LUIS BUÑUEL. EL TERROR ENMASCARADO.
Posiblemente, Luis Buñuel sea -especialmente con El ángel exterminador– el cineasta que más se haya acercado al cine de terror sin abordar ni una sola vez el género.
Prácticamente todo lo que nos contó produce malestar, inquietud, desasosiego y temor. Sin embargo, sus monstruos son como los de Goya. Los dos sordos aragoneses más universales recurrieron a la criatura con más capacidad para atemorizar a la humanidad: el ser humano.
Aproximadamente una década antes de mostrarle al mundo el fantasma de la libertad y hablar sobre el discreto encanto de la burguesía, Buñuel enviaría su ángel exterminador para sembrar el pánico jugando precisamente esas cartas.
La libertad como un fantasma que muestra a la burguesía sin encanto ni discreción.
EL ÁNGEL EXTERMINADOR. EL REFLEJO IMPLACABLE.
En El ángel exterminador, Buñuel muestra al ser humano reducido a sí mismo, vencido por algo que no puede ver, oír o tocar. La realidad, la esencia misma de la especie. Dicho de otro modo: el terror.
Fiel a su costumbre, la premisa de Buñuel es sencilla, el desarrollo de la trama dolorosamente complejo y el desenlace abiertamente misterioso.
Buñuel propone y cada espectador dispone -por mucho que las verdaderas intenciones no sean desveladas jamás por el director- la interpretación del juego es libre y la ausencia de libertad a la que el ángel exterminador somete a los protagonistas, deja libre al espectador para obtener sus propias conclusiones.
En cualquier caso, más allá de libres interpretaciones y simbolismos con los que normalmente Buñuel no hacía más que entretenerse, el juego se muestra claramente.
El de Calanda apaga las luces artificiales de la alta sociedad y tras desnudarlos completamente, encierra a los indefensos seres humanos en las sombras, obliga a la clase alta a convivir con su propia bajeza, y la bajeza, efectivamente aparece en escena. Y con ella, de nuevo, el terror.
El ángel exterminador es una especie de plano-secuencia donde el azar tiene una importancia capital.
Los condenados a prisión por Buñuel bien podrían haber declinado la invitación de sus anfitriones y prolongar su ilusoria libertad, pero el azar los sitúa allí donde no podrán huir de lo último que verían como un enemigo letal. Su reflejo en el espejo, puro y terriblemente duro, sin la distorsión propia de su posición social.
El ángel exterminador sigue fielmente las instrucciones de Buñuel, y así, sin artificios, el espectador asiste al descenso a los infiernos de la cima social.
Conforme esta cima cinematográfica avanza, el hambre, la sed, los deseos primarios, el miedo, el odio y la desesperación reducen la mascarada a la realidad.
Aquí está de nuevo, el terror. Y ante el terror, ante el ángel exterminador, el espectador hace lo único que puede hacer. Desmayarse antes de entrar en coma.
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Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.