SONATA DE OTOÑO,
POR JACK CLAYTON.
Something Wicked This Way Comes (o El carnaval de las tinieblas en nuestro idioma), no es un Remake por parte de Jack Clayton de la maravillosa obra de Ingmar Bergman, Sonata de otoño; sencillamente, es algo que utilizo para describir este hermoso cuento otoñal con el que Clayton se adentró en la fantasía, los conflictos entre la infancia y la vejez, y el terror viajando en un gabinete ambulante.
Es casi imposible imaginar un mundo en el que una película dirigida por Jack Clayton (un tipo con una de las filmografías más abrumadoras de la historia), escrita por el mismísimo Ray Bradbury, marcada con un nombre que proviene de las profundidades de Macbeth, con una banda sonora oscura y poderosa compuesta por James Horner, e interpretada por Jason Robards y Jonathan Price (amén de un estupendo conjunto de secundarios entre los que encontramos a Diane Ladd y Pam Grier), es casi imposible —decía—, imaginar un mundo en el que algo así no sea considerado una obra maestra incontestable.
Pero Disney tiene sus recursos para poner freno a cualquier cosa. Aun así, esta película es maravillosa.
SOMETHING WICKED THIS WAY COMES. CUENTOS DE TERROR AL CALOR DEL HOGAR.
Si Ray Bradbury no hubiese escrito la novela homónima que dio paso a la película, y alguien no le hubiese puesto un nombre traducido tan bonito y acertado como <<El carnaval de las tinieblas>>, ésta bien podría haberse titulado <<Un pueblo llamado otoño>> o algo así como un delirante <<Jason Robards contra el paso del tiempo y el Gabinete del nuevo Doctor Caligari>>.
Pero no es necesario soñar, tampoco elucubrar. Aquí todo está bien como está.
El otoño, su eterno y cálido aliento que funciona como un sendero de vuelta a la infancia (tanto o más que los veranos de los que el escritor también era un cronista excepcional), se presentan en la película con la preciosa y precisa prosa poética de Ray Bradbury.
Y, reconozcámoslo, ese halo suave con el que Disney lo tiñe todo de cierta ingenuidad, aporta a la película un aspecto que puede resultar insólito, pero que bien pensado resulta obvio cuando nos sorprendemos descubriéndolo con una (tal vez) involuntaria pero sin duda sonrisa cómplice: esta es una película confortable.
Sí, por extraño que suene. Así es.
Este bonito cuento de seres malvados, de fuerzas ocultas que habla en realidad del terror atroz a envejecer y perder todo aquello que durante un breve suspiro fuimos, es una película confortable.
Una ilusión que provoca la misma sensación que una butaca al otro lado del sonido de la lluvia que ronda las ventanas, la sensación de estar a salvo en un hogar. La sensación que los colores y sonidos del otoño nos provocan como un bálsamo que despierta cierta tristeza mientras nos adormece.
Esta Sonata de otoño (que, insisto, diría Bergman) en forma de terror clásico y un tanto inocente, es sin duda un lugar confortable. Y eso es algo muy difícil de conseguir.
Pero más allá de esa maravillosa introducción, hallamos aquí un artefacto confortable en el que Clayton y Bradbury actuarán a modo de Cicerones por el corazón de las tinieblas. Tras el aire acogedor y melancólico del otoño, la noche irrumpe, y con ella todos sus artificios, todos sus habitantes, todos sus enigmáticos secretos.
Un tren que deseamos sea fantasma rasga la oscuridad con una luz. De la herida brota el humo que, a modo de una sangre extraña, pretende humedecer la oscuridad. Al compás de la hipnótica música de Horner, este moderno y coloreado Gabinete del Doctor Caligari concede a nuestros ojos la posibilidad de contemplar los vagones que —a modo de misteriosos cofres— revelan veladamente lo arcano de su interior.
Pero nuestros terrores no deben temer una larga espera.
Pronto, Mr. Dark, ese Caligari apuesto y espigado, ese renacido Mandrake el mago, ese, ¿por qué no? Fu Manchú occidental, y anglosajón para más señas, en la piel de Jonathan Price, pronto, muy pronto, abrirá su caja de Pandora.
Después, todo aquello que la película insinuó en su comienzo como una promesa espectral en forma de un ataúd gélido, vaporoso y flotante alimentado por el fuego latente de un anillo y su corazón rojo, se adueñará de un lugar invadido por una tormenta bajo la que hay carpas circenses que ocultan máquinas del tiempo, laberintos de espejos que premian y castigan, brujas un tanto psicodélicas en las insospechadas formas de Pam Grier, y una persecución implacable contra la infancia de Jim Nightshade (Shawn Carson) y su inseparable amigo (el apellido Nightshade no puede ser más apropiado), que desembocará en la lucha definitiva entre la implacable vejez de Jason Robards y la imposible y oscura juventud de Jonathan Price.
Entre el bien y el mal.
Entre la pérdida natural y la pérfida ilusión de Mr.Dark.
Jack Clayton es uno de los mejores directores del mundo. Ray Bradbury es uno de los mejores escritores del mundo.
Something Wicked This Way Comes no es la obra maestra que por lógica debería haber sido. Pero es un cuento de miedo maravilloso. Es ese artefacto imposible llamado <<película confortable>>.
Y eso no es poco. Eso, sencillamente, lo es todo.
Viva este carnaval de las tinieblas. Ahora, en su cuarenta aniversario, y cuando todos nosotros no seamos más que una ilusión perdida en el tiempo.
https://ok.ru/video/1441242942160
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Diciembre 2023.