terreno marcado por la ciencia-ficción, pero sacó un brazo fuera del perímetro, anticipando un juego que desarrollaría por completo veinte años después.
The Andromeda strain sigue dos patrones muy significativos en la narrativa de Wise.
Por un lado, la película desarrolla su argumento inicial en base a un seleccionado grupo de científicos que han de encerrarse en un recinto para enfrentarse a una fuerza sobrenatural -en este caso un virus extraterrestre- estableciendo así un paralelismo claro con la que posiblemente sea su mejor película: The haunting.
En ambas ocasiones, Wise obliga a los protagonistas a luchar desde sus puntos de vista científicos contra la amenaza, antes fantasmal y después extraterrestre y letal.
Por otro lado, Wise separa completamente en The Andromeda strain la ciencia de la ficción, logrando así culminar el cisma que había empezado veinte años atrás. De la mano del mítico escritor Michael Crichton y su novela homónima, Wise sigue los dictados del novelista y aborda la ficción desde una óptica casi exclusivamente científica, pero mezclada a la perfección con la mejor ficción.
THE ANDROMEDA STRAIN.
EL BUROCRÁTICO FIN DEL MUNDO.
Wise abre la película como una especie de puente entre dos mundos, no solo por el argumento, también por la estética y la narrativa inicial. Es decir, la película consiste en una mezcla de épocas, intenciones y estilos que -si bien sobre el papel parece una locura- el oficio y grandeza de Wise resuelve con facilidad.
Veamos de qué se compone exactamente esa mezcla.
El argumento es atractivo, sencillo y une la ciencia-ficción clásica poblada por extraterrestres invasores con el catastrofismo y el thriller conspirador de aspecto televisivo propio de los años setenta.
Un virus procedente de otro planeta llega a la tierra en un satélite artificial vinculado a una serie de operaciones secretas del gobierno. El satélite se estrella en un pueblo remoto de Nuevo México y todos sus habitantes mueren.
Todos, excepto un anciano y un bebé que son trasladados a un laboratorio subterráneo secreto en el que el gobierno emplea a una serie de científicos para investigar, contener y combatir el invasor invisible. Tal vez la saga de Resident evil tenga algo que declarar… pero esa es otra historia.
En los primeros compases de la película, Wise ya ha mezclado con una habilidad impecable el espíritu de The twilight zone, la histeria hacia los ovnis de la era Roswell, la conspiración y secretismo de los asuntos turbios del gobierno y el maravilloso halo televisivo del cine catastrofista propio de aquellos días.
Todo lo que hace de La amenaza de Andrómeda una gran película, Wise lo ofrece en su primer acto. La fuerza con la que separa la ciencia de la ficción para trazar la película en dos líneas, es irónicamente la misma fuerza que frena su desarrollo, dejando una maravillosa película potencial, en una muy estimable separación de poderes cinematográficos.
Es cierto que la atractiva premisa, las eficaces interpretaciones, el perfil irreverente e insumiso de la Doctora Ruth Leavitt, (Kate Reid), la maravillosa -y para la época tecnológica y futurista- puesta en escena creada entre Wise y Douglas Trumbull, y la esencia de espionaje y secretismo que impregna la película, la conducen a la cima en su primer tramo.
Pero también lo es que la -en mi opinión- excesiva fidelidad por parte de Wise a las técnicas y descriptivas páginas de Crichton, lastran el ritmo de una película que, de no ser por una duración demasiado deudora del afán por ser fiel a la novela, habría sido ejemplar.
Aun así, The Andromeda strain es una gran heredera de la operística filosofía existencial que compone la todopoderosa 2001, una odisea en el espacio, y las aventuras distópicas y apocalípticas de El planeta de los simios.
Wise añade al cóctel sideral de los sesenta el sabor del thriller setentero para brindarnos una película que -aunque dista considerablemente de sus mejores obras, y padece irónicamente de la que pretendió ser su mejor virtud, (la firme separación entre ciencia y ficción)- es, pese a todo, un referente en la ciencia-ficción de los setenta, y ante todo, una película del enorme Robert Wise.
The Andromeda strain mezcla muy hábilmente las intrigas fatalistas de un virus extraterrestre invisible a nuestros ojos, con los planes ocultos dignos del espionaje y la oscuridad burocrática de un gobierno que obliga a la ciencia a disputar una carrera desesperada y suicida contra la ficción.
Lo cierto es que no se necesita mucho más por parte de una película para conquistar este planeta.
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
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David Salgado.
©24 sombras por segundo. Diciembre 2021.