EL OSCURO NIDO DEL CUCO,
POR HANNA BERGHOLM.
Egō, Pahanhautoja o Hatching. Tres nombres utiliza Hanna Bergholm para una sola película que habla de una oscura doble identidad, demostrando una vez más que el cine nórdico sigue sus propios dictados, apartándose siempre del camino marcado.
Bergholm juega haciendo trampas, aprovechando la farsa a la que sus personajes se someten (por diferentes motivos), y extendiendo el engaño mediante el aspecto de telefilm barato que da intencionadamente a la película, especialmente durante el primer tramo en el que ese aspecto impostado y mentiroso juega a favor de la narrativa, de la descripción del mundo en que —en parte por voluntad propia— se ven encerrados, como si todo aquello que existe más allá de su jaula de oro no tuviese valor.
Sin embargo, la eclosión que hace honor al triple título de la película hará de esta historia de polvo y diamantes en el vacío algo profundamente terrible.
EGŌ. EL PÁJARO DE FUEGO.
La inmortal pieza maestra de Stravinski, El pájaro de fuego, poco tiene que ver con la arriesgada propuesta cinematográfica de Bergholm (al menos en la forma, en el fondo sí podrían establecerse varias conexiones), pero similitudes aparte, lo cierto es que se trata más de una licencia por mi parte en base a lo hermoso del título, que de un vínculo real entre ambas obras.
El impostado y engañoso aspecto visual del que venía hablando en la introducción, transmite —a pesar de la sensación que genera inicialmente— su mensaje a la perfección.
Un personaje conocido simplemente como «madre» (Sophia Heikkilä) obliga a vivir a su familia en un mundo tan falso como diseñado a medida de su vacío. Su familia está compuesta por «padre» (Jani Volanen) y sus dos hijos, Matias (Oiva Ollila) y la protagonista principal y eje sobre el que pivota la historia: su hija Tinja y su extraño y primitivo sosias, Alli, ambas interpretadas por la mejor baza de la película, Siiri Solalinna.
Ese mundo muestra su decadencia superficial a través de unos tonos marcadamente melifluos que revelan el abismo emocional reflejado en la ambición de la madre por mostrar la sensación de haber logrado una familia perfecta, idílica desde el canon de belleza promocional. El aspecto de la película es tramposo, pero la trampa sirve a la causa, a una narrativa que no es absoluto superficial; al contrario, Bergholm se arriesga a un juicio prematuro por nuestra parte, y lo apuesta todo a una narrativa que ataca desde dentro.
El rechazo que nos causan los oropeles tintados de colores pastel que decoran la jaula de oro, contribuye definitivamente a generar la sensación que la directora busca en los espectadores.
Sin embargo, antes siquiera de entrar en su fase de desarrollo y verdadero motivo de la película, la narrativa de Bergholm juega sutilmente dos de sus bazas principales: el público en todo momento invisible al que la madre expone su continua, delirante y deshumanizada perfección, y la que me resulta más interesante: la ausencia de nombres en el mundo adulto que forma el núcleo familiar, otorgando identidades en ese aspecto solo a los niños y los elementos externos, lo cual conecta la película con los cuentos de hadas tradicionales y sus componentes más terroríficos.
Estos dos puntos suponen una inflexión narrativa en la película que la fortalecen considerablemente antes de su viaje al abismo.
Poco después de la presentación, y antes de que hayamos tenido tiempo de comprobar hasta que punto la relación y ambición tóxica de la madre destruye las vidas que transcurren a su alrededor —ya sea por consentimiento y cobardía en el caso del padre, por miserable afinidad, en el caso de Matias, o como la víctima que pronto se alzará en verdugo, en el caso de Tinja/Alli—, la irrupción en la rutina fabricada a medida de la familia de un pájaro a modo de invasor y heraldo de extraños infortunios, descubre a ojos de Tinja la verdadera naturaleza de la madre, despertando sin remisión la ascensión del abismo de su sosias, Alli.
Es aquí, en el despertar del mito del Doppelgänger —y el reclamo al cuervo de Poe y las consecuencias de su mítico «Nevermore»—, cuando la narrativa de la película abandona la sutileza para desarrollar su fuerza basada en la arquitectura artesanal de los monstruos de la serie B, dar rienda suelta a la vuelta de tuerca que aporta con su particular y extraña visión del doble oscuro, y, lamentablemente, caer tras mostrar su original poder en una serie de trampas demasiado recurrentes.
Pero a pesar de su pérdida de fuelle en el último de tramo, el poder de esta insólita historia es suficiente como para tener la película en gran consideración.
Tinja abandona su papel de gimnasta ejemplar al servicio de la ambición desmedida de una familia que sabe de todo excepto del concepto de la felicidad, en favor de una criatura que surge del abismo y crece en el interior de un huevo encontrado y protegido por la niña tras la muerte del cuervo a manos de su madre.
El huevo aumenta su tamaño hasta alcanzar dimensiones grotescas, y de su interior surge una criatura más cercana al aspecto de las bestias del mítico Ray Harryhausen que a cualquier cosa al la que el cine de los últimos treinta años nos tiene acostumbrados.
Es verdad que tras esta inaudita primera parte, la película cae con demasiada facilidad en una serie de resoluciones manidas y demasiado obvias, restando fuerza a los posibles caminos que Tinja y su creciente sosias, Alli, podrían haber adoptado. Es decir, tras romper los moldes con la, recurriendo al modo japonés, «Niña-pájaro», Bergholm habría acertado más acercándose al universo de David Cronenberg y su magistral «nueva carne» que al de la criatura que destruye por la amistad de su único refugio en un mundo nuevo.
Pese a todo, Egō supone un gran riesgo en su visión de la venganza infantil ante la opresión adulta, retratando la fuerza de la unión entre dos mundos separados por la barrera de aquello que la naturaleza artificial del humano considera imposible, y lo sobrenatural que, en algún lugar profundo de la naturaleza olvidada por el hombre, todavía puede ocurrir.
Y ocurre, de hecho. Alzándose como el pájaro de fuego hacia la venganza y un nuevo mundo en el que —con la apariencia de Tinja, derrotada por la ambición de su madre—, Alli reinará.
Egō es, pese a todo, una pequeña gran película.
https://www.youtube.com/watch?v=1YqZrACarUo&ab_channel=V%C3%A9rtigoFilms
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Febrero 2023.