EL PARAÍSO PERDIDO.
En 1982, la iniciativa de Sylvester Stallone mezcló un guión escrito a cuatro manos por él mismo, Michael Kozoll, William Sackheim y el autor de la novela original, David Morrell, con la música de Jerry Goldsmith, la eficaz, rotunda y sensible dirección de Ted Kotcheff y la magnífica fotografía de Andrew Laszlo. Así nació First Blood.
Nació para retar al espectador a un duelo a primera sangre que lo dejó desmayado, en coma y rendido ante la firmeza de una película brutal. De eso se trata precisamente.
A lo largo de los años y las secuelas de la saga, First Blood, conocida en nuestro país como Acorralado, ha sufrido -igual que su protagonista, John Rambo– el injusto rechazo y menosprecio por parte de la sociedad.
Pero lo cierto es que si nos detenemos a observar con atención, veremos en First Blood una película dotada de una narrativa -literal y estética- tan salvaje como hermosa y profunda.
Vamos, (siguiendo el orden de los acontecimientos), al lío para desarrollar esta teoría.
Cuando los setenta llegaban a su fin, Francis Ford Coppola metió a Vietnam de lleno en la jungla filosófica de Joseph Conrad y nos guió a todos hacia el corazón de las tinieblas, al centro de la existencia mediante su apocalipsis particular. Un año antes, Michael Cimino nos mostró en El cazador la desolación social que América padecía y la muerte en vida a la que sus hijos estaban condenados.
Después, Stanley Kubrick -en un ejercicio retrospectivo con su chaqueta metálica- ejerció de cicerone en un mezcla entre su odisea y la naranja mecánica a través de la guerra que América jamás consiguió ganar. Es decir, último capítulo Kubrickiano aparte -hablamos ya de 1987- cuando los setenta y la revolución del cine norteamericano habían llegado a su fin, parecía que Vietnam ya había dado todo de sí.
Pero había un tipo que todavía no había gritado de rabia, un tipo sencillo, un incomprendido que siempre ha tenido algo interesante que decir le volaría la cabeza a la humanidad contando lo que el cine aún no había contado sobre Vietnam: la vuelta a casa, la hostilidad padecida por el falso culpable, el monstruo creado por América al que América repudia, culpa y maltrata.
First blood no tiene absolutamente nada que ver con la acción basada en la testosterona y clichés vacíos que poblarían la década de los ochenta, tampoco tiene nada que ver con los grandes blockbusters que han aportado películas maravillosas. First blood es un crescendo preciso y brutal, un ejercicio de rabia, impotencia, soledad, miedo y tristeza. Es la balada del soldado de la nueva era.
Vietnam creó un grupo de vagabundos, de miserables que no comprendían que en realidad nunca fueron héroes y que ya no tenían hogar al que volver. Stallone utiliza First blood para volarle la cabeza al espectador con esas armas.
Las explosiones, persecuciones frenéticas y demás artificios propios del cine de acción están medidos y perfectamente encajados, pues First blood es una película de acción impecable, pero esa no es la cuestión. La cuestión es que la imposible vuelta a casa del soldado que se ha dejado engañar por su creador sitúa a la película en la cima.
First Blood radiografía la columna vertebral de América poniendo al descubierto su farsa social. El buen chico americano, el sheriff del lugar, el paleto embrutecido e ignorante que rechaza y maltrata todo aquello que no comprende. Lo único que le queda a Rambo de Estados unidos es la bandera que lleva cosida a su abrigo. El resto es frío, gris, hostil y peligroso, como el clima que anuncia la tormenta que se desatará a lo largo de la película.
Todo lo que nos cuenta la película no lo consigue un producto vacío destinado a llenar taquillas, lo consigue una película brutal como esta.
A lo largo de la historia, Kotcheff les dice a Stallone y el magnífico Brian Dennehy que expongan claramente la premisa de la película, y ellos marcan la última frontera para el soldado sin hogar al que volver. Rambo ya no es uno de los buenos chicos, y el paleto local con placa no le dejará entrar en su hogar. No le concederá otra oportunidad. Los soldados mueren en la batalla, no hay retorno posible.
FIRST BLOOD. EL RETORNO DEL MONSTRUO.
Sin embargo, Rambo todavía está vivo. El hijo pródigo ignora el rechazo de su creador y vuelve a casa.
Mediante la maravillosa sencillez y contención que Kotcheff aportó a la película, Jerry Goldsmith y Andrew Laszlo muestran al espectador como suena y se ve la tormenta bajo la que tendrá lugar la venganza del monstruo. Sin artificios, excesos ni nada que rompa el pulso inquietante y amenazador del bosque. Ese bosque que supone el escenario principal de la película.
A través de ese bosque, Vietnam cruza la última frontera e invade América. El hijo pródigo ha vuelto, y una vez comprendida su situación se defenderá.
Kotcheff da con el ritmo exacto, el bosque contiene la respiración y la tormenta se pone del lado de Rambo. Cada relámpago nos muestra un nuevo paso del soldado hacia su hogar, cada silencio tras el trueno nos deja de nuevo sin respiración, y uno a uno, los buenos chicos caen en manos de su antiguo héroe.
Así, Kotcheff nos guía a través de las sombras del corazón americano hasta la cima. El trueno y Goldsmith suenan totalmente coordinados, el relámpago ilumina brevemente la escena, y el héroe repudiado, el soldado de la balada actúa como lo que es. Un miserable que sólo quiere volver a casa, no matar.
Por eso el personaje interpretado por Dennehy sobrevive. Porque lo que rechaza y pretende cazar es mejor que él y podría matarlo en cualquier momento.
Él lo sabe, por eso no le concede el perdón, por eso no le permite volver a casa. Pero Rambo lo perdona porque eso es lo que busca en su huida, el perdón y el camino de vuelta a casa.
First blood no es una película de acción vacía, es la última radiografía de Vietnam.
https://rakuten.tv/es/movies/acorralado
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Febrero 2021.