ROBERT BRESSON.
LA ELOCUENCIA INVISIBLE.
La insurrección será poética, o no será, y así, la cima de la rebeldía filmada fue, es y será para siempre, la película de Robert Bresson, Mouchette.
Un año antes de la segunda revolución francesa, Bresson realizó el retrato más fiel, hermoso y sentido de la rebeldía, de la necesidad de volar todo por los aires que —al menos yo— he visto jamás.
Mouchette es una herida profunda y abierta que sangra durante casi noventa minutos, una herida cuyos extremos están perfectamente delimitados. Empieza justo antes de los créditos de apertura y termina con un final silencioso, elocuente y doloroso a partes iguales.
Lo que hay en medio es dolor, miedo, rabia, frustración, carácter, valor, confusión, deseo, sueños, pasión, lágrimas y un rostro que reinventa la rebeldía. Si Delacroix puso rostro a la libertad que habría de guiar al pueblo, Bresson situó a la humanidad ante el rostro que habría de mostrarle el inconformismo más profundo.
MOUCHETTE.
LA INSURRECCIÓN POÉTICA.
Mirar a los ojos de Nadine Nortier, sostener la mirada de Mouchette, es mirar de frente al dolor más intenso. El dolor que provoca la herida que Bresson filmó, es insoportable, por eso la película es breve y concisa.
Mouchette abre fuego con la que posiblemente sea la secuencia inicial más demoledora que haya visto. Y como la historia de Mouchette, breve.
Bresson abre la herida y no deja tiempo a reaccionar. La madre de Mouchette, ese cadáver que todavía respira, esa enferma que convive con su propia muerte, se muestra en pie ante el espectador por primera y última vez en la película, preguntándose qué harán sin ella cuando por fin sea libre.
Los créditos iniciales todavía no han llegado y Bresson ya ha herido de muerte la película, para cuando el espectador se repone y observa la silla vacía, los pasos y la sombra de la única persona que quiere a Mouchette se alejan para postrarse en su tumba, y con la rebeldía que la caracteriza, Mouchette hace irrumpir su nombre en escena sin mostrar siquiera su rostro, un rostro que a lo largo de su corta vida llevará al espectador a los lugares más oscuros de la existencia.
Como los Freaks de Tod Browning, Mouchette atrae la atención de todos aquellos que la rechazan, la maltratan y la agreden en todos los sentidos.
La herida que Bresson ha abierto es profunda, tanto como la miseria emocional que forma la existencia de Mouchette, un personaje fascinante que conduce al espectador directamente al desmayo por un camino cuyo final se encuentra al otro extremo de la herida abierta por Bresson.
Mouchette es valiente, rebelde, contradictoria y profundamente maltratada por un mundo demasiado infame y sucio para ella. Pero ante todo, Mouchette es —al fin y al cabo— una niña todavía.
Por mucho que haya de cargar con el peso de la rebeldía, es una niña. Bresson lo sabe, y cuando llega el momento hace de la cima trágica, del acto de rebeldía y valor definitivo, un juego. Y así, de nuevo, la insurrección será poética o no será.
Mouchette juega al mismo tiempo que se envuelve en su mortaja, desciende una y otra vez hasta que al fin, Bresson oculta el plano para que el sonido de la despedida sea el protagonista. Ese es uno de los paradigmas de su cine, el sonido, que sin dejarnos ver nada, nos lo muestra todo.
El espectador no volverá a mirar a los ojos al desafío. Mouchette se ha ido sin rendirse ni perder, la revolución ha triunfado, el agua pierde su agitación y el espectador, ya al otro lado de la herida, retiene en su memoria el dolor y la furia silenciosa de Mouchette.
Sin apenas articular palabras, Bresson hizo de esta película un milagro narrativo.
https://www.filmin.es/pelicula/mouchette
Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES
David Salgado.
©24 sombras por segundo. Marzo 2021.