THE DAWN OF FUNNY GAMES.
Girly (o su verdadero nombre completo, Mumsy, Nanny, Sonny & Girly), es posiblemente la película más mordaz de Freddie Francis en su faceta como director.
Francis fue una pieza clave en el desarrollo del terror británico en concreto, y una herramienta fundamental para el cine en general. En lo que al apartado visual del cine se refiere, Freddie Francis puede considerarse un cineasta total, una especie de «Hombre-cine».
Su impagable e imparable carrera se dividió a partes iguales.
Entre 1956 y 1999, fue el director de fotografía de 37 películas (con títulos firmados por David Lynch, Jack Clayton, Karel Reisz, Martin Scorsese…) lo cual significa que ha sido el responsable de las sensaciones que nos producen lo que vemos en algunas de las mejores películas de la historia.
Como director se centró casi exclusivamente en el terror británico, aportando películas a los cuatro pilares del género inglés: Hammer Productions, Amicus Productions, Tigon y Tyburn Films Productions, firmando entre 1962 y 1987 otras 37 películas.
A pesar de su inestimable aportación al género, Francis afirmo que «Yo le gusto más a las películas de terror de lo que las películas de terror me gustan a mí». Dictase esta sentencia o no, lo cierto es que Francis fue esencial para el terror británico (y por lo tanto universal), durante las décadas de los sesenta y los setenta. Fue precisamente en 1970 cuando filmó una de sus películas más injustamente olvidadas e ignoradas, pues todo lo que subyace bajo la superficie de este, digamos, estudio de terror hedonista, contiene una gran cantidad de narrativa, y por lo tanto de lecturas a extraer.
Girly es, de hecho (y sin conexión posible), una especie de génesis de la pieza maestra de Michael Haneke, Funny Games. Pero a la mordaz y cínica manera británica, por supuesto.
GIRLY.
THE KIDS ARE ALRIGHT.
Tanto la premisa de la posterior película de Haneke como la representativa canción del grupo británico The Who vienen muy a mano para hablar sobre Girly, pues no es para nada descabellado mezclar la actitud vital que fomenta las brutalidades de Funny Games con el título que da nombre a la canción, The Kids Are Alright.
Al fin y al cabo, sobre esto versa la crítica a la que Francis somete sin tregua a la aristocracia y las formas tradicionales británicas: sobre una serie de juegos perversos con los que los chicos están de acuerdo. En una apartada, extraña y decadente mansión británica, vive una familia formada por Mumsy (Ursula Howells), Nanny (Pat Heywood), Sonny (Howard Trevor) y Girly (Vanessa Howard).
Los días transcurren para esta familia que se basa y distorsiona al mismo tiempo los preceptos tradicionales del protocolo social y familiar británico bajo una perturbada rutina, pues la infancia de Sonny y Girly ha quedado atrás, pero el entorno familiar ha establecido un protocolo insano y grotesco, con el que pretende retener para siempre su condición infantil mediante una serie de juegos basados en la sexualidad apenas contenida y los instintos criminales a los que nadie pondrá límites.
Francis juega aquí con elementos propios del drama, pero especialmente de la comedia negra y la crítica descarnada y mordaz, para orientar el resultado hacia el género de terror.
Mumsy ejerce su poder como cabeza de familia, Nanny secunda y envidia ese poder y capacidad de seducción, Girly atrae, se adueña y destruye a todo aquel que se le pone a tiro, y Sonny —en una aproximación estética y argumental a la obra maestra de Michael Powell, Peeping Tom (1960)—, filma a las víctimas de sus juegos.
Así, el retrato de la farsa social británica (y occidental en general) sobre la familia sirve a Francis —a partir de la obra homónima de Maisie Mosco—, para arremeter contra la actitud engreída y caprichosa que suele adoptar la aristocracia ante la falta total de límites en lo que respecta a sus deseos.
La retención antinatural de la infancia, y las afectadas y melifluas costumbres familiares contrastan con la ausencia de contención sexual y criminal que revelan los grotescos juegos ejecutados por Sonny y Girly cuando (azuzados por Mumsy y Nanny), salen al exterior para buscar lo que ellos llaman «amiguitos» con los que jugar, buscando sus objetivos siempre entre las clases social y económicamente más desfavorecidas con respecto a su estatus.
Funny Games…
En su faceta como director, Francis era un tipo sobrio, elegante y eficaz. Además, tenía una gran intuición y talento narrativos que le permitieron adaptarse con facilidad y excelentes resultados a las necesidades y estilos visuales de todas sus películas, y obviamente, esta no fue una excepción. En 1970, teniendo en cuenta la ácida y escabrosa condición de Girly, la ambientación lúgubre de los pasadizos propios del terror gótico habrían de mantenerse totalmente al margen.
Así, la fotografía cruda, áspera y con un intencionado aspecto televisivo de David Muir, sirvió a Francis para mostrar la retorcida sátira de un guion e interpretaciones magníficas tanto a plena luz del día como en la pérfida intimidad de una mansión más parecida a un manicomio que a un hogar apacible.
Son precisamente esos dos factores los que (una vez establecido el elocuente aspecto visual), elevan exponencialmente el valor de la película: el guion y las interpretaciones al servicio de un discreto y gran director.
El contraste que muestra Girly entre una infancia que no existe más allá de la locura y las cuatro mentes perturbadas de la familia, y el salvaje instinto sexual y especialmente cruel, caprichoso y criminal con el que Sonny y Girly aplacan las pasiones de todos los miembros de este sórdido clan, se hace patente mediante las crecientes interpretaciones de un reparto totalmente entregado a la película.
Por un lado, Ursula Howells y Pat Heywood establecen las bases familiares, y a su vez revelan progresivamente una velada rivalidad en lo que se refiere a las relaciones sexuales con los «invitados» al juego, amén de un sutil choque de egos derivado de la lucha de clases entre la señora de la casa (Mumsy) y su criada (Nanny). Algo que llegará a su punto álgido y hará explosión con la llegada del «nuevo amigo» (Michael Bryant).
Por otra parte, la tensión sexual y violenta, y la tácita guerra de poderes entre Sonny y Girly forma el que posiblemente sea el pilar maestro de la película: la delirante, vehemente —y con un manejo ejemplar del histrionismo— interpretación de Vanessa Howard.
Todas las interpretaciones de Girly son eficaces y magníficas, todas se entregan con inteligencia a los propósitos de sus personajes y su director, pero Howard asume como ningún otro su naturaleza caótica, abrumadora, seductora e inestable, pero dotada con una capacidad sorprendente para el calculo de la situación y la elaboración de un plan ejecutado con una frialdad y paciencia que contrasta con su carácter caprichoso e impulsivo.
Un plan maestro que servirá a Francis y el resto del reparto para construir un castillo de naipes recorrido por seres frenéticos en el que el poder, la seducción, la rivalidad y el crimen guían al espectador hacia la ascensión de Girly al trono por el que se batirá con la reina madre, y lo hará en un duelo tácito en cuanto a personajes e interpretativo en cuanto a elegancia y sutileza entre Ursula Howells y Vanessa Howard, mientras Michael Bryant se debate entre la entrega, la huida o la muerte, antes de que otro «nuevo amiguito» llegue al castillo para jugar.
The Dawn of Funny Games…
Girly es, sin duda, una magnífica sátira de terror.
https://m.ok.ru/video/2772284410535
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Abril 2023.