CLINT EASTWOOD. A QUIET MAN.
Mystic River supone un dilema en cada visionado. Esto no ocurre solo por su impresionante capacidad para profundizar en las personalidades de sus personajes, sino por la enorme dificultad que supone decidir cuál de las películas de Clint Eastwood resulta más impresionante, cuál dejará una huella más profunda y relevante en la historia de un cine (el norteamericano) del que Eastwood es ya un gigante indiscutible.
Hace ya décadas que el viejo mito, actor y sensible autor cinematográfico se muestra en sus películas como un director tranquilo, como una especie de —como diría John Ford— «Quiet Man» que asume con serenidad el mando de las historias que cuenta. Independientemente de todo aquello que sufran sus personajes, el cine de Eastwood fluye con un ritmo apacible, como un río que siempre sabe a dónde va, que siempre está seguro de llegar a su destino.
Como un río místico, en este caso…
Mystic River no solo es una excepción, es una de las películas que mayor dificultad entraña a la hora de señalar la cumbre de su director. Cuando asistimos a una de sus películas, nos invade la sensación de estar ante su mejor obra, hasta que vemos otra, y otra, y otra…
Esto es un hecho demostrado, pero lo cierto es que Mystic River es algo verdaderamente excepcional que parece ser capaz de marcar la distancia con el resto las grandes películas de Eastwood.
MYSTIC RIVER.
AMERICAN WEREWOLVES.
Mystic River comparte con el resto de la filmografía de Eastwood todas las cualidades que éste vuelca en sus obras como director: la historia avanza de forma fluida y sosegada, sin alardes en cuanto a movimientos y ángulos de la cámara, sin un montaje frenético, arriesgado o contemplativo… todo alrededor a una historia que, aun siendo trágica, se desarrolla en torno a las vidas del ciudadano norteamericano arquetípico, sí, pero siempre susceptible de convertirse en el protagonista de sucesos extraordinarios.
Así, ceñida a su argumento, esta película parece ser un Thriller de tensión contenida acerca de uno más de los miles de casos de abusos infantiles que se producen en Estados Unidos, una suerte de Noir moderno en el que los roles del género ceden su protagonismo a una serie de rasgos que aproximan la película a otros terrenos que Eastwood no frecuenta, pero a los que tampoco se aproxima por primera vez, sirva como ejemplo la muy notable y un tanto olvidada, Play Misty for Me (1971).
En este caso la historia parte de un escenario totalmente norteamericano, en uno de sus incontables barrios problemáticos, tres niños juegan al Hockey en la calle. Pocos planos y lineas de guion bastan a Eastwood para perfilar tres personalidades que anuncian una existencia dolorosa, bien sea motivada por los trágicos acontecimientos, o bien por sus futuras profesiones.
Los tres niños, Jimmy (Jason Kelly), Sean (Connor Paolo) y Dave (Cameron Bowen) se ven sorprendidos durante una inocente travesura (motivada por la pérdida de la bola con la que jugaban al Hockey en la oscuridad de una alcantarilla, algo que narrativamente está muy lejos de resultar casual). Mientras escriben sus nombres en el cemento fresco de una acera, un individuo (John Doman) que dice ser agente de policía, interrumpe su travesura y pone en juego el que, por diferentes motivos, será el primer interrogatorio de sus vidas.
Después del breve e intimidatorio encuentro, Dave sube al coche que conduce el falso policía, y tras enfrentarse a la mirada de la realidad que alimentará las pesadillas del resto de su vida, se aleja en coche cruzando la mirada con los tres niños que en esa calle, en ese instante y dentro de ese coche, han perdido su infancia y la oportunidad de ser felices para siempre.
La película no ha hecho más que comenzar, y a pesar de mostrarse escueta en imágenes y palabras, Mystic River desborda narrativa desde el primer instante.
Después, Eastwood gira la rueda del tiempo, el azar y el destino. Los caminos de los adultos Jimmy (Sean Penn), Sean (Kevin Bacon) y Dave (Tim Robbins) vuelven a converger en un punto trágico cuando la hija de Jimmy, Katie (Emmy Rossum) desaparece, involucrando en el caso a Sean y su compañero Whitey (Laurence Fishburne), quienes encuentran el cadáver de Katie mientras sus hermanas, su padre y su madrastra, Annabeth (Laura Linney) asisten a la misa por la primera comunión de una de las niñas.
A partir de este momento, de este punto de no retorno, Eastwood mantendrá la calma, el ritmo de la película no aumentará en ningún momento, pero los acontecimientos, los secretos, las verdaderas personalidades de los protagonistas y un sinfín de factores y personajes secundarios harán que la rueda gire sin cesar, a pesar de que las aguas turbulentas de este río místico fluyan aparentemente tranquilas.
Hay dos factores definitivos sobre todas las intrigas y arquetipos propios del Thriller y el Noir que se desatarán desde el asesinato de Katie. Por encima de la espiral de investigaciones policiales de Sean y Whitey y su juego entre la complicidad propia de la amistad forjada en la tragedia y el cumplimiento del deber, por encima de las acciones criminales de la mafia venida a menos en la que Jimmy y sus hampones de poca monta están metidos, por encima del tren de consecuencias, sospechosos e implicados que se desatan en forma de personajes y situaciones, Eastwood se centra en tres mujeres y una aproximación no declarada al género de terror.
Celeste (Marcia Gay Harden), la esposa de Dave, se convertirá en una especie de personaje errante entre dos monstruos, el propio Dave, al que la sombra del pasado convertirá en ¿falso? culpable, y Jimmy, que ha de encontrar alguien que pague por la muerte de su hija. Celeste busca y huye simultáneamente de una verdad que no encontrará en ningún lugar.
Annabeth, que se erigirá en la figura clásica de la «Femme Fatale» cuando ocupe su posición únicamente para afianzar la de Jimmy como el «rey» de la calle. A ella no le interesa la verdad, solo su poderosa influencia.
Y ese personaje sin voz y sin rostro (Tori Davis) que persigue como una sombra a Sean, con el que mantiene una relación viciada (propia también del Noir y el Thriller clásico), pero con el que Eastwood juega aquí como un elemento característico del cine de Hitchcock, mostrando más al espectador sobre sí misma y su relación de lo que los propios personajes saben. Esto, sumado a todas —absolutamente todas— las interpretaciones (este Casting es prácticamente único) hacen de Mystic River una obra maestra descomunal.
Pero hay algo más, un factor definitivo.
La caída de Tim Robbins y su prodigiosa interpretación de un guion magistral en un abismo poblado por —como el propio personaje dice cuando regresa a la oscuridad— «vampiros y hombres-lobo», espectros que surgieron en aquel coche transformado en una noche eterna que acosa continuamente a Dave, quien no ha logrado dejar de huir (y oír) aquellos aullidos de los hombres-lobo que siempre lo perseguirán hasta el día de su muerte.
Tim Robbins, Sean Penn y Kevin Bacon aportando una nueva dimensión a la interpretación, a la entrega total a sus personajes, unidos por una trama clásica que se desliza suavemente, como las aguas de un río tan profundo como para albergar el terror en su interior, donde se ocultan los vampiros y los hombres-lobo.
American Werewolves…
Finalmente, tal y como se confiesan mutuamente Jimmy y Sean: «supongo que todos subimos a aquel coche» y aunque todos los saben y todos obtienen finalmente lo que buscan, ninguno de los tres logró bajar de aquel coche jamás.
Mystic River es una obra maestra abrumadora. Tanto como podría serlo la mejor película de un hombre tranquilo, Clint Eastwood, Si tal cosa pudiese existir…
https://www.hbomax.com/es/es/feature/urn:hbo:feature:GXrHsDgWt6a2brQEAAABm
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Diciembre 2023.