UN ARMA DE DOBLE FILO.
Es cierto que Heavy Metal albergó en su nacimiento las más altas expectativas. Surgida de las páginas de la revista Metal Hurlant -una publicación francesa volcada en la ciencia-ficción y el terror que adaptó su nombre al mercado anglosajón, especialmente el estadounidense- la película es un compendio de grandes nombres e iniciativas.
Los créditos de la película son el placer de la anticipación en sí mismo: Dan O’Bannon, Richard Corben, Jean Moebius, Elmer Bernstein, Black Sabbath, Blue Öyster Cult, Nazareth…
El guion, las ilustraciones y la música, respaldados por la entusiasta producción de Ivan Reitman (antes de su salto a la inmortalidad con Los cazafantasmas) sólo podían dar lugar a los mejores presagios.
Pero fue precisamente ese entusiasmo por invadir el mundo del público adulto con la animación irreverente, violenta y erótica que tan bien funciona en el pulp de papel, el factor que lastró la película.
Heavy Metal lo tiene todo por anticipado, pero lo cierto es que falló el golpe al ejecutar sus planes.
El afán por conquistar al público adulto llevó su animación a ilustrar el sexo y la violencia de forma apenas justificable mediante un guion que finalmente desaprovechó las inmensas mentes de O’Bannon y Corben. Todo en favor de una provocación que se muestra torpe por ofrecerse de forma gratuita y errática.
Sin embargo, más allá del entusiasmo desperdiciado, de una animación a ratos demasiado descuidada – a pesar de recurrir al rotoscopio (la técnica utilizada para los sables láser de la mítica saga Star Wars)- y de un desequilibrio en la calidad e interés generado entre las diferentes historias, Heavy Metal merece un lugar destacado entre los referentes de la fantasía animada.
Al fin y al cabo, las premisas de sus historias principales y lo arriesgado de su propuesta musical compensan sus excesos y carencias.
HEAVY METAL.
HORROR CÓSMICO DE PAPEL.
En las profundidades de la galaxia, una voz inquietante y sosegada pronuncia lo que parece ser una oscura profecía: «Una sombra caerá sobre el universo, y el mal crecerá con ella. Y la muerte vendrá de los cielos». Tras el vaticinio, un extraño cuerpo de un intenso color verde cruza el cosmos, dando paso al título de la película, respaldado por el sonido de una tempestad perdida en el espacio.
Si el mismísimo Orson Welles hubiese recitado esa profecía, emulándose a sí mismo en su famoso discurso radiofónico -con el que por medio de la literatura de H.G. Wells paralizó al mundo estadounidense aquella víspera de Halloween de 1938- la película habría sido un mito inmediato.
No fue así, obviamente, pero la introducción es lo bastante enigmática como para retener la atención. Después, un silencio propio de la inmensa soledad del universo envuelve la película, y de entre los acordes de la música de Elmer Bernstein surge una nave.
De las entrañas de la nave surge un cuerpo, un elemento a priori no identificado. De pronto, irrumpen simultáneamente en la película la figura de un Chevrolet Corvette C1 de 1958 y el sonido de la canción de Riggs, Radar Rider.
El mítico vehículo americano surca el espacio, penetra en la atmósfera terrestre y aterriza en nuestro planeta asistido por un paracaídas mientras, a ritmo de Heavy Metal, el coche atraviesa los campos enmarcado por los nombres de las bandas que componen la excepcional banda sonora de la película.
El Corvette llega a las puertas de una mansión completamente fiel a las formas del terror clásico, el misterioso piloto baja del vehículo, y antes de cruzar el umbral de lo desconocido, que, con toda seguridad se oculta tras la puerta de la mansión, la película ya ha descargado todo el maravilloso potencial de la Serie B.
La inquietante música de Elmer Bernstein envuelve de nuevo la película, acompañando los pasos del desconocido. Una vez dentro de la mansión se encuentra con su hija, quien le pregunta con viva curiosidad qué lleva dentro del maletín que porta. El misterioso personaje lo abre, y un extraño resplandor verde digno de la mejor y más clásica ciencia-ficción cósmica, envuelve su rostro y su cuerpo, matándolo sin contemplaciones.
El orbe se alza y arrincona a la hija del desconocido, al mismo tiempo que expone su intención, su naturaleza y los destinos pasados y futuros de la humanidad, que, siempre al servicio del ente extraterrestre, muestra su miserable condición ante los aterrados ojos de la niña. «No intentes escapar. Estás bajo mi control. Mírame, soy la suma de todo mal. Mira con atención. Mi poder contamina todas las épocas, todas las galaxias, todas las dimensiones.»
Loc-Nar, la poderosa fuerza verde que controla -desde su origen cósmico que trae a Lovecraft y W.H, Hodgson a la ecuación- todas las voluntades del planeta tierra, expone desde ese momento a los ojos de una niña, que ya ha dejado de serlo, el pasado, presente y el único, fatal y posible futuro de la humanidad.
El inicio de Heavy Metal es sencillamente maravilloso. Su desarrollo a través de los diferentes episodios que la componen, roza en ocasiones el gran nivel del inicio.
El primer episodio (el cual inspiró en parte la estética de Blade Runner, y adelantó gran parte de los recursos que Luc Besson utilizaría tiempo después en El quinto elemento) el segundo (con claras reminiscencias a las antiguas civilizaciones y el universo de Conan) el cuarto (introduciendo mediante el horror bélico la película en el género de terror) y el sexto (armado de la fantasía épica y el poder de una especie de amazona galáctica) aportan los mejores momentos de este recorrido por el universo de la ciencia- ficción, el fantástico y el terror en su irregular tránsito del papel al cine de animación.
Heavy Metal no cumple todo lo que su maravilloso prólogo promete más allá de algunos momentos de sus mejores capítulos, pero lo arriesgado de su misión merece nuestra atención y reconocimiento.
https://www.filmin.es/pelicula/heavy-metal
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Junio de 2022.