DESCANSA EN PAZ. LA RESURRECCIÓN DE LOS MITOS.
Descansa en paz (Håndtering av udøde en su lengua de origen), resulta para el cine dramático y de terror una valiosa alianza, tanto como para obrar de nuevo el milagro cinematográfico que supone revivir a los mitos.
De las páginas del escritor sueco John Ajvide Lindqvist han surgido nuevos referentes cinematográficos en el cine de terror del siglo XXI. Déjame entrar, la inesperada pieza magistral que alzó de nuevo al vampiro de su sueño, el magnífico retorno a los instintos primarios que supuso Border (Ali Abbasi, 2018), y ahora esta maravillosa pieza que extrae el terror de su poder trágico: Descansa en paz, basada en la novela homónima de Lindqvist —quien como en las anteriores adaptaciones ha colaborado en el guion—, retratada en el cine gracias al debut en el largometraje de Thea Hvistendahl.
Como en las dos adaptaciones anteriores, el terror literario de Lindqvist se muestra en el cine a través del mundo actual, concretamente en lugares donde a pesar de la inmediatez con la que todo parece ocurrir en la era de las ilusiones tecnológicas, un halo frío y gris parece retener el tiempo.
Descansa en paz altera los paradigmas del tiempo vital, subvierte el orden natural de las cosas y envuelve el mundo artificial en un halo extraño e inquietante.
HEMOS MUERTO, PERO…
Aquella obra maestra de Yasujirō Ozu que fue Otona no miru ehon – Umarete wa mita keredo, y en nuestro idioma se llamó He nacido, pero…, viene muy a mano para adentrarse en la senda de extraños y trágicos fenómenos naturales que provocan el más antinatural de los acontecimientos: el regreso de los muertos.
El terror sembrado por la nueva vida de los Zombies ha dejado en el recorrido del cine un sinfín de muestras, de las cuales no son pocas las que se han convertido en mitos universales.
Dejando a un lado a Frankenstein y su idiosincrasia, desde los primitivos días en los que White Zombie (Victor Halperin, 1932) creó el mito para el cine, hasta las incursiones en el campo de la segunda vida de reputados autores con The Walking Dead (Michael Curtiz, 1936) y I Walked with a Zombie (Jacques Tourneur, 1943), aquellos que regresaron a la vida lo hicieron recorriendo lentamente un largo camino que alcanzó el mito imperecedero gracias a una modesta producción de Serie B; con Night of the living dead (1968), George A. Romero asoció su carrera a la de la inmortalidad.
Mucho tiempo después, con la llegada del nuevo siglo, los Zombies se expandieron por el territorio cinematográfico, invadieron otras geografías y se volvieron rápidos y fuertes, reprodujeron la especie a toda velocidad y conquistaron el terreno del cine y la televisión hasta agotar la vieja fórmula.
Casi un sigo después de aquel primer retorno a la vida, el cine siempre trágico y filosófico rodado en tierras nórdicas revive el mito, pero ralentiza la forma y cambia por completo el fondo.
Descansa en paz transcurre en torno a la contradicción y los hechos insólitos. Por un lado, la ciudad de Oslo sufre un caluroso verano que parece ralentizar la actividad en general.
Hvistendahl aprovecha este elemento (anti) natural en ese lugar, y gracias a su notable talento narrativo juega a la contra de la ola de calor, desplegando un halo de tonos azules y grises que funcionan a modo de velo que envuelve y frena el avance del tiempo hasta detenerlo casi por completo.
Es decir, la trama inicial de la película se basa en un extraño fenómeno natural, pero al mismo tiempo Hvistendahl utiliza la arquitectura de la ciudad para revertir el calor con el que la naturaleza oprime el lugar, siendo los recursos artificiales y no los naturales los que transmiten al espectador a sensación del tiempo retenido. Antes de profundizar en la que será la tragedia terrorífica de la película, Descansa en paz muestra a la cuidad y sus personajes vencidos por aliento triste y desesperanzado.
Tras la taciturna presentación, que aporta al espectador la suficiente información acerca de los pesares que oprimen a los personajes, Hvistendahl pone en juego el elemento definitivo de la película. Los muertos regresan a sus vidas pasadas —la historia se centra en casos muy recientes y de circunstancias especialmente dolorosas—, pero no vuelven como la amenaza inmediata y horrible que tan característica en el género de terror.
«Hemos muerto, pero…» parecen decir esos familiares que regresan con sus seres queridos. Regresan como fantasmas sin afán de ningún tipo, sin brillo que avive sus miradas, en las que los vivos no pueden reconocer a quienes una vez sintieron el amor que aún no es un recuerdo, pero tampoco pueden reconocer totalmente a la muerte, pues los renacidos todavía conservan algunos de sus rasgos y lo suficiente de sí mismos como para permanecer en sus antiguos hogares, en los que la película se centra a modo de tríptico trágico.
El fuego que alimenta este terror frío y denso como la resignación entregada a la tristeza arde muy lentamente.
Tres familias muestran sus heridas letales a través de sus miembros, que Hvistendahl sitúa en escena recurriendo de nuevo a la contradicción, pues su condición fría y distante provoca un acercamiento por parte del espectador.
Anna (Renate Reinsve), ha perdido a su hijo, y encierra su dolor entre las paredes del piso en el que vive con su padre.
David (Anders Danielsen Lie), un humorista que apenas logra infundirse ánimo para continuar con su profesión, pierde a su esposa Eva (Bahar Pars) en un accidente de tráfico, y se queda solo con sus dos hijos adolescentes.
Elisabet (Olga Damani) una anciana que ha de afrontar la soledad tras la muerte de su hermana.
Mientras el mundo exterior se sume en el nuevo caos contra el que las autoridades sanitarias y gubernamentales intentan combatir, Hvistendahl cierra filas sobre el dolor de las tres familias y su nuevo enfrentamiento con la muerte, con aquellos que han vuelto solo como un vestigio de quienes fueron, con los rasgos cada vez más difusos de los fantasmas que han muerto, pero…
La cineasta traza tres líneas paralelas en las que vemos cómo, aunque muy lentamente, la inexorable naturaleza de los Zombies acaba por imponerse; de esas tres líneas, Hvistendahl escoge la de Anna como centro de la historia, haciendo la de su familia la situación más compleja y dolorosa, que servirá también como senda hacia el punto en el que las dos fuerzas naturales de la película —la vida y el retorno de la muerte— converjan para restablecer el orden de las cosas.
El terror en Descanse en paz reside en la tragedia, alimentada por una nueva fuerza natural que parece burlarse de los vivos mediante los rostros de los fantasmas que no han vuelto a nosotros, ni a su hogar, ni en busca de nada que haya alimentado el espíritu de los muertos a lo largo de la trágica senda del terror.
Sencillamente, han muerto, pero…
https://www.filmin.es/pelicula/descansa-en-paz
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Julio 2024.