JOHN BOORMAN. HAIL TO ENGLAND.
La película de John Boorman, Deliverance, podría calificarse —entre otras muchas cosas— como el escalón intermedio en su ascenso a la inmortalidad cinematográfica. Una escalada compuesta por tres grandes películas, amén de resultar proporcionales en el tiempo en cuanto a su grandeza.
En 1967, el británico y recién llegado al universo americano John Boorman, demostró con la eficaz y contundente Point Black que no solo conocía el oficio perfectamente, también dejó claro que —como tantos europeos emigrados a la tierra de las oportunidades— se haría con los secretos del cine aparentemente americano. Los Gángsters y el Noir caían de nuevo en manos hábiles y extranjeras.
Después, en 1972, Boorman demostró mediante Deliverance que conocía tan a fondo la idiosincrasia americana como el espíritu revolucionario que supuso la razón de ser del cine Yankee de aquella época suicida. Se mimetizó con el descontento e irreverencia de los años 70, y como si fuese uno más de aquellos poetas salvajes, abrió fuego contra el corazón de América.
Algunos años más tarde, cuando aquella ruta suicida había llegado a su fin y solo unos pocos privilegiados supieron sobrevivir, Boorman abandonó la tierra prometida para regresar a su Inglaterra natal, sacó a Excalibur de la piedra y tras reinventar y alcanzar la cima del cine épico, fantástico y de aventuras, fue —durante un breve espacio de tiempo en su carrera— el hombre que pudo reinar. Pero esa es otra historia. Volvamos con la que hoy nos cuenta como un británico se adentró en el salvaje corazón americano.
DELIVERANCE.
LAS PROFUNDIDADES DE AMÉRICA.
Radiografías de la verdadera naturaleza americana, hay casi tantas como estrellas. A través del teatro, la literatura y el cine, siempre hubo y siempre habrá —afortunadamente— grandes mentes dispuestas a descubrir la verdad oculta tras la farsa publicitaria del «American Way of Life».
Ya fuese durante los prósperos días de las Screwball Comedys, como en los sangrientos callejones oscuros de la ley seca. En la riqueza y en la pobreza de aquellas Uvas de la ira, en la alegría de los musicales y la tristeza del cine negro. Tanto en la paz de la generación perdida en el Esplendor en la hierba como en la guerra existencialista y depresiva de Coppola o Cimino, América siempre ha visto sus trapos sucios aireados por un viento incontenible.
Sin embargo —y pese a la grandeza inalcanzable de alguno de los títulos que ponen en evidencia a su tierra natal—, fue Boorman el que posiblemente mejor indicase el camino hacia la naturaleza de la sucia, ignorante, cruel y salvaje esencia americana.
Como si fuese fiel a su espíritu explorador, Deliverance se abre camino con una secuencia tan elocuente como en apariencia intrascendente. Pero aquel Boorman en estado de gracia, no tenía intención de echar a perder ni un minuto de metraje.
El río que muestra la película en su inicio mientras las voces de los pretendidos hombres civilizados y cultos de la ciudad dejan oír sus bromas y entusiastas intenciones, avanza lentamente hacia los planos con los que Boorman ironiza acerca del progreso que sepultará la naturaleza salvaje bajo el avance indomable y artificial de sus —teóricamente— hijos predilectos.
Sin embargo, tanto esas secuencias iniciales como el marcado perfil del personaje interpretado por un inusual, elocuente y magnífico Burt Reynolds, no son más que un hábil y elaborado Macguffin. A pesar de su discurso, Deliverance no discurre por sendas ecologistas, no pretende hacernos reflexionar sobre los peligros de la deforestación y la invasión de la plaga humana. La película de Boorman habla de salvajes de la jungla de asfalto contra los salvajes de la tierra que dejó atrás sus promesas.
El británico que arremetió contra America lo hizo sin piedad, mostrándonos una guerra fratricida entre los hijos de una misma madre. En un bando militan los engreídos hijos de la gran ciudad, de la era moderna y las luces de neón. En el otro, vemos a los olvidados, a los deformes hijos de un dios salvaje sobre el que se levantó una nación degenerada, viciosa y hostil.
El duelo musical entre el banjo paleto y la guitarra urbanita que Boorman desata en los albores de la película es —además de antológico— de una elocuencia pasmosa. Deliverance, tras su tramposo prólogo, tiene en ese momento su ritual de iniciación.
Cuando los invasores dejan atrás los primitivos habitantes de esa América que ninguna ciudad conseguirá enterrar jamás, cuando los estúpidos engreídos, e insensatos se adentran en la oscura naturaleza de una tierra que en realidad no conocen, creyendo haber dejado atrás a quienes son objeto de sus burlas y su condescendencia, los chicos de la gran ciudad revestidos de aventureros y el espectador se adentran en el corazón de América. Es ahí, en manos del río, las montañas y la oscuridad del bosque, donde los hijos de la tierra prometida emprenderán una ruta suicida que los llevará a matarse entre ellos.
Deliverance es posiblemente la película que mejor represente la esencia del Survival, porque a eso se limita. A contemplar —como si la película fuese un espectador más— como dos grupos salvajes se dan caza en un mundo que se desmorona bajo sus pies.
Una vez desvelada la verdadera naturaleza de la película, Boorman deja sencillamente que su impecable oficio se desate. La tierra salvaje dejando al azar de sus elementos la suerte de sus hijos. Los hijos de esta naturaleza recorriendo sus caminos y aparándose en sus brazos para dar rienda suelta a sus instintos más primarios.
Así, como un poeta salvaje, Boorman muestra —amparado por un reparto metido hasta el tuétano en la película, un ritmo y su propia dirección dignos de la inmortalidad y la acostumbrada por salvaje y preciosa fotografía de Vilmos Zsigmond—, los secretos más profundos, sucios, elocuentes e inconfesables de una tierra que jamás se reconocería a sí misma.
Pero eso no importa…
El río sigue su curso, los instintos básicos de sus hijos, también. Después, cuando han terminado de matarse y violarse entre ellos, la naturaleza separa lo que Boorman unió. Cada salvaje vuelve al rincón oscuro y decadente al que pertenece mientras ese río que nos lleva a la perdición, no cesa.
Deliverance es la historia de la humanidad a través de una de las formas más honestas y viscerales de contar la verdadera historia de América y sus deformes, depravados y salvajes hijos.
El resto, sencillamente, es caer rendidos, heridos por una de las flechas con las que Burt Reynolds pretendía volver al pasado.
Cuando volvamos, todo seguirá igual, aunque nadie pueda contarlo como Boorman lo hizo en Deliverance.
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
https://www.primevideo.com/search/ref=atv_nb_sr?phrase=deliverance&ie=UTF8
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Agosto 2021.