BARBARIAN. EL ETERNO FACTOR SORPRESA.
Si hay algo que valide y pondere la película de Zach Cregger, Barbarian, es la capacidad del cine para funcionar como una fabrica de sorpresas que nunca ceja en su empeño.

Una de las principales trabas que el espectador de hoy en día pone en su propio camino y el del cine en general (aunque muy especialmente en el de terror), es creer que ya lo ha visto todo, algo tan lejano de la realidad como el fantástico y la ciencia-ficción que también padecen las consecuencias de ese, digamos, dogma.
Afortunadamente, siempre hay —y habrá, espero— películas que derriben esos mitos condescendientes. Barbarian es una de esas películas que sin pretensiones ni complejos, logra exactamente lo que se propone: arrojarse al vacío sin red de ningún tipo.
EL ARDID DE LOS LUGARES COMUNES.
Barbarian es una película atrevida, suicida y tramposa, pues su premisa nos engaña, adormeciéndonos, llevándonos a lugares en los que la ficción y la vida real nos han situado en un sinfín de ocasiones.
Lugares comunes en el terror (casa misteriosa, barrio apocalíptico, situaciones y personajes extraños, sonidos perdidos en la oscuridad…), y también lugares comunes en la vida real contemporánea; alojamientos de alquiler en lugar de hoteles y cabañas siniestras, llaves y accesos por códigos, teléfonos para hacer reclamaciones a los que nadie responde, problemas y conductas sociales que ya non son un secreto…
Barbarian juega con todos estos elementos, con todos esos lugares comunes de una forma aparentemente inocente, y lo hace para que nuestra anticipación nos engañe, para que la tranquilidad que da pensar que ya lo hemos visto todo nos ataque y nos desarme. Para rendirnos ante una película que emprenderá una ruta suicida en la que está dispuesta a todo. A suicidarse, de hecho.
Sin embargo, Cregger no juega con la supuesta inteligencia del guion para engañar al espectador sin que éste ponga de su parte; debemos dejar que nos lleve hacia donde pretende llegar sin recelar, sin juzgar el planteamiento de la película como un desafío a la perspicacia del público. Barbarian juega al engaño en lo que al uso de los lugares comunes se refiere, pero no lo hace dando por sentada ningún tipo de ventaja; este viaje se disfruta, tanto si nos dejamos engañar como si sabemos a donde nos lleva en todo momento.
Tess (Georgina Campbell), viaja hasta Detroit para una entrevista de trabajo. Allí alquila una casa en un barrio algo apartado al que llega en una noche fría y lluviosa. Cuando accede al cajetín en que debería estar la llave, descubre que no está, y tras intentar llamar al contacto para solucionar el problema y no conseguirlo, regresa a su coche para resguardarse de la lluvia.
Lugares comunes…

Una vez en su coche, ve como la luz de una de las habitaciones de la casa se enciende, llama al timbre insistentemente, y Keith (Bill Skarsgård), un tipo corriente y aún adormecido, abre la puerta para sorpresa de ambos. Inician una conversación en la que descubren que los dos alquilaron la casa por diferentes aplicaciones para la misma noche, y tras el desconcierto inicial, él la invita a pasar y resguardarse durante esa noche hasta que la situación se solucione.
Lugares comunes…


Tras su reticencia inicial y al comprobar que no tiene donde pasar la noche en la ciudad, Tess acepta la oferta de Keith para dormir en la casa, y los lugares comunes del género de terror comienzan su puesta en escena.
Pero nos engañan, si nos dejamos…

Amanece, Keith deja una nota, Tess contempla el aspecto real del barrio a la luz del día y acude a su entrevista, en la que todo va bien. Regresa a la casa, y el ardid de los lugares comunes acelera la marcha. La excelente música de Anna Dubrich, inclusiva y totalmente deudora del universo de John Carpenter, nos lleva a lugares en los que ya hemos estado miles de veces, pero la película nos engaña, si queremos que lo haga.
El ardid de los lugares comunes…




Tras aquello que ocurre en la oscuridad, la película atraviesa por un intervalo en el que muestra su parte más débil, un entreacto demasiado dilatado en el que la presentación de AJ (Justin Long), carga con una duración y cantidad de información difícil de justificar, en detrimento de un Flashback que sí habría agradecido más atención, pero una vez más, ambos tramos visitan lugares comunes…
Después del entreacto, Cregger cede terreno a la comedia, mezclándola con la Home Invasion y el Survival, lo cual desconcierta aun más si cabe al espectador que a esas alturas ya no sabe —ni pretende saber, si ha decidido dejarse engañar— hacia dónde diablos lo llevará una película que, lejos de aflojar en su recta final, pisa el acelerador y pierde totalmente el control de forma consciente porque no le importa caer al vacío sin protección.
Sencillamente no le importa estrellarse, de hecho esa es su intención.




Barbarian no tiene la menor intención de salvarse, solo de engañar todo lo posible a quien esté dispuesto a dejarse llevar por su ardid de los lugares comunes. Barbarian solo pretende ser exactamente lo que es: una película suicida y aprovechable al máximo en la que ya hemos estado miles de veces y en la que queremos estar de nuevo, dispuestos a que nos engañen, si queremos que la película lo haga.
Como esos lugares comunes…
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Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Octubre 2022.