WILCZYCA.
CUENTOS DE LA ESTEPA.
Wilczyca es un caso extraño que desafía las fronteras del cine de terror, tanto en lo que se refiere al género como a la geografía y su espacio narrativo natural.
Marek Piestrak es un director televisivo por naturaleza, de ahí que su película adapte el aspecto cinematográfico al marco de la pantalla catódica, un medio especialmente prolífico en comedias y dramas, pero con un nada despreciable catálogo dedicado a los cuentos de terror, algo que prueba irrefutablemente la televisión anglosajona mediante los especiales británicos de la BBC, A Ghost Story for Christmas, o la reina norteamericana del género, The Twilight Zone.
La película de Piestrak rechaza el formato y aspecto cinematográficos para —manteniendo intacto el espíritu y aspecto de la Serie B— entregarse de lleno al terreno del Telefilm. Pero no es esta la única frontera que desafía.
Wilczyca es fiel a la televisión y sus contenidos mayoritariamente costumbristas y dramáticos. Así, el retrato de ciertas pasiones y costumbres decimonónicas parecen plegarse completamente a los dictados de la televisión pensada para el entretenimiento masivo. Pero la naturaleza de este cuento catódico de terror es subversiva. Parece someter su ambientación al drama de época de escaso interés, y parece también ceñirse a su idiosincrasia geográfica. Es decir, un serial sobre la Polonia de las Guerras napoleónicas.
Pero Wilczyca reniega de las fronteras y se revela como un cuento de terror en la Polonia decimonónica que parece transcurrir en el corazón del invierno y la estepa rusa. Un cuento fiel a las costumbres de su país, pero que al mismo tiempo parece alimentarse de la narrativa visual del cine checoslovaco de los años sesenta y las producciones de la Hammer y compañía.
Piestrak logra con su modesta producción para la televisión polaca de la década de los ochenta una película con serias carencias, sí, pero lo bastante fuerte como para crear un más que interesante cuento de terror estepario que parece surgido de otro tiempo y lugar.
DE LOBOS, BRUJAS, VAMPIROS Y VOCES EN LA NIEVE.
Wilczyca aglutina varios de los elementos fascinantes del cuento de terror clásico. Una situación inicial marcada por el aislamiento invernal, la superstición y el precio a pagar por un delito no del todo declarado, un delito contra las bases religiosas —y por extensión culturales— de la sociedad contra la que los dos personajes interpretados por Iwona Bielska atacarán sin piedad ni contención de ningún tipo al orden natural y establecido de las cosas.
Tras un plano inicial de un ave devorando restos de carne y sangre en la nieve, la cámara muestra al ex-soldado Kacper Wosinski (Krzysztof Jasinski), camino de una cabaña en la que su hermano Mateusz (Jerzy Prazmowski), un médico y una enfermera, contemplan como la esposa de Kacper, Maryna Wosinska (Iwona Bielska) yace moribunda en una cama. Antes de morir, revela a los dos hermanos sus actividades sacrílegas (en la habitación han desaparecido los símbolos cristianos), y la intención que tiene —tras haber provocado su propia muerte— de regresar al mundo que abandona. «Te encontraré» sentencia ante su marido antes de morir.
Fuera, entre el sonido del viento que apenas se distingue del aplastante silencio invernal, una serie de aullidos parecen transformar las delirantes últimas palabras de Maryna en una siniestra profecía que, pese al escepticismo y la oposición de Kacper, Mateusz teme ver cumplida, por lo que no ceja en su empeño de enterrar el cuerpo con una estaca de madera clavada en el pecho con el fin de evitar su regreso.
En poco más de diez minutos de metraje, Wilczyca —traducida no en vano como La loba— muestra la idiosincrasia polaca, la estepa rusa, la ambientación del cine fantástico checoslovaco y los terrores de la Hammer para mezclar en su cuento de terror la licantropía, el vampirismo, la brujería, el augurio de una maldición y todo el peso de la superstición y el silencio terrible del invierno.
Superado el prometedor tramo inicial, la película toma un camino paralelo al del ambiente del cuento invernal, y de los espacios abiertos al invierno estepario y las voces en la niebla se adentra en palacios frecuentados por húsares altivos y valientes que rondan la vida aristocrática y cortesana de cuyos secretos y pasiones primarias se alimenta la segunda parte de la historia, en la que Iwona Bielska divide su estupenda interpretación entre la horrible figura de la maldición esteparia (Maryna Wosinska) y la sofisticada y vanidosa figura de la Condesa Julia, trasunto evidente de la Condesa Erzsébet Báthory, icono de las crónicas vampíricas por excelencia.
Así, la maldición de la licantropía auspiciada por una especie de «bruja-vampiro» se mezcla con las intrigas del palacio en el que la Condesa Julia carga con el peso de la trama, ahora dividida entre la niebla azul que envuelve el cuerpo descompuesto de Maryna, convertida en una terrible aparición, y los tonos cálidos y suaves propios del ansia de sangre, secretos y sensualidad de la Condesa y su compañía de húsares, cosacos, dragones y demás figuras militares.
Mientras la maldición avanza como una pesadilla fría que aúlla en la nieve y la niebla, atormentando las noches de Kacper, la Condesa se adentra cada más en los terrenos arcanos que ansía desentrañar, y el poder del lobo se mimetiza con su cuerpo y su mente, doblando la eficacia de su ataque.
Fuera, en el corazón del invierno y la superstición, el cuerpo de Maryna regresa de la tumba y se alimenta de las noches terribles de Kacper. En el interior del palacio, donde los latidos responden solo a las pulsiones y no conocen temores ni límites de ningún tipo, la Condesa se transforma en lobo mientras se alimenta de instintos básicos velados por ambientes y juegos sutiles.
Es cierto que el tramo en el que la película se rinde a las intrigas baja considerablemente el nivel de atención (e incluso de fascinación cómplice) que despertó en sus primeros compases, y que —obviamente— sus escasos recursos ponen en evidencia ciertos planos que habría sido mejor resolver con más juegos de sombras, pero en general el relato en más que sólido, y en cualquier caso la idea de crear una miscelánea que se atreve a quebrantar fronteras geográficas, cinematográficas y argumentales, bien vale un paseo por esta estepa en la que las mujeres lobo, las brujas vampiro y las condesas sangrientas sirven al cuento invernal de terror.
Wilczyca es, efectivamente, un bonito cuento catódico sobre el invierno y el infierno al que su doble protagonista regresa de forma salvaje.
https://m.ok.ru/video/4362683812437
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Octubre 2024.