JÎRÍ MENZEL.
ÚLTIMO TREN AL NUEVO REALISMO MÁGICO.
Antes de engancharnos a la película de Jiří Menzel, Trenes rigurosamente vigilados, es conveniente señalar que la habilidad de los cineastas checoslovacos para engañar al espectador mediante una hermosa calma, haciéndole creer que no ocurre nada cuando en realidad sucede todo lo que los personajes podrían desear, no es algo original de la Nueva ola checoslovaca, ya era un rasgo característico de los animadores checos y su desarrollo del Stop-Motion a partir de los años treinta.
Sin embargo, a pesar de no haber inventado para su país esa forma de narrar, los rebeldes de la nueva ola checoslovaca sí trasladaron esas maneras a la imagen real. Precisamente de eso, de la vida real y sus pequeños detalles, sus deseos y frustraciones cotidianas, de todo aquello que pasa desapercibido y al mismo tiempo hace posible la existencia es de lo que Jiří Menzel nos habla en la que posiblemente sea la película más reconocida del movimiento checo.
Trenes rigurosamente vigilados utiliza la épica, el honor y la heroicidad de la guerra para cumplir dos objetivos: ironizar acerca de las impuestas y falsas virtudes de la guerra y sus protagonistas y contarnos todo aquello que transcurre tras un tiempo que parece haberse detenido.
TRENES RIGUROSAMENTE VIGILADOS. LA ESTACIÓN FANTASMA.
Partiendo de las en aquel entonces inacabadas páginas de su amigo y novelista Bohumil Hrabal, Jiří Menzel adaptó al cine la futura novela, dotando a la película de una calma tan hermosa como elocuente.
La estación por la que circulan los trenes rigurosamente vigilados se muestra al espectador como una especie de portal donde todo aquello a lo que el mundo presta atención se queda en el umbral de un universo particular, extraño y casi onírico, un ecosistema propio en el que sus habitantes solo pretenden vivir conforme a sus deseos.
Allí, en esa estación que el mundo superficial pretende utilizar como último recurso para ganar una guerra en la que todos son perdedores, existe un pequeño refugio a salvo del tiempo y el espacio por el que cruzan esos trenes cargados de miseria.
Tras sus puertas, Menzel nos muestra un mundo en el que el tiempo parece haberse detenido, un espacio en el que flotan una serie de personajes que parecen basar sus vidas en conseguirlo todo a cambio del mínimo esfuerzo.
El joven heredero de una larga tradición de locos, charlatanes y vagos que representa la última esperanza para su familia, rodeado de una serie de empleados divididos entre quienes pretenden conseguir sus deseos y quienes no se atreven a librarse de las normas del mundo exterior.
Allí donde parece no ocurrir nada, se libra una batalla continua entre quienes solo quieren trabajar lo menos posible y disfrutar al máximo del sexo y las escasas treguas que concede su pequeño e independiente ecosistema antes de que el tren del mundo exterior descarrile y lo mande todo al carajo, y quienes pretenden invadir ese ecosistema irrumpiendo con las urgencias y necesidades de ese maldito mundo exterior.
Así nos guía Menzel a través de la juventud y el despertar vital del protagonista. Mediante su limpia y todavía esperanzada mirada podemos ver el truco de Menzel, descubrir el secreto de su maravillosa habilidad narrativa. Dentro de esa estación el tiempo transcurre lentamente, pero los acontecimientos vitales se disparan alcanzando una velocidad vertiginosa.
Ese muchacho escuálido, tímido y carente de atractivo físico, no está dispuesto a ceder ni un palmo de terreno al mundo y sus estúpidas preocupaciones. Aunque el tiempo parezca hacerse detenido él tiene mucho por hacer.
Menzel lo sabe y se lo muestra al espectador: antes de finalizar la historia, ese adolescente deberá conocer la pasión de las relaciones sexuales, la verdadera y maravillosa condición del auténtico carácter femenino, el humor, las dudas, el miedo y la proximidad de la muerte, los celos, las putadas y la frustración miserable de sus compañeros y las obligaciones impuestas durante su fugaz e irremediable participación en el mundo exterior.
Así transcurre la vida en esa estación.
A un lado de la puerta, el tiempo se detiene para que todo pueda ocurrir a tiempo. Al otro, los trenes rigurosamente vigilados circulan a contrarreloj intentando hacer llegar a sus pasajeros antes de tiempo para que el mundo deje de avanzar conforme a las normas que ellos mismos han creado.
Cuando el espectador se da cuenta de todo aquello que sí ha ocurrido, Menzel cruza el umbral, mezcla los dos mundos y mientras el espacio y el tiempo de ambos universos se unifican, el último de esos trenes rigurosamente vigilados llega a la estación. Entonces la vida que allí tenía lugar se acaba, todo se va al carajo y el tren sigue su curso tras un tiempo que —más allá de la película— ha echado a correr, aunque a los protagonistas todo eso les importe una mierda y a ese mundo cruel, violento, vacío y superficial no le sirva para nada.
Menzel fue uno de los tipos que utilizaron el transcurrir del tiempo de la forma más bonita imaginable, un tipo que se subió al último de esos trenes rigurosamente vigilados.
https://www.filmin.es/pelicula/trenes-rigurosamente-vigilados
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Julio 2021.