POR ALLÍ RESOPLA.
EL INFIERNO BLANCO.
Moby Dick es – tal y como la definiría el propio John Huston– una película en forma de gran blasfemia.
En esta película que condensa de forma tan maravillosa como breve una novela infinita, John Huston y una de las mentes a las que más le debe la segunda mitad del siglo XX, Ray Bradbury, extraen la parte que les interesa de Herman Melville.
Tras un sermón antológico en manos y voz del mismísimo Orson Welles, Huston no introduce de lleno en esa gran blasfemia desarrollando la película en base a una especie de duelo bajo el sol y sobre el mar. Y ya que Huston plantea su visión de la locura y la vanidad humanas en forma de blasfemia, blasfememos pues.
MOBY DICK.
AHAB SOLO TEME A AHAB.
La unión entre dos fuerzas de la naturaleza como Huston y Bradbury dispuestas a abordar la inmensidad de la novela de Melville solo podía engendrar un monstruo de proporciones bíblicas.
Pero el pacto entre el irlandés errante y el cronista marciano abrevió, extrayendo justo lo que necesitaba del universo blanco de Melville. La blasfemia de Huston y su cine del siglo XX desafiaron al coloso del siglo XIX.
Así, la película omite prácticamente todas las reflexiones y divagaciones con las que Melville alimentó y engrosó su monstruo, para ir directamente al centro de la locura.
Mediante una cuidada y pictórica fotografía del fantástico Oswald Morris, Huston representa la parte sometida a la religión y la idiosincrasia marina decimonónica mediante las profecías y sermones de Orson Welles revestido de predicador y los rostros de aquellos que siempre han de contemplar las siluetas de sus familias desvaneciéndose en un mar del que tal vez no regresen.
Una vez superada la breve y agorera presentación, Huston fija el rumbo y la batalla se desata sin tregua. De un lado, Starbuck, fiel a las normas naturales y temeroso del dios que las ha dictado sigue la lógica del devoto y pretende evitar el desafío a toda costa. Del otro, la sombra que transita entre el infierno y la tierra, sostenida por un reflejo blanco en la oscuridad, ordena poner rumbo hacia la ira de Dios. Sin embargo, Starbuck se ciñe al ley de los hombres. Ahab es el capitán, sí, pero ningún capitán puede desafiar a Dios.
Starbuck lo sabe y hará todo lo posible por evitar un desafío suicida del cual surja un castigo divino de esos que mandan a todo el mundo al carajo, tanto a los inocentes como a los culpables. Al fin y al cabo, a Dios se le obedece, no se le desafía ni se le cuestiona. Starbuck lo tiene claro y teme más a Dios que a Ahab, por eso desafía al hombre.
Sin embargo, el pobre devoto da en hueso, de ballena concretamente. Ahab sólo teme a Ahab, Starbuck olvida esto y comprende a lo largo de la película que sin devoción no hay temor, Ahab está libre de ese temor y mira de frente y sin pestañear a Dios, pero es esclavo de sí mismo y su destino. Nadie podrá liberarlo de esa maldición y matará a cualquiera que intente hacerlo.
Huston, listo y hábil como mil hijos de perra blasfemos, le quita a Gregory Peck esa estampa de buen tipo que llevaba a todas partes, y lo convierte en un Lincoln deforme y maldito, un demente que dirige su barco lleno de fieles hacia el duelo entre su dios y su capitán.
Ahab sólo teme a Ahab, odia a Dios, vive para vengarse de él y morirá matándolo. Starbuck asume su perdición, cierra la boca, y la película pone rumbo a la cima.
Pero Huston todavía guarda el golpe definitivo.
Cuando la película se acerca al ocaso, Huston graba en los anales del cine una de las cimas en lo que a guion se refiere. Ahab alcanza la oportunidad que le quita el sueño y le da la razón para vivir enloquecido: morir matando a Dios.
Por fin puede gritarle a Dios que no le teme y lo desprecia, ahora es Dios quien huye del cazador incansable, y la tripulación -compuesta de personajes supersticiosos, oscuros y enigmáticos- se comporta como cualquier devoto que se precie. Cuando cree que todo está perdido, niega al dios más débil y se va con el más fuerte.
Ahab sólo teme a Ahab, pero la tripulación ya no teme a nada. Dios acepta la situación, pero todavía manda él, y sin más, los manda al fondo del mar, en las profundidades de la tierra.
Con Ahab la cosa es personal, por eso deja que el duelo sea cara a cara, y en un alarde de ironía de quien se sabe superior permite que se suicide matándolo. Ahab se burla por última vez de Dios mientras resurge de la tumba. La tormenta cesa, el juego se acaba y las piezas de este juego letal desaparecen bajo la calma.
Ya no resopla por ninguna parte, no hay dios ni hombre. Solo el mar y su enigmático sonido letal. El narrador sale del infierno, vuelve a tierra y la película de Huston alcanza la inmortalidad.
https://www.filmin.es/pelicula/moby-dick
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.