Y DE REPENTE, LLEGÓ STANLEY KUBRICK.
Hace mucho tiempo que es totalmente impensable referirse a Stanley Kubrick como poco menos que un dios inhumano, como una especie de inteligencia artificial creada a sí misma y puesta al servicio exclusivo del cine.
Pero antes de The Killing y tras sus dos primeras películas —Fear and Desire, (1953) y Killer’s Kiss (1955)— Kubrick, a pesar de anticipar unos cuantos esbozos del genio posterior, no parecía ir mucho más allá de un serial radiofónico convertido en cine negro de escasa producción. Hasta que en 1956, el dios dormido despertó y llevó a cabo una de las cimas del cine negro, el montaje, el ritmo narrativo y el rendimiento de un guion.
The Killing es la vertiginosa demostración de algo que en adelante no tendría fin: El genio incomparable de Stanley Kubrick.

La película tiene absolutamente todos los elementos clásicos del Film Noir, pero hay otra cosa que la diferencia de todas los demás: Un dios salvaje, rápido y letal jugando con la fortuna.

Es cierto que el fatalismo, la desesperación y el haber nacido en el lado equivocado del mundo son claves del Noir en general. También es cierto que esos elementos han sido utilizados con la misma maestría que Kubrick en numerosas ocasiones.


No tenemos que más que acudir a Fritz Lang, John Huston o Louis Malle para comprobarlo. The Big Heat, La jungla de asfalto y Ascensor para el cadalso, son —respectivamente— muestras evidentes de un género que ha dado muchas de las grandes obras maestras que atesora el cine.
Pero The Killing marca la diferencia —juventud y desconocimiento de Kubrick en el ámbito cinematográfico por aquel entonces aparte— a la hora de recuperar un ritmo salvaje que ningún espectador veía desde los días de Howard Hawks y su primitiva Scarface.


THE KILLING. FILM NOIR A CONTRARRELOJ.
Con un guion sugerente y específico a partes iguales, escrito a manos del propio Kubrick y basado en la novela de Lionel White, y con unos diálogos de Jim Thompson, los 83 minutos de la película corren como la pólvora que disparan sus protagonistas a través de uno de los montajes más arriesgados, vertiginosos y dinámicos que veremos jamás.
Esa es una de las dos claves de la película.
El espectador puede comprender una trama que —incluso en aquellos días— ya se consideraba un clásico.

Pero Kubrick siempre ha llevado a otra dimensión los géneros que tocó.
El Noir no es un género que pueda sumir al público exclusivamente en las tribulaciones que siempre atormentan a sus personajes. Por eso, para retar al espectador, Kubrick no le hizo pensar, le hizo correr.
The Killing es un Flashback que corre desesperadamente a contrarreloj.
Ninguno de sus personajes tiene tiempo para otra oportunidad. Si el atraco perfecto sale mal, se acabó. Esa es la otra clave de la película. La desesperación propia de aquellos que juegan la última carta.
Kubrick sitúa las piezas sobre el tablero, y como el dios que observa desde arriba sus movimientos, gira la rueda de la fortuna para que corran tras ella.
Pero no se lo pondrá fácil al espectador.

Quien se enfrente a esta película debe estar dispuesto a comprender y asimilar las vidas y motivos de un grupo de seres a la deriva, empujados por Kubrick hacia su último aliento. Y debe hacerlo a toda velocidad, en menos de noventa minutos y con una cantidad de información cruzada que se facilita a toda velocidad. Sin embargo, esta huida hacia delante no terminará sin ofrecer algo de justicia a los desgraciados que la protagonizan.

Kubrick hace que el azar les dé la espalda, sí, pero uno de esos tipos que se habían jugado la última carta para evitar que su vida se fuese por el sumidero se ve obligado a romper la baraja y llevarse con él la otra mitad que lo ha llevado a la ruina. Kubrick es el dios que niega la fortuna, pero antes de cortar el hilo que los mantiene unidos a la vida, les brinda la oportunidad hacer algo de justicia, un último respiro antes del fracaso final.
Esa situación es exactamente la que nos regala Kubrick, a través de un reparto —tanto principal como secundario— antológico.

En la secuencia que posiblemente sea la cumbre de la película y una embajadora de las vanguardias del cine negro, Kubrick, Elisha Cook Jr. y Marie Windsor, llevan el guion donde no había estado jamás: cine negro, duro y sucio como los desgraciados que tras asumir que no pueden amarse ni alcanzar la felicidad, se dan una pequeña tregua matándose entre ellos.


Ahí se encuentra precisamente el punto de inflexión narrativo de la película. Kubrick hace que las piezas del tablero se maten, pero solo nos permite escuchar los disparos, somos nosotros quienes debemos imaginar qué ocurre con las piezas. Solo cuando todo ha terminado, podemos ver cómo se han matado, no antes.
Una vez más, Kubrick marca la diferencia.

Sin embargo, como si se tratase de un dios real, Kubrick concede una aparente tregua a las dos últimas piezas de la partida, pero solo es un nuevo truco que nos engaña antes de revelar un final grabado a fuego en la memoria del cine.
Kubrick mantiene el azar de espaldas a los desgraciados que deambulan por las luces y sombras de una historia bajo la maravillosa y expresionista fotografía de Lucien Ballard.
Después, sencillamente brinda una pequeña esperanza, una huida conjunta, una nueva vida y una fortuna al alcance de la mano para los personajes arquetípicos y maravillosamente interpretados por Sterling Hayden y Coleen Gray. Un final feliz que responda a la última esperanza con la que todas piezas partieron al inicio de la partida.

Pero Kubrick no muestra piedad.
The Killing termina de la única forma que la grandeza de este cine permite; fatal para los protagonistas y genial para los espectadores.

Dios es cruel, Kubrick y su película también, solo que aquí él fue más rápido.
https://www.filmin.es/pelicula/atraco-perfecto
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.
