GALDÓS, CERVANTES Y BUÑUEL.
Sin Luis Buñuel no existiría una película impagable como Nazarín.
Sin literatura no existiría el cine, sin la existencia de Benito Pérez Galdós – uno de los mejores, lúcidos y precisos cronistas literarios sometidos a la sombra de este sol que no se pone nunca- no existirían una novela y su película claves para comprender el mundo en que vivimos.
Pero por suerte, existen, por eso vamos con Benito Pérez Galdós según Luis Buñuel.
En su etapa mexicana, Buñuel retrató la miseria social desde sus pilares más fuertes: la superstición religiosa, la ignorancia, la maldad y el hambre.
Pero durante su exilio mexicano -el francés es otra historia- no se limitó a narrar lo que ocurría en los confines del antiguo imperio. También incluyó el origen, sus gentes, sus costumbres, sus sonidos -los tambores de la semana santa suenan en muchas de sus películas- y en este caso en concreto, su literatura.
El Nazarín de Galdós bebe ligeramente de Cervantes para mezclarse con la pluma incisiva del genio galdosiano, pero en la visión de Buñuel, España irrumpe de nuevo en México mediante los seres quijotescos, los enanos de Velázquez y los ignorantes embrutecidos y salvajes de Goya.
NAZARÍN. LA PERVERSA INEFICACIA DEL BIEN.
Tanto en la novela como en la película la clave de Nazarín es la misma: satirizar el mal oculto tras la religión y sus protagonistas a través de la peligrosa inutilidad del bien en su estado más puro.
Buñuel despliega sobre el tablero el esperpento en sí mismo, el Nazarín de Galdós deambula a través de los miserables intentando seguir su naturaleza bondadosa puesta al servicio del mal y la bajeza. De un lado, Buñuel muestra al espectador como los superiores de Nazarín se sorprenden ante su ingenua bondad, se burlan de su personalidad y se indignan ante sus intenciones.
El bien del que Nazarín es representante, no empatiza ni se asocia con el mal que hace girar el mundo. Ese mundo que Galdós y Buñuel pueblan con personajes quijotescos, velazquianos y goyescos.
Si Nazarín es el alter ego beato del espíritu aventurero y noble del Quijote, las piezas que Buñuel reparte por el tablero en forma de seres errantes son el alter ego de los monstruos grotescos que observamos en los lienzos de Goya y Velázquez.
Así transcurre la película, Nazarín es como una hoja al viento, allí donde intenta hacer el bien, es sacudido por el mal.
Un mal racional en algunos de los personajes – Beatriz y Andara, las dos mujeres que, a modo de Sancho Panza, la virgen María y María Magdalena, lo acompañan, lo admiran e intentan protegerlo de su propia ingenuidad suicida- y otro mal peligroso, cruel y letal si se le presenta la oportunidad, encarnado en el resto de personajes, (los superiores de Nazarín y el amante cruel y violento de Beatriz.)
De golpe en golpe, Nazarín, su bondasoso espíritu y sus grotescas escuderas atraviesan la miseria en un viaje hacia ninguna parte.
Para él, su camino es una búsqueda tan real por su parte como imposible por parte del mundo que recorre. Para ellas, al igual que para los condenados, es un rodeo hacia un destino que alcanzarán por mucho que intenten evitarlo.
Beatriz abandonará a Nazarín a su desgracia para caer en manos de un enemigo que en realidad no desea evitar, así volverá con el miserable hijo de puta que la humilla y la maltrata.
Andara, tras desistir en su empeño por transformar la bondad infructuosa de Nazarín en algo práctico, “usted no tiene malicia, y hace las cosas a lo santo, con lo cual perjudica sin querer” -le dice en uno de los intentos por ayudarle- retomará su camino y acabará en la cárcel.
Buñuel describe el destino de Nazarín mediante uno de los ladrones que encuentra en su camino: “y su vida para qué sirve, usted pa el lado bueno y yo pa el lado malo, ninguno de los dos servimos para nada.”
Esa es la desoladora, cruel y ácida clave de la película que Buñuel extrajo de Galdós: el bien en estado puro, es -además de totalmente inútil- el mejor aliado del mal.
Nazarín deambula por las páginas y los fotogramas de una novela y una película basadas en obras clave para comprender el mundo donde vivimos.
Un suelo estéril para el bien del que brotan seres grotescos que hacen lo único que pueden hacer.
Seguir su naturaleza y destruir la de Nazarín en su ruta suicida hacia el bien.
Y es que Galdós y Buñuel también son piezas clave para comprender, soportar y refugiarnos del malvado mundo por el que, como Nazarín, vamos a la deriva sobre un suelo estéril extendido bajo un cielo sin dioses.
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Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.