24 sombras por segundo - SWALLOW. (CARLO-MIRABELLA DAVIS, 2019).

MIRABELLA-DAVIS/SIRK.

UN ENCUENTRO INESPERADO.

Son muchos los méritos que encuentro en Swallow. La película de Carlo-Mirabella Davis me sorprendió por varios motivos, pero el más excepcional e inesperado de todos fue el inverosímil paralelismo entre el todavía novedoso director y un gigante de los anales cinematográficos como Douglas Sirk.

Swallow. (Charades, Stand Alone Productions, Logical Pictures, Syncopated Films. 2019).

A primera vista, la película de Davis no estrecha relaciones con el universo de Sirk más allá de ciertas formas estéticas; el vestuario, decorados, maquillaje y peinados con los que Hunter (la protagonista, interpretada por Haley Bennett) se muestra ante espectador, recuerdan a la estética de la década de los cincuenta en general y a la que podemos contemplar en cualquier película de Sirk.

Sin embargo, el parecido va mucho más lejos, pues Swallow es una película dotada con una narrativa profunda, sensible y muy elocuente, tanto a nivel de guion como de lenguaje cinematográfico. La narrativa en Swallow se muestra de forma sutil, pero impregna la película. Es esa narrativa cinematográfica, ese uso del encuadre como una arma definitiva, el elemento que une el cine de Davis con el de Douglas Sirk.

El rey del melodrama durante los días del «American way of life», hizo del encuadre y la posición de la cámara con respecto a los personajes y sus diferentes situaciones vitales un arte mayor. Aproximadamente seis décadas después, Davis recupera y ensalza una forma de narrar en el cine que —afortunadamente— sigue lo bastante viva como para dar alegrías al espectador. Alegrías encerradas en la tristeza densa y estática de Swallow.

SWALLOW. LA ESCLAVA LIBRE.

Teniendo en cuenta que Swallow me ofrece como mejor virtud y arma más poderosa su narrativa mediante la cámara, y que esto me lleva a trazar una línea hereditaria entre Sirk y Davis, me tomo también la libertad de adoptar el título en español de la película de Raoul Walsh, Band of Angels. Es decir, La esclava libre.

Hago esto por dos motivos, las tramas entre la película de Walsh y el testamento cinematográfico de Sirk, Imitación a la vida, tienen ciertos aspectos raciales en común. Swallow no responde a esas cuestiones, pero sí narra la liberación de una esclava. Sin embargo, el excepcional y elocuente uso del encuadre al servicio total de la narrativa, no es el único punto fuerte de la película.

Swallow se apoya en tres pilares: la narrativa cinematográfica, la maravillosa y totalmente cómplice del personaje interpretación de Haley Bennett, y un guión que —a pesar de caer ligeramente en un innecesario subrayado en su tramo final— se apoya totalmente en el tercer pilar: la utilización del espacio mediante su reducción a la nada, a una especie de mundo alejado y perdido en todo aquello que haya más allá de rostro de Bennett y su jaula hecha de polvo y diamantes.

Esa es precisamente la palabra y el concepto clave de Swallow: la reducción. Con la narrativa de la que vengo hablando a su servicio, Davis muestra una jaula hecha de riquezas, estereotipos y vidas prefabricadas sin más objeto que perpetuar la farsa que alimenta su muerte en vida, su holograma proyectando el sueño americano.

El texto de Swallow refleja esto en algunos y breves momentos brillantes, pero insisto. Su verdadera fuerza se encuentra en la imagen; en la narrativa visual.

Bien mediante la metáfora —los planos del cordero son de lo más elocuente—, bien mediante el doble juego de palabras que supone el título con respecto a la protagonista, o bien mediante ese espacio que se transforma, pasando de los grandes interiores abiertos que muestran la opulenta jaula en la que Hunter se deja morir entre fríos barrotes de oro, al espacio reducido a lo invisible más allá del universo que Hunter fabrica para liberar su cuerpo a través del desafío, de la rotura de todo aquello que sus amos consideran aceptable y normal.

Conforme la película avanza el espacio retrocede hasta desaparecer, y lo hace en favor del rostro de Hunter liberando su cuerpo de las antiguas normas para someterlo a las nuevas. Esa ruptura con la lógica aplastante —que efectivamente aplasta y anula su existencia— es peligrosa y extraña, pero es suya. Por eso el mundo desaparece del encuadre, centrándose —literal y figuradamente— en el personaje, en la esclava que desafía la autoridad de la lógica (incluso la de la propia naturaleza de su cuerpo) para ser libre.

Así, entre colores elocuentes que transmiten estados de ánimo, mundos que desaparecen más allá del rostro impasible que desafía la naturaleza de todas las cosas, mientras carga con un dolor que siempre permanecerá en silencio, entre seres programados para cumplir con su mundo prefabricado, Hunter va superando mediante el desafío su profunda, estática, estética y desesperada tristeza. Humillada, traicionada, cuestionada, ignorada y encerrada, la esclava se transforma, Davis muestra el nuevo y libre de cadenas de oro aspecto de Hunter, y Swallow hace uso de su doble significado.

Hunter, después de observar como un pájaro enjaulado y asomarse a los exteriores para sentir la libertad —sus paseos contemplativos por la terraza y sus incursiones en el jardín no son casuales en absoluto—, después de tragar la tierra que tal vez la haga renacer y resurgir de sus cenizas, deja de tragar con absolutamente todo, deja de tragar objetos con los que desafiar a la naturaleza impuesta, y la golondrina huye de la jaula de polvo y diamantes.