FURIOSA: A MAD MAX SAGA.
GEORGE MILLER Y EL ETERNO FIN DEL MUNDO.
Hace casi diez años, antes de que Furiosa: A Mad Max Saga fuese algo remotamente imaginable, parecía un sueño enloquecido pensar que la Ciencia-Ficción y la acción más salvajes y distópicas pudiesen cruzar las fronteras que el propio George Miller trazó para su universo particular.
Pero entonces llegó su obra definitiva y lo arrolló absolutamente todo. Con Mad Max: Fury Road (2017) Miller reinventó y elevó a la máxima potencia sus delirios cinematográficos.
Fury Road es una pieza magistral, y además resultó ser la matriz de una película que, si bien no alcanza la magnitud de su origen, sí funciona como una máquina bestial, un artefacto que resulta un magnífico complemento de su antecesora. Sin Fury Road, Furiosa no puede existir, pero su existencia ha resultado en cierto modo milagrosa, pues Furiosa ha generado una especie de fusión entre ambas películas de la que surge un ente indivisible.
Como una especie de aleación de dos metales sellados por la arena del desierto, Furiosa gana su propia identidad en base a una fusión con el núcleo. Sin embargo —y vista de forma independiente— hay ciertas piezas en esta nueva máquina que no funcionan tan bien como deberían.
UNA TRAGEDIA PULP.
CROMO, TRUENO Y VENGANZA.
George Miller ha hecho del desierto un lugar habitado por seres fabricados de cromo y desesperación. La Road Movie más enloquecida, sucia y salvaje del mundo es un bloque único que desprende en su carrera hacia ninguna parte piezas que viven de forma independiente con respecto al concepto general, que no es otro que tratar el cine como un cómic, una sucesión de viñetas que enfrenta la vanguardia tecnológica (algo traicionera en Furiosa con el espíritu artesanal de Miller que, supongo, se deja vencer un tanto por el cansancio propio de su edad) con la primitiva esencia cinematográfica perdida en los días de la sucesión vertiginosa de imágenes como una ilusión, como el truco de un mago.
Mad Max siempre me ha parecido un maravilloso truco sucio en favor del cine Pulp, de la acción en su estado más primitivo encerrada en celdas con forma de viñetas que han dado de sí cinco carreteras hacia el fin de todas las cosas, cinco carreras por el apocalipsis narradas con una intención tan firme como inestables son los resultados.
No creo que sea posible repetir aquel poema épico que Miller llamó Fury Road, un acto irreverente que hizo suyos los sonidos de la tormenta que estalla en un lugar donde todo se mueve sin cesar y al mismo tiempo ya no ocurre nada. Desde el punto de vista del cine de acción, Fury Road es uno de los espectáculos definitivos del género.
Frenética y con una planificación precisa y obsesiva, los Set-Pieces se suceden de forma implacable y certera. Como Blockbuster, Miller hizo renacer a su máquina del trueno cuando él mismo afronta el tramo final de su carretera.
Fury Road es un milagro y un delirio en el que la narrativa homérica sobrevive a la maquinaria de la destrucción, es decir, Miller escribió una obra en la que los personajes pudiesen buscar un horizonte tras la línea que fluctúa como una estela de combustible entre el antiguo asfalto y el sol eterno.
Como Ulises, Furiosa viaja continuamente de vuelta a casa, y ahora, en esta nueva aventura que lleva su nombre, Miller ha cambiado la épica del mundo antiguo por una estructura trágica, una serie de actos que sustituyen al personaje errante por el ángel caído en busca de venganza.
Si Fury Road seguía la senda de la deriva y el retorno, Furiosa busca el origen y el castigo en forma de tragedia isabelina, una intención estupenda esta de sustituir a Homero por Shakespeare que en su primer acto me llevó de nuevo al lugar correcto. Miller gira una vez más la rueda infernal, y donde había un silencio furioso en un (no) mundo atronador, ahora se alza el fuego de la palabra, de la promesa de la venganza.
Furiosa juega con la paradoja del personaje enmudecido por la necesidad de venganza. Así, Miller silencia a su ángel caído particular y concede el dudoso don de la palabra a Dementus (Chris Hemsworth), el nuevo maestro de ceremonias.
Antes de contraponer el silencio vengador contra la falaz elocuencia que divide al público entre el rechazo y el entusiasmo, Miller recurre a un tercer factor que —si bien está presente en todas las entregas de sus aventuras— resulta más notorio en este nuevo capítulo. Mad Max es inherente al Western, pero tras la introducción —rendida a la mitología clásica con su visión particular de los jardines de las Hespérides o el Edén—, los primeros compases en los que se gesta la venganza muestran una serie de rostros silenciosos que hablan más que con palabras a través de las miras de sus rifles —este recurso se repite de forma muy acertada a lo largo de la película— y el aliento del desierto que ampara y empuja a los personajes hacia la venganza.
Tras el silencio —que incluye una sentencia letal tan deudora de las múltiples representaciones de la muerte de Jesucristo como de la crucifixión del héroe en Conan el bárbaro (John Milius, 1982), o del mito característico del Western del árbol del ahorcado—, llega el rapto de Furiosa y el paso de la infancia a su papel como ángel vengador que ha de enfrentar su furia silenciosa al torrente verbal de sus incontables enemigos, de entre los que surgirá un insólito, lacónico e inesperado aliado, Praetorian Jack (Tom Burke), una suerte de sustituto de Mad Max —cuya presencia en esta entrega se reduce a un plano robado de Fury Road— que servirá a la trama como elemento en el que diluir una mínima cantidad de la amarga existencia de Furiosa.
Sentadas las bases, la película se convierte en un monstruo descontrolado y atronador que, de nuevo, funciona a la perfección como espectáculo de acción. La secuencia de la persecución inicial y el asalto al camión de guerra son un milagro en cuanto a planificación, ejecución y montaje. La música y el diseño de sonido rompen otra vez todas las barreras imaginables.
La acción y la aventura se desbordan durante la sucesión de parajes, Set-Pieces y variopintos personajes que Miller pone al servicio del espectáculo —entre los que podemos ver una nueva concesión por parte del autor a la mitología, mediante la reproducción del cuadro de John William Waterhouse, Hilas y las ninfas—; cerrando filas sobre el duo protagonista, que fortalece su tácita alianza a medida que avanzan hacia la nada.
Furiosa es, de nuevo, un artefacto de cine Pulp de lo más satisfactorio en cuanto a diversión. Es decir, la película debería basarse en el movimiento, no en la palabra. Cuando corre, funciona. Cuando habla no.
No he encontrado esta vez el fuego mediante la palabra. Si en Fury Road el reparto me pareció una apuesta suicida con resultados maravillosos, esta vez el silencio de Anya Taylor- Joy y la verborrea histriónica de Chris Hemsworth me resultan un recurso que no llega a funcionar completamente y un empeño molesto (aunque es justo decir que con nuevos visionados todo mejora).
La antigua presencia hierática de Charlize Theron de cuya luz en los ojos Miller sí pareció extraer el cine en sí mismo, da el relevo al prólogo en el que Furiosa muestra una mirada fija en la nada, en una falta considerable de expresión. Y del silencio elocuente del mal y la imposibilidad de redención de los estupendos salvajes que arman el ejército de Inmortan Joe (Lachy Hulme) —estos personajes sí mantienen aquí su brillo— la película cae en un personaje más cercano a la caricatura que al retrato que debería haber sido.
He disfrutado mucho de esta nueva vuelta por los caminos del abismo, sí. Furiosa me parece una película que cede hábilmente a la actual tecnología cinematográfica y ejecuta una planificación excelente en favor de la diversión. Es decir, me lo he pasado en grande la mayor parte del tiempo.
Pero lo cierto es que esa promesa de venganza en forma de cinco actos que parece traer a Shakespeare a escena en un primer acto muy esperanzador (la infancia del personaje en el rostro de Alyla Browne sí funciona a todos los niveles), se rompe en la excesiva confianza que Miller ha puesto en el rostro un tanto anodino de Anya Taylor-Joy, que no vence con su silencio el exceso de palabras que se han dicho esta vez por parte de la, digamos, excesivamente locuaz presencia de Dementus.
Pese a todo, viva esta película que no hace más que crecer cuanto más corre por el fin del mundo. Viva el cine Pulp con el que George Miller sigue fabricando maravillosas diversiones.
Viva este trágico Western Pulp que habla sobre la venganza y muestra la furia entre titanes de cromo y trueno.
Película disponible en MAX:
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Enero 2025.