LA POESÍA CIENTÍFICA DE KAREL ZEMAN.
Una invención diabólica fue, ante todo, una demostración por parte del maravilloso narrador de cuentos que fue Karel Zeman.
Fue una demostración, puesto que -tras comenzar su carrera como cineasta casi a mediados del siglo XX- llegó a 1958 con su espíritu tan intacto como para asombrar al mundo con el resurgir de los orígenes el cine, demostrando que la poesía científica, la ciencia del sueño de la que nacieron las películas, seguía viva. Solamente necesitaba un mago sensible y valeroso que lo probase.
La necesidad de hacer de las ilusiones realidad marcó de nacimiento al cine. Los espectros proyectados en la niebla de los locales que a lo largo del siglo XVIII materializaron mediante los trucos de los ilusionistas los sueños del público, se expandieron por la bruma gótica del siglo XIX, respirando y renaciendo con los nuevos aires de la revolución industrial y el Fin de Siècle.
Ante las puertas de la nueva era, los viejos fantasmas se mantuvieron a flote gracias a la magia de Méliès, Segundo de Chomón, Ferdinand Zecca… cuyos trucos dieron al cine su imagen más sólida y definitiva.
Allí, en los albores del arte narrativo del siglo XX por excelencia, se establecían aun sin saberlo las bases del cine de animación. Los primeros pasos del Stop motion y la utilización del Matte painting se aliaron con el escritor que más impulsó los primeros y gigantescos pasos del cine: Julio Verne.
Los ingenios heredados del humanismo renacentista y mezclados con las líneas trazadas por la Belle Époque que pueblan las páginas de Verne excitaron, mediante los grabados de la escuela de Gustave Doré, la infinita imaginación de los primeros magos del cine.
Sin embargo, aun con todo lo que aquella magia generó, la materia cinematográfica se transformó, y a pesar de que las técnicas y trucos de aquellos días alcanzaron la gloria durante las siguientes décadas, el momento en que Karel Zeman y los cineastas checoslovacos herederos y adalides del teatro de marionetas de su país irrumpieron en escena, supuso a la fuerza un punto de inflexión.
De todos aquellos magníficos y mágicos poetas del cine, Zeman fue el que mejor fusionó la ciencia con la poesía, fue el mejor representante del resurgir de la era de Méliès y su diabólica invención: el cine en su estado más primitivo y cautivador.
UNA INVENCIÓN DIABÓLICA.
SOMBRAS, MONSTRUOS Y MÁQUINAS.
La envergadura de Una invención diabólica es, en efecto, inmensa. Su ambición, parece infinita.
En esta maravillosa caja de Pandora fabricada con papel, pintura y actores de carne y hueso, Zeman aglutina todo aquello que una vez perteneció a la fantasía, la aventura, la ciencia-ficción y al espíritu que posee al ser humano y lo impulsa más allá de cualquier horizonte conocido.
Las fronteras insondables que Verne cruzó para mostrar al mundo nuevos sueños científicos, tecnológicos y naturales, son ahora una realidad encerrada en la caja mágica del cine, convertido en un medio de transporte para -igual que hizo Méliès en su viaje de la tierra a la luna-, revelar los animados secretos que se ocultan en las profundidades del mundo.
Zeman se sirve de absolutamente todo aquello que resulta fascinante, pero a diferencia de algunas de las películas animadas por el maestro del Stop motion, Ray Harryhausen, el mago checo no deja nada a exclusivamente a merced de la ilusión animada. Su película cuida tanto las interpretaciones de los actores -nada desdeñables- como el cautivador imaginario de su entorno.
Así, partiendo de una novela de Julio Verne, Zeman escribió un guion junto a Frantisek Hrubín y Milán Vácha, en el que narra las aventuras de una serie de personajes que recorren todas las emociones, perfiles y objetivos posibles.
Un científico y su hija son secuestrados por Artigas, un ambicioso y villano millonario que planea utilizar un artefacto explosivo para someter al mundo a su voluntad, operando desde un submarino pirata en el que mantiene como prisionero al inventor del explosivo. Tras el secuestro, Artigas traslada a sus prisioneros a un castillo oculto bajo un enorme volcán.
Zeman recurre a una premisa clásica, pero su miscelánea de géneros no decae ni cede al desdén en ningún momento, pues su película se apoya en una nada despreciable pericia narrativa del director y las ya mencionadas interpretaciones, impulsadas al infinito reino de su imaginario en el que conviven bestias naturales, monstruos artificiales, héroes, villanos, honrados marinos, enigmáticos piratas y emociones que hacen de los -tan breves como medidos- setenta y cinco minutos de metraje, una breve ilusión.
Un sueño, una poesía científica acerca de las miserias y grandezas que el ser humano puede hacer suyas. Un cuento fascinante tanto para el público infantil como el adulto.
Zeman conduce nuestros sueños por tierra, los profundos misterios del mar y el infinito espacio del aire, habitados por los engendros mecánicos y los poderes de la naturaleza que solo la magia del ilusionismo, de la animación como herramienta al servicio de la ciencia del sueño puede ofrecer.
El destino del cine es contar historias, el oficio de Zeman, ese poeta de la ciencia, es, sin duda, el cine. Un oficio maravilloso.
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Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Julio de 2022.