OTELO. (ORSON WELLES, 1952).

WELLES & SHAKESPEARE. LOS PILARES DE LA TIERRA.

Antes de hablar de Otelo en concreto y de Orson Welles en general, debo decir que hay algo que siempre me resultará imposible, y no solo en el ámbito cinematográfico.

En la música, literatura, escultura, arquitectura, pintura, teatro, etc., jamás podré escoger una obra favorita ni lograré decidirme por un solo director.

Sin embargo, sí puedo formar un conjunto, un todo uniendo estas partes. Un director, una película y una secuencia. Ese conjunto representa el director y la secuencia que más han marcado mi visión, mi forma de hacer las cosas.

Yo me debo a un número casi incontable de partes, pero antes, me debo a un todo. Por estilo, lenguaje y filosofía vital: Orson Welles y la secuencia que abre su adaptación de Otelo.

Esa secuencia dura aproximadamente cuatro minutos y veinte segundos, pero no he podido encontrarla entera para ponerla aquí, por lo que trataré de explicarme lo mejor posible dejando lo demás en sus manos. Es decir, cojan la película con las manos y véanla con los ojos, la mente y el corazón. El resto llegará por si solo.

Trataré de ser lo más claro que pueda.

Antes de abordar la secuencia, debemos tener claro el planteamiento narrativo que Orson Welles extrae de Shakespeare en general y de Otelo en concreto: Venecia es la luz, Desdémona el aire, Otelo el abismo más oscuro en el que podemos caer, Yago una sombra errante encadenada a todo ser humano y Emilia el contrapunto, el valor, la lógica y la honestidad de la que carecen los hombres.

Teniendo en cuenta esto, intentaré elaborar una especie de escaleta, de esquema en el que explicaré lo que yo veo.

OTELO EN DECONSTRUCCIÓN.

LA NARRATIVA DE ORSON WELLES.

00:00 – 00:12: Welles se abre camino hacia la luz desde lo más profundo de la oscuridad, desde el abismo en el que Otelo, el hombre y el crimen conviven. Así, el rostro de Otelo, el crimen tras recibir el castigo aparece en escena. La cámara asciende, oscila y se posiciona para mostrarnos el camino, el último sendero que recorrerá el protagonista.

00:30 – 01:00: La cámara sale de la oscuridad introduciéndonos de lleno en la razón de ser visual de la película: la sombra y la luz, el contraste y la aparente inestabilidad, una inestabilidad que halla un irónico equilibrio sostenido en todo momento. Por eso Welles puede permitirse un plano contrapicado y holandés, aunque narrativamente no esté justificado más allá de la estética, pues el equilibro que establece no es sólo visual; es decir, todo crimen recibe su castigo, todo sigue el camino que Welles traza, solo tenemos que dejarnos llevar a su propio mundo, el único mundo donde su norma de saltarse las reglas funciona a la perfección.

01:00 – 01:08: Otro de los pilares básicos del genio visionario y casi onírico de Welles irrumpe en escena: la composición. Welles entra en el primer minuto de metraje abandonando el contrapicado pero manteniendo el plano holandés, y  muestra algo de una belleza y eficacia demoledoras: a la izquierda del cuadro, en segundo término, unas miniaturas medievales, una serie de sombras expuestas a la luz del día portan el castigo y el crimen. El cadáver de Otelo avanza bajo la luz blanca de un cielo veneciano que en ningún momento molesta en el cuadro, pues Welles recurre a Velázquez, y siguiendo las enseñanzas del genio sevillano, «pinta el aire» con unas nubes tan elegante y sutilmente escogidas, que justifican plenamente todo ese espacio a rellenar. Mientras tanto, a la derecha del cuadro, tres soldados forman una línea en perspectiva, un bloque que equilibra el desnivel al que la composición somete al plano. Así, apoya visualmente su propuesta narrativa. El mundo sustenta su equilibrio en la iglesia y el poder militar.

01:08 – 01:17: El plano holandés desaparece, la cámara se alinea con el horizonte y Welles cambia las distancias para situar nuevas sombras sobre esa luz veneciana que reclama a Velázquez. El autor recurre a otra de sus bazas fuertes, los juegos con la profundidad de campo. En este plano todo tiene cabida, en esta especie de trampantojo un cortejo fúnebre sigue avanzando, pero tanto quienes lo forman como los soldados de la torre que permanecía oculta a nuestros ojos en el plano anterior pasan a ocupar un segundo término en un plano general que trae a primer término unas nuevas sombras contrapuestas a la luz. De pronto una cruz que roza en su entrada los límites del plano (es decir, toca el cielo, deduzcan ustedes mismos…), irrumpe en escena, y Welles, ese mago visual, ese tramposo maravilloso e irrepetible, cruza los cadáveres de Otelo y Desdémona en un plano general en el que desaparecen las distancias.

01:28 – 01:42: En este tramo de la película Welles cierra el plano pero mantiene la tónica general. Desdémona se mezcla con Otelo, las profundidades de campo también se cruzan, el crimen se fusiona con el castigo, y Welles los hace fluir ante nuestros ojos que solo pueden asombrarse y, tal vez, dejar asomar una muestra de admiración y gratitud.

01:55 – 02:01: Welles concede un breve respiro, «limitándose» a ofrecernos una «simple» composición con un plano contrapicado en el que los soldados parecen sostener el avance del cortejo fúnebre.

02:01 – 02:21: En el mismo plano, Welles incluye a Desdémona, Otelo y Yago. Contrapica y desnivela la cámara recurriendo de nuevo al plano holandés. Los cadáveres avanzan lentamente y de pronto Welles obliga al crimen a cumplir su castigo. Yago, la sombra de Otelo irrumpe encadenado en el plano y cruza la silueta de Otelo. Welles nivela la cámara y la sombra es obligada a cruzarse con Desdémona.

02:21 – 03:32: Tras ser conducido a su final, Yago, esa sombra errante, es introducido en su celda y el genio de Welles golpea de nuevo. Desde un plano subjetivo irrepetible, la cruz de la celda compone el cuadro: Sobre el cielo de Velázquez, una diagonal cruza la escena de derecha a izquierda y traza la perspectiva de los cadáveres de Otelo y Desdémona. A la derecha del cuadro, la torre alza las miniaturas silueteadas que vigilan y contemplan cómo el crimen es obligado a contemplar su castigo justo antes de ser elevado a su última posición en el mundo.

03:32 – 03:38: Desdémona y Otelo abandonan esta tierra al abrigo de los muros de un castillo seccionado a la mitad por la sombra y la luz. Yago alcanza su última estancia y desde allí, en un maravilloso y sutil gesto interpretativo contempla la luz blanca veneciana en contraste con las sombras de los muros que ocultarán para siempre su crimen, el de Otelo, y la inocencia de Desdémona.

03:38: La secuencia llega a su fin, y antes de que la película alcance su inicio, Welles nos arroja al abismo, a la profundidad de un fundido a negro que precede a los créditos iniciales, allí donde Otelo recela, Yago conspira, Desdémona y Emilia claman por la venganza y el espectador ya ha caído rendido ante uno de los demiurgos cinematográficos por excelencia.

Otelo. (Scalera Film, Mercury Productions. 1952.)
Otelo. (Scalera Film, Mercury Productions. 1952).
Otelo. (Scalera Film, Mercury Productions. 1952.)
Otelo. (Scalera Film, Mercury Productions. 1952).

Y a continuación, la película.

Gracias por mostrar el camino, Orson Welles. Gracias por enseñarle al mundo en qué consiste el cine. Y obviamente, gracias, William Shakespeare. La deuda con vosotros es impagable.

Espero haber sido claro acerca de la luminosa oscuridad de un tipo que es una escuela de cine en si mismo.

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Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES

David Salgado. 

©24 sombras por segundo. Marzo 2021.

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