CIVIL WAR. JUEGOS DE GUERRA, POR ALEX GARLAND.
Civil War viene a demostrar —en base a la destrucción y la distopía ceñida a las normas humanas y del cine bélico— que en los últimos diez años Alex Garland se ha hecho con plenos poderes para la creación. Pero este «Juegos de guerra» que he utilizado a modo de título se aleja mucho de aquella fantasía adolescente y virtual que John Badham llevó a cabo en 1983 con su War Games.
En esta crónica acerca del fin, todo excepto la concepción de la extensión del mundo, es real.
Tras desafiar los límites humanos en sus tres primeras películas, Ex_Machina (2014), Aniquilación (2018) y la relativamente controvertida Men (2022), Garland ha desplegado todas sus armas como narrador cinematográfico, pues si bien el guion no es la mejor baza de Civil War —a pesar de contar con momentos estupendos—, son el montaje y el diseño de sonido las armas más poderosas de una película magnífica y literalmente arrolladora.
No es por casualidad que el que parece ser su canto del cisne, se revele como su mejor película.
Civil War es un tablero en el que los juegos de guerra son en realidad un camino hacia la autodestrucción y ciertos relevos generacionales, vitales y emocionales.
EL HUNDIMIENTO DE UNA NACIÓN.
Cuando el cine era joven, D. W. Griffith, uno de sus principales benefactores, desafió las normas del montaje cinematográfico y viajó a los días de la guerra de secesión, sus motivos y sus consecuencias para hablar mediante el lenguaje cinematográfico del Nacimiento de una nación.
Apenas superado su primer siglo de vida, el cine ha crecido y envejecido a una velocidad muy superior al resto de las artes utilizadas como medio de expresión. Como nación, a Estados Unidos le ha ocurrido algo similar. Por lo tanto no es de extrañar que la relativa juventud de estos dos poderes colosales —que aún siendo jóvenes generan la sensación de llevar entre nosotros desde el inicio de los tiempos— converja en este punto.
Sin embargo, en lo que a similitudes se refiere, eso es todo. Civil War se aleja de los caminos propios de la Ciencia-Ficción a los que Badhman se aproximó en War Games, y por supuesto no establece relación de ningún tipo con un pilar cinematográfico de la envergadura y calado de la obra de Griffith.
En esta guerra civil, Garland sigue su propio camino, por muchas referencias y lugares comunes que podamos encontrar.
El cine se ha atrincherado tras el género bélico en infinidad de ocasiones, generando todo tipo de obras, desde películas hermosas y sensibles, hasta viajes hacia lo más profundo de la psicología distorsionada por el horror de la guerra, pasando por eficaces ejercicios de cine de acción y meros panfletos propagandísticos.
Es decir, hemos visto la guerra desde todos los ángulos y géneros cinematográficos, desde la realidad más cruda y desesperanzada, hasta la más inquietante de las pesadillas surgidas de la Ciencia-Ficción. El cine nos ha mostrado batallas entre humanos que habitaban este planeta hace miles de años o hace solo unas décadas, y nos ha permitido vislumbrar futuros imposibles en los que la humanidad lucha contra máquinas rebeldes y seres invasores.
Pero en Civil War, Garland cierra filas y deja que la nación más ególatra del planeta muestre al resto del mundo cómo se viene abajo sin que, por una vez, el mundo se vea representado exclusivamente por Estados Unidos. En este hundimiento de una nación, el mundo solo es un testigo del fin de una parte del planeta que esta vez no salvará a nadie de ningún ataque.
Civil War es un asunto de estado suicida. Ahí, en esa solitaria destrucción en masa radica la sólida propuesta de la película.
Vista desde un ángulo literalmente narrativo, Civil War no cuenta nada nuevo, y su guion —como decía antes— no contiene grandes, épicos o sensibles momentos que pasarán a la historia del cine. Sin embargo, Garland aglutina y al mismo tiempo rehuye los géneros por los que su película de guerra transita.
Cuatro personajes en busca del final de los caminos que han conocido hasta el momento de su encuentro en común inician un viaje a través de una tierra en llamas, consumiéndose en soledad y únicamente en base a sí misma.
Garland conduce el género bélico a través de una Road Movie cuyo apocalipsis tiene aspecto de Ciencia- Ficción y escenario de terror. Pero no hay monstruos invasores, virus destructores o cadáveres resucitados. Solo hay una guerra civil provocada exclusivamente por los habitantes de los Estados Unidos; no hay ejércitos extranjeros ni factores sobrenaturales. Sencillamente, la culpa es del país que se suicida y obliga a sus habitantes a contemplar el fin de una parte del mundo no tan grande como para salvarse de sí misma.
La película también cuenta con elementos y situaciones propias de un Survival e impone en los momentos adecuados un ritmo característico del cine de acción. La miscelánea de géneros está ahí, pero lo único que importa es la guerra y las diferentes formas de afrontar la destrucción.
Es cierto que las mejores bazas de la película no se encuentran en la parte estrictamente narrativa, pero también lo es que los personajes protagonistas y sus finales de ciclo —con un relevo generacional incluido— están lo bastante bien diseñados e interpretados como para evitar la sensiblería y los arquetipos baratos. En ese sentido, sí hay que destacar las interpretaciones y el guion destinados a los personajes secundarios; especialmente la secuencia protagonizada por el magnífico Jesse Plemons, en la que la que el tiempo parece detenerse en favor de los horrores que emanan del «White Power».
Por lo demás, el guion y las interpretaciones principales son más que solventes, y dejan el espacio necesario a la verdadera fuerza de la película: la narrativa visual, esa herramienta que en ciertos géneros se desprecia con demasiada ligereza, impone su fuerza descomunal en Civil War.
Guiños de lo más acertado a la obra capital de Coppola, Apocalypse Now, un diseño de sonido totalmente entregado al montaje, del que éste a su vez saca el máximo partido, Set-Pieces diseñados y armados con la máxima eficacia que mezclan a la perfección los códigos del cine de acción con el cine bélico; una propuesta de montaje que combina el uso de los instantes grabados en las retinas artificiales de los reporteros de guerra (esos seres que más parecen androides emocionales que seres humanos), con lo que ocurre paralelamente al ensayo del discurso presidencial en la portentosa secuencia de apertura…
Todo al servicio del hundimiento de una nación perfectamente retratado desde el primer instante, y al servicio también de las crecientes interpretaciones a medida que la película avanza hacia el fin del mundo conocido por los personajes, interpretaciones en manos de Kirsten Dunst, Wagner Moura, Cailee Spaeny y Stephen McKinley Henderson, que conforme la película endurece el tono de su contenido, se hace más sólida en su recorrido por un mundo reducido a un país en llamas contemplado desde una óptica que ya no puede dejar a esta especie de testigos del apocalipsis tras la trinchera de la información.
La guerra en Civil War avanza, y como las llamas que atraviesan esos cuatro testigos mientras el mundo y ellos mismos se desmoronan, lo consume todo. Incluso sus propias prioridades y convicciones, algo que —en ese tramo final— sí muestra un guion y unas interpretaciones que, irónicamente, se vuelven completamente sólidas cuando todo lo demás se viene abajo.
Civil War no es una obra maestra del cine bélico, pero es una magnífica película acerca del hundimiento de una nación.
https://www.youtube.com/watch?v=CzbefSZ-JOI
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Mayo 2024.