EL PODER EN LA SOMBRA.
DEMENTIA, EL FIN SIN MEDIOS.
Dementia es —como su propio nombre indica— una especie de sueño retorcido, extraño y cargado de una atmósfera inquietante.
Lo que esta suerte de mediometraje surgido de las mentes de John Parker y Bruno VeSota allá por 1953 (aunque sus sombras no vieron la luz hasta 1955) provoca en el espectador, es nada menos que un denso desasosiego, un malestar que en algunos momentos resulta tangible.
Un logro que va mucho más allá de su modesta condición.
Producida con el espíritu y la economía más independientes del universo —en algunas secuencias roza el mundo amateur— tanto que por momentos se acerca más a un subproducto de la era atómica estadounidense, más propio de Ed Wood y el cine de serie Z que a lo que realmente es, Dementia se alza contra su propia naturaleza mostrándose como una película dotada con una narrativa, puesta en escena y fotografía pobres en recursos, pero excelentes en cuanto a intenciones y, pese a todo, resultados.
La película recorre su camino por escenarios tan atractivos a la vista como míticos por —ya en su época— recurrentes. Ciudades con oscuros callejones a la sombra de las luces de los rascacielos, tétricos cementerios envueltos en la niebla que trepa por los árboles que extienden sus retorcidas y rugosas ramas, como si de las manos de la muerte se tratase…
Dementia reclama con orgullo los ya entonces olvidados días de los monstruos de la Universal y se adentra en los turbios rincones del cine negro.
Así, esta magnífica pieza de museo revela su verdadero poder desde varios frentes en los que se desarrollan situaciones muy significativas, todas armadas con las mejores influencias, tanto, que esta modesta producción se atreve incluso a servir como preludio de una obra maestra.
DEMENTIA. MÁS ALLÁ DE LA SERIE Z.
Un guion escrito con tintes indiscutiblemente surrealistas (la mano amputada grita el nombre de Buñuel a viva voz), expresionistas (la secuencia del club de jazz, cuando el público se vuelve contra la protagonista), una serie de planos cuya narrativa recuerda significativamente a Orson Welles (y no solo por su parecido más que razonable con VeSota), y una fotografía a ratos maravillosa que podría figurar en muchos títulos del noir norteamericano sin sufrir complejos de inferioridad, nos ofrece nada menos que la antesala de la maravillosa Repulsión que Polanski fijaría como una obsesión en nuestra memoria como espectadores.
Si bien Repulsión es inmortal por derecho propio, Dementia nunca debería haberse visto relegada al olvido, y es que aquí nos encontramos con una propuesta tan maravillosa como arriesgada. El que solo haya un narrador guiándonos en un mundo sin diálogos, es un acierto pleno. Lejos de restarle interés a la historia, multiplica considerablemente la visión que el espectador tiene de la mente perturbada de la protagonista.
La angustia, el rechazo físico y sexual hacia el género masculino, la sensación de una mente laberíntica que no encuentra el camino ni puertas de entrada o salida, se hace patente mediante una mezcla medida con gran precisión: un guion que define perfectamente al personaje y una ambientación onírica y perturbadora.
El delirio, el miedo, el agobio y el rechazo a todo lo que le rodea son perfectamente tangibles mediante una fotografía que llega a ser grandiosa en algunas ocasiones.
Dementia es una pesadilla carente de trucos y trampas cinematográficas, con eso precisamente se obró el milagro. El cine es mentira, pero necesita contar con la verdad.
La modesta película carecía de todos los recursos económicos para engañar al espectador, con lo cual lo arriesgó todo a una carta; contando directamente la verdad. Así, la pesadilla es tan real como para acorralar al público en ese laberinto mental. Dementia es una especie de plano subjetivo que muestra el temor, el dolor y el sufrimiento de quien corre asustado pero no puede huir.
Sin medios, pero alcanzando el fin desde el principio.
Invertir una hora escasa de nuestro tiempo en favor de este intento de huida a través del abismo que muestra todo aquello que acorrala y atormenta la mente de la protagonista (Adrienne Barrett) supone un acto de justicia, supone situar esta rara avis en el lugar que merece, los corazones, mentes y recuerdos del espectador.
Dementia no es —rigurosamente hablando— una película con formas notables, no nos llevará a la cima, pero creo que es necesario rescatarla del olvido y alzarla del suelo bajo el que cumple una injusta condena. Después de todo, estamos ante una extraña y valiosa pieza en el museo de horrores de la Serie B.
Dementia puede defender orgullosa su sitio en tan magnífico lugar.
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Septiembre 2021.
©24 sombras por segundo. Septiembre 2021.