DOUGLAS SIRK.
LA TRISTEZA DOSIFICADA.
Douglas Sirk era el paradigma del disfraz; a lo largo de su carrera revistió con trucos cinematográficos la crudeza que, tarde o temprano, todos hemos de padecer. Imitación a la vida fue su testamento cinematográfico, y además —lejos de ser una excepción en sus maneras— fue posiblemente su mejor película.
Como dramaturgo cinematográfico, Sirk era sensible, sutil, amable, y hábil como un mago, una especie de ilusionista que ponía al espectador ante la trágica realidad vital, al mismo tiempo que endulzaba las lágrimas que inevitablemente brotaban al reconocer que los espejos que Sirk utilizaba en sus películas nos reflejan a todos.
Sirk jugó siempre de acuerdo a las normas establecidas por la censura y el buen rollo simplón tan en uso en los cincuenta Yankees, puso azúcar sobre cada herida y jamás dejó tiempo en una secuencia para que los actores llevasen la tragedia al máximo exponente, entre otras cosas, porque el mago sabía que no lo habríamos soportado.
Así consiguió una larga carrera en la que, mediante un complejo juego de espejos, el ilusionista nos mostró siempre la realidad y la ilusión. La vida y su imitación. El hecho y la esperanza.
IMITACIÓN A LA VIDA.
EL ESPEJO IMPLACABLE.
En su truco final, Sirk sacó la artillería.
Imitación a la vida juega con sus reglas habituales, pero el contraste entre la luz y la sombra que se reflejan en los espejos es tan acentuado, que el golpe de Sirk es letal.
La vida es una enfermedad mortal, una putada continua que apenas da tregua, una meta que siempre estamos a punto de alcanzar y siempre se nos escapará, y en su imitación, en su imagen vista al otro lado del espejo, Sirk nos cuenta que esa cita con nuestros motivos a la que siempre llegaremos tarde, es lo único que tenemos. Y ese es un pensamiento alentador.
Dicho de otro modo, en su último aliento, Sirk reparte hostias como panes sin que quienes no deben enterarse se enteren.
Hay una secuencia que nos muestra uno de los puntos álgidos de ese juego de espejos: después de negar su condición vital más irreparable ante el espejo, Sara Jane debe afrontar su propia imitación a la vida.
Annie, su irremediable madre, sacrifica la realidad en favor de la ilusión y se despide para siempre de su hija. Sirk juega con formas sutiles y encaja dentro de las normas algo capaz de destruir a cualquiera. El mago nos miente con maneras de melodrama encorsetado, porque si añadiese un gramo más de realidad a lo que cuenta, nos mataría.
Aún así, en esa secuencia que imita a la vida, el espectador asume tanto dolor, tanto amor silenciado por la maldita ilusión que lo ha mandado todo al carajo, que se desmaya. Pero aunque crea que no puede ir más allá, Sirk sabe que sí, por eso la película continua. Sirk jamás le dio más al espectador de lo que podía soportar.
En otra secuencia que supone una cima narrativa —de la que dejaré el enlace a pie de texto—, el mago del melodrama juega de nuevo con los reflejos.
El espejo que Sirk mete en cuadro solo refleja perdedores, perdición y pérdida. Sara Jane y el espectador se sitúan de nuevo ante la imitación a la vida, dos buenos chicos Yankees, blancos y puros como la mejor mentira jamás contada, y de pronto, Sirk (uno de los tipos que mejor dominan el arte mayor del encuadre cinematográfico), deja el espejo y la imitación a la vida a un lado de la cámara, para volarnos la cabeza con la vida en sí misma.
Sara Jane es hija de una negra, su novio un maldito hijo de perra y ella una estúpida desesperada y tan cobarde como para no atreverse a aceptar la realidad, una realidad que Sirk vuelve contra ella y que ya no dejará de golpearla jamás.
Annie se irá sin volver a verla, y lo hará como lo que es, uno de esos seres valientes y bondadosos que aportan los escasos bálsamos que nos ayudan a padecer la existencia. Cuando Sara Jane llega al final de la película para comprenderlo, ya es tarde, aunque todavía sirva de algo, es tarde.
Sirk consigue que —una vez que la imitación a la vida finalice— después de su última película, el espejo en el que todos nos miramos, ese espejo que todos queremos romper mientras lloramos de dolor y rabia, muestre por fin la realidad, muestre una sonrisa por la que descienden las lágrimas.
Sin imitaciones, real, única, grande y dolorosa como la vida que Sirk tantas veces nos contó tan bien.
Enlace a la secuencia: https://youtu.be/0WgenwfYmwk
Película disponible: https://www.filmin.es/pelicula/imitacion-a-la-vida
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.