CASQUE D’OR. (JACQUES BECKER, 1952).

JACQUES BECKER A PARTIR DE JEAN RENOIR.

La película de Jacques Becker, Casque d’or —aquí más conocida por su relativamente elocuente traducción, París, bajos fondos— demuestra ante todo una cosa.

Todo aquello que hacemos tiene un origen que justifica la forma en la que lo hacemos, esto tuvo posiblemente su demostración cinematográfica definitiva en la secuencia de apertura de Casque d’or. Jaques Becker fue ayudante de dirección de Jean Renoir en ocho películas, y aunque se hubiese pasado la vida negándolo, su introducción al canto del cisne de La Belle Époque es totalmente deudora del director realista y prosaico por definición.

Casque d'or. (Speva, Paris-Films Productions. 1952.)
Casque d’or. (Speva, Paris-Films Productions. 1952).

Sin embargo, superado el homenaje, Becker transforma ese realismo aportando grandes dosis de poesía a una historia real, y lo hace utilizando uno de sus rasgos narrativos más característicos: la lealtad entre dos amigos, la amistad sólida y sincera.

CASQUE D’OR.

LA HONESTIDAD LETAL.

El amor en uno de sus estados más puros es el arma con la que Becker golpea la trama para sacarla de su anodina prosa.

Según la realidad, Manda y Marie son simplemente una pareja de habitantes de ese París y sus bajos fondos, pero según el realismo poético de Becker, Serge Reggiani y Simone Signoret son dos seres que se encuentran en el momento justo para detener el tiempo.

Becker no recurre a la poesía fantástica de su paisano y contemporáneo Jean Cocteau, aquí los versos son crudos, implacables y salvajes como el único mundo en el que se nos permite habitar.

Simone Signoret y Serge Reggiani. (Casque d'or. Speva, Paris-Films Productions. 1952.)
Simone Signoret y Serge Reggiani. (Casque d’or. Speva, Paris-Films Productions. 1952).

A Becker le basta un instante, un fugaz cruce de miradas para que de pronto y sin que nadie pueda explicar cómo, su cámara y el mundo se muevan al compás del baile entre Marie y Manda.

A partir de ese momento, el presente en el que Marie es una prostituta todavía al servicio del ladino Roland (William Sabatier) , y el pasado en el que Manda fue un miembro activo de esos bajos fondos parisinos en los que actuaba con ese amigo sincero y leal que todavía es Raymond (Raymond Bussières), dejan de tener importancia.

Simone Signoret, Dominique Davray y Claude Dauphin. (Casque d'or. Speva, Paris-Films Productions. 1952.)
Simone Signoret, Dominique Davray y Claude Dauphin. (Casque d’or. Speva, Paris-Films Productions. 1952).

Durante una parte de la película, Becker guiará al espectador a través de aquello que no es más que un mágico realismo en el que la amistad y el amor repentino son todavía posibles en los últimos días de una Europa que apenas llegó a existir. No es más que eso, ni menos, pues eso es al fin y al cabo, todo.

Esa ensoñación en la que Becker sume al espectador, lo deja exactamente donde el zorro francés quiere.

Una vez allí, el espectador se dejará llevar por la felicidad y la pasión de Marie y Manda. Pero Becker, cono el zorro astuto que es, guarda la realidad para el final. No dejará de escribir su historia en verso, pero aunque poético, el realismo, realismo es.

El mundo es un lugar que gira sobre sí mismo y no avanza jamás, por eso no sabe nada acerca de la piedad.

Europa y su sueño de La Belle Époque se acercaban a su final definitivo, y aquellos bajos fondos de un París que el mundo no vería de nuevo jamás, perderían para siempre aquellos delincuentes de buen corazón. La narrativa de Becker es hermosa, poética e implacable. Y así, su película empuja a Manda, Marie, Raymond y el pérfido Roland a su inevitable final.

Serge Reggiani. (Casque d'or. Speva, Paris-Films Productions. 1952.)
Serge Reggiani. (Casque d’or. Speva, Paris-Films Productions. 1952).

La amistad y los sentimientos de los que algunas personas están formadas son las claves de la película y la razón por la que todo termina en la secuencia elocuente y dotada de una belleza implacable. (Dejo un enlace a pie de texto).

Manda hace lo único que su naturaleza le permite hacer: justicia.

Cae en la trampa de Roland dos veces, al cometer el crimen y al ser incapaz de permitir que su amigo Raymond pague por sus actos. Y así, sin más, sin piedad ni un instante de duda, el maldito mundo sigue su estático curso.

Becker saca al espectador de su ensoñación, el realismo es poético, por eso la secuencia termina con el maravilloso gesto de la cabeza de Signoret cayendo al tiempo que la realidad arrebata la de Reggiani. Y ya sin aliento ante la trampa que Becker le ha tendido, el espectador se rinde ante el discreto poder de una de las mejores películas del mundo.

Simone Signoret y Serge Reggiani. (Casque d'or. Speva, Paris-Films Productions. 1952.)
Simone Signoret y Serge Reggiani. (Casque d’or. Speva, Paris-Films Productions. 1952).

Después de aquellos días tan generosamente retratados por este cine extraordinario, la poesía de La Belle Époque y la Europa que jamás veremos, se perdieron en el abismo del siglo XX.

Pero esa es otra historia.

Feliz viaje de vuelta hacia la noche. #SHADOWSRULES

Enlace a la secuencia: https://www.dailymotion.com/video/x2ene6?fbclid=IwAR0PVT6t_MmddDR92r3uY8VNFJ6FcwSlslwfupNWAuV-7sJTRAZiuL3UtfQ

Película disponible: https://www.filmin.es/pelicula/paris-bajos-fondos

David Salgado.

©24 sombras por segundo. Junio 2021.

Spread the movies. Comparte en tus redes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *