A BORDO DEL ALICE BLAKE.

La balada de Alice Blake.

El capitán Robert Parker -así le gustaba presentarse, fuese o no realmente un capitán- no era un buen hombre, aunque es justo decir que tampoco era especialmente malvado.

Tal vez por eso ejercía su cuestionable rango militar a bordo de una maltrecha y pequeña goleta de dos mástiles llamada Alice Blake. Parker no militaba con especial ardor en ningún bando, por eso las velas de su goleta siempre buscaban el viento más favorable y menos peligroso. Ante la tormenta, Parker y Alice Blake buscaban siempre un refugio donde ponerse al pairo.

Había muchos aspectos cuestionables acerca de las historias que sobre sí mismo -y su impecable trayectoria naval- contaba Parker, pero lo único que cualquiera podía asegurar a bordo del Alice Blake, es que ese supuesto capitán era un corsario en toda regla que vivía más de quebrantar las normas que de ceñirse a los designios de la corona.

Otras dos cosas eran incuestionables acerca de Robert Parker, tenía una hija llamada Virginia y una perniciosa debilidad por la taberna del pueblo donde ejercía su verdadera profesión: el contrabando.

Parker traficaba con -entre otras muchas cosas- la misma bebida que a menudo lo dejaba varado en una tierra ingrata, deprimida y hostil, pero que irónicamente rompía su monotonía con las ilícitas incursiones de su pretendido capitán.

Su afición y oficio daban acceso a tierra al extraño marino, pero su hija supuso el exilio del capitán y al mismo tiempo, la perdición y salvación de aquel maldito lugar.

Ninguno de los habitantes de ese desgraciado lugar supo nunca qué -ni con quién- había pactado la hija del antiguo marinero, pero de algo sí estaban seguros. Virginia Parker esperaba una hija fruto de aquel misterioso pacto.

Ella jamás reveló sus secretos, pero aseguró a todo aquél dispuesto a escucharla dos cosas. Su hija llegaría al mundo en el mar, una maldición vendría a buscarla, y tras su muerte, jamás regresaría a la tierra.

Dado que Parker no era un tipo temeroso de dios y se ganaba la vida en lugares y condiciones que muchos confundirían con el mismo infierno, no rechazó en ningún momento los actos de su hija. Tampoco hizo preguntas ni juzgó en ningún momento la situación, fiel a su marcada condición de buscavidas, superviviente y oportunista, aceptó con naturalidad los acontecimientos que rodearon el nacimiento de su nieta.

Robert y Virginia se emborracharon juntos, subieron a bordo del Alice Blake y zarparon hacia el último de los días del mundo conocido.

La mañana del último martes de septiembre de 1832, sobre un mar en calma, la hija de Virginia Parker nació a bordo de la goleta Alice Blake.

Asistidas por su capitán, Virginia y su hija se repusieron del parto. Robert Parker miró fijamente a su hija mientras sostenía a su nieta en brazos, sabía que Virginia no hablaría jamás sobre el origen de su hija, y él no sentía la menor curiosidad. Pero también sabía que algo terrible y trágico se desataría a partir de ese día, algo que su hija estaba a punto de revelarle.
Parker tenía razón.

Virginia observó a su familia durante lo que pareció un siglo y no fue más allá de un fugaz tiempo de paz. Por un momento, aquello que la perseguía se detuvo. Parker vio en los ojos de su hija aquel instante de paz, de un alivio que él mismo también desconocía. Después, como una tormenta que juega con sus náufragos, Virginia Parker habló.

-Debo ir con ellos, eso os dará algo de tiempo. Pero volverán. Cuando el sol regrese vendrán a buscarla. Ella no nos pertenece.

Robert y Virginia Parker cruzaron sus miradas por última vez, el antiguo marinero observó a su nieta mientras Virginia abandonó la tierra a bordo del Alice Blake arrojándose al mar.
Fue allí, sin origen conocido, en brazos de un antiguo marinero, mecida por los crujidos de la vieja madera y el denso silencio del mar, donde la nieta maldita de Robert Parker adoptó el nombre de la única tierra que había conocido, la goleta Alice Blake.

No muy lejos, en tierra firme, el nacimiento de Alice Blake se manifestó sin piedad.

Los días se volvieron perversos y extraños. El lugar dónde ahora habitaba estaba cerrado al mar y la superstición, sin embargo, la naturaleza de su maldición pareció dar crédito a los ancestrales temores de sus vecinos. Aquel lugar se vio sumido en un denso y húmedo silencio, el pueblo envolvió el cuerpo de Alice en una obstinada niebla. El sol se convirtió en un frío y pálido recuerdo, su antiguo esplendor apenas bastaba ahora para aliviar la oscuridad.

Alice llegó al mundo con una deuda de sangre. Y alguien -ella, o tal vez todos ellos- tendría que saldarla.

Cuando el sol regresase, vendrían a buscarla. Ella no les pertenecía.

Robert Parker lo sabía, y aunque lo llevase al mismo infierno, nadie en aquel lugar le impediría lanzar su advertencia. Fue así como el antiguo marinero se convirtió en una especie de predicador oscuro, ladrón, vicioso, pendenciero y -por alguna misteriosa razón- invencible. De una cosa estaba seguro, mientras el sol permaneciese oculto, Alice Blake estaría a salvo.

Había apostado su vida, y era un gran jugador.

Pasaron veintitrés años hasta el nuevo amanecer. Parker, Alice Blake y aquel pueblo maldito, rendido a la miseria y la superstición, vivieron bajo un telón traslúcido que cayó revelando una antigua luz para ellos y un sol naciente para ella.

A lo largo de aquellos años, Parker enseñó a Blake los secretos de los oficios amparados en la oscuridad. Alice aprendió a robar y navegar en la sombra, a negociar sin dejarse engañar por aquel pueblo de bastardos, a defenderse y matar a todos los hijos de perra que intentasen atacarla. Y hubo quiénes lo intentaron, sus tumbas pueden asegurarlo.

Alice Blake era hábil con las armas.

A pesar de la condición de ambos, no era extraño el afán de Parker por Blake, al fin y al cabo él estaba allí cuando ella llegó de su mundo -fuese cuál fuese- al suyo. Tal vez Alice Blake no perteneciese a este maldito lugar, pero mientras la maldición no viniese a buscarla, él le enseñaría todo lo que sabía.

Sin embargo, Parker no solo enseñó a su nieta todo lo que él sabía. Como buen superviviente, era un gran observador, un calculador nato de cualquier situación. Por eso comprendió que durante toda su vida Alice vio -y de alguna forma se comunicó- con aquello que aguardaba bajo el mar.

Sobre el mar, precisamente, sobre los misterios que sí podía vislumbrar, le enseñó una antigua canción que ni él mismo recordaba haber aprendido, pero por alguna extraña razón parecía haber sido escrita para su nieta. Los versos de aquella improbable balada de algún antiguo marinero fueron las palabras que Alice más veces escuchó de su abuelo.

Aquella fue la única paz que conoció sobre la tierra hostil a la que no pertenecía.

«Si buscas al hombre sabio,
tal vez puedas preguntarle
qué hay más allá de las luces,
en la oscuridad que sostiene las estrellas.

Si buscas un camino,
que atraviese el horizonte,
tal vez puedas alcanzar,
el lugar donde el pasado deja de gritar.

Si buscas la fortuna,
recuerda que la rueda gira,
tal vez puedas evitarla,
pero nunca lograrás engañarla.

Si buscas el descanso,
que alivie tu mirada triste y derrotada,
tal vez puedas alcanzarlo,
donde las luces se apagan,
donde caen las estrellas,
donde el pasado es silencio,
donde la fortuna espera su turno.
Allí, donde el hombre sabio pregunta,
allí, donde nadie responde».

La mañana del último martes de septiembre de 1855, el pálido velo que durante veintitrés años se había interpuesto entre el sol y la tierra se deslizó lentamente hacia el mar.

Esa mañana, Alice Blake amaneció tras una noche en vela durante la cual guardó silencio mientras se comunicaba con su lugar de origen. A través de la ventana de la pocilga donde Blake y su abuelo pasaban las noches en tierra, ella observó el futuro que habría de venir a reclamar el pasado.

Tras ella, no más lejos que el recorrido de una bala o la hoja certera de un cuchillo en la oscuridad, su abuelo, el antiguo marinero Robert Parker, observaba en vela a su nieta. Alice Blake le devolvió la mirada, la nueva luz pareció dibujar una triste sonrisa que envolvió sus palabras.

-El sol ha regresado. Hoy vendrán a buscarme, debo ir con ellos. Yo… No os pertenezco. Ni siquiera a ti.

Parker asintió con la gravedad de quien ya ha visto todo lo que el sucio mundo puede ofrecerle, brindó a su nieta la sonrisa más honesta que tenía, bebieron un último trago, cogieron sus armas y juntos salieron a tierra firme.

Todos estaban allí, todo aquél maldito pueblo de puercos hijos de perra contemplaba aterrorizado como el antiguo velo que había ensombrecido el mundo caía, y -transformado en un denso río- se deslizaba lentamente hacia el mar.

A plena luz, el mar se apropió de la antigua niebla y guardó un silencio letal. Nadie -excepto Alice Blake y las sospechas de Robert Parker- sabía qué diablos estaba ocurriendo. Pero algo les decía a todos aquellos miserables que esos dos eran los responsables.

Frente al mar y de espaldas al pueblo, Alice Blake y Robert Parker cruzaron sus miradas vivas y agotadas de recuerdos, él guiñó uno de sus incorregibles ojos y ambos dieron media vuelta hacia el ejército de bastardos al que ahora debían hacer frente.
Asustados por su propia ignorancia, aquellos miserables avanzaban dispuestos a entregar al mar a Parker y su maldita nieta. Alice Blake habló con una voz más fuerte que mil tormentas.

-Cuando el sol regrese, vendrán a buscarme. Han vuelto, debo ir con ellos. Yo… No os pertenezco.

Cuando el último eco de la profunda oscuridad de su voz se perdió para siempre, el mar alzó la suya, y el mismo velo que había caído del sol, emergió del agua. Lentamente, la misma niebla que veintitrés años atrás oscureció la luz, adoptó en esta ocasión una terrible forma. Un trágico y siniestro ejército surgió del mar y la niebla, el denso aliento marino dio vida a los portadores de la muerte.

Ahora, el pérfido ejército que cercaba a Parker y su nieta, asistía aterrorizado a una visión imposible. Mientras la niebla adoptada su nueva forma, tres de los habitantes de aquel asqueroso pueblo atacaron a Blake y Parker. No llegaron muy lejos.

Él le voló la cabeza al primero, ella cortó el cuello de los otros dos.

El resto permaneció inmóvil asistiendo -presa ya de la maldición- al terrible secreto de Virginia Parker y Alice Blake. El horror de las criaturas que surgieron del mar y la niebla era inimaginable. Adoptaron la misma forma que los humanos, pero sobre sus hombros no se alzaba ninguna cabeza, simplemente, un tétrico y terrible agujero negro del que surgían retorcidas lenguas de serpiente.

Ninguno de aquellos malditos condenados pudo huir ni creer la muerte que sus ojos contemplaba.

Mientras aquel terrible ejército de monstruos marinos avanzaba hacia tierra, de espaldas al mar y sus criaturas y con la vista puesta en sus víctimas, Alice Blake miró a su abuelo con una ternura salvaje. Robert Parker sostuvo su mirada con sus incorregibles ojos de antiguo marinero. Alice sonrió, señaló hacia el mar donde la goleta del capitán fantasma flotaba al pairo, y con un amor que ningún humano podría comprender jamás, le dijo a Robert Parker que se pusiese a salvo.

-Vete. Yo… No os pertenezco. Sube a bordo del Alice Blake, capitán Parker.

Robert Parker se adentró en el mar sin mirar atrás. Mientras se dirigía a su vieja goleta y el mar cobraba su tributo, la profunda y oscura voz de Alice Blake se alzó sobre los gritos de muerte, y poderosa como una tormenta, recitó una vieja balada.
Robert Parker sintió, a bordo del Alice Blake, el sabor a sal brotando de sus incorregibles ojos.

«Si buscas al hombre sabio,
tal vez puedas preguntarle
qué hay más allá de las luces,
en la oscuridad que sostiene las estrellas.

Si buscas un camino,
que atraviese el horizonte,
tal vez puedas alcanzar,
el lugar donde el pasado deja de gritar.

Si buscas la fortuna,
recuerda que la rueda gira,
tal vez puedas evitarla,
pero nunca lograrás engañarla.

Si buscas el descanso,
que alivie tu mirada triste y derrotada,
tal vez puedas alcanzarlo,
donde las luces se apagan,
donde caen las estrellas,
donde el pasado es silencio,
donde la fortuna espera su turno.
Allí, donde el hombre sabio pregunta,
allí, donde nadie responde».

Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES

©David Salgado. 2021.

©24 sombras por segundo. 2021.

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2 comentarios sobre «A BORDO DEL ALICE BLAKE.»

  1. Pedro Antonio López Bellón dice:

    Interesante historia David ¡ Enhorabuena ¡¡ No podemos escapar a nuestro destino…

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